Opinión

La clase política, una obra de teatro

2 de septiembre de 2020, 5:00 AM
2 de septiembre de 2020, 5:00 AM

Estamos como público observando una obra de teatro de la política boliviana, la escenografía y el teatro huelen a muy añejo. La obra teatral tiene tres personajes principales: Áñez, que aparece vestida con el terno de los noventa de Sánchez de Lozada y actuando como un gobierno en franco desgaste; Mesa se presenta desde la parte alta del escenario vestido de frac y sombrero de copa tal cual liberal de inicios de mil novecientos con unos monólogos en los que nos dice que la discusión es un tema de moral y valores; y finalmente el MAS con Arce y Choquehuanca que entran por detrás del telón ataviados con la camiseta con la que Evo Morales salía a marchar el año 2003.

Una obra ciertamente distópica, y es que no nos equivocamos, la distopía es una sociedad indeseable en sí misma; en otras palabras, es una pesadilla, además de sentirla con la pandemia la vemos concretada en la clase política. Mientras miro a los personajes actuar en la obra, me viene a la mente la siguiente pregunta: ¿cuál de los actores políticos en disputa hoy día representa parte de la solución a nuestra crisis multidimensional? Desgraciadamente ninguno, todos en realidad son parte del problema.

Ser parte de la solución y no del problema implicaría que los actores pasen de la distopía a la utopía, es decir, que se animen a proponer un proyecto político para encarar la transición que se nos viene. Pero como esto es mucho pedir, lo segundo que se nos ocurre, es ver si la distancia candidato-elector es delgada o pronunciada, tal parece que por el empeño que emplean en buscar desgastarse los unos a los otros han decidido que el enfrentamiento sea de vida o muerte y la distancia entonces sea mucho más pronunciada.

Mientras tanto la multidimensionalidad de la crisis que vivimos va engrosando más elementos. A la crisis política, luego sanitaria, y económica, ahora se le acaba de sumar la educación, a partir del cierre del año escolar. Entre tanto, los actores juegan al reality en MTV; y nosotros estamos en un constante de “últimas noticias” en CNN.

El tiempo que llevamos viviendo desde octubre del año pasado es como un gran paréntesis abierto y cerrado cuyo contenido son puros puntos suspensivos, esto se refleja en el hecho de que no nos encontremos en una polarización política precisamente, sino en una polarización social porque las fracturas que nos dividen están expresadas y mezcladas en la división campo-ciudad, urbano-rural, clases medias urbanas-sectores populares, oriente-occidente.

Las movilizaciones de las que somos testigos las últimas semanas tienen el sello de ser llevadas a cabo con un discurso épico, desafortunadamente la épica sin utopía no funciona, lo que está presente y mezclado hoy que estamos en un tiempo electoral no es una ilusión por algo en el futuro, es la distopía que nos invade y que amenaza con zanjar la disputa electoral arrastrándonos conjuntamente con la clase política al despeñadero de la desgracia en la que puede terminar prevaleciendo una opción dura, que por ahora se avizora más cercana desde la derecha.

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