7 de septiembre de 2022, 4:00 AM
7 de septiembre de 2022, 4:00 AM


El 4 de septiembre de 1962, representantes de las Cámaras Nacionales de Industria, Minería, Constructores y Comercio; las Asociaciones de Mineros Medianos, de Aseguradores; y el Instituto del Petróleo, reunidos en la sede de los industriales en La Paz, acordaron la creación de una entidad sin fines de lucro, a la que denominaron Unión de Instituciones Económicas Privadas de Bolivia, que luego de poco tiempo adoptó el nombre definitivo de Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB).

Los 19 empresarios fundadores estaban lejos de imaginar que su creación, nacida en la sencillez de los grandes proyectos, se convertiría en uno de los pilares más importantes, no solo de la actividad económica privada, sino del desarrollo nacional y del propio sistema democrático boliviano.

Entre 2015 y 2019, tuve el privilegio de ejercer las funciones de presidente de esa entidad, luego de haber sido por cinco años su primer vicepresidente. Desde esta responsabilidad, pude conocer de cerca la relevancia que tiene la CEPB para nuestro país, y tuve la oportunidad de aportar, desde mi propia experiencia y junto a un equipo altamente capaz y comprometido, a su fortalecimiento y sostenibilidad institucional.

La Confederación ha sido durante toda su historia, el más firme baluarte del sector privado boliviano y una de las instituciones de la sociedad más activas y prolíficas, en la generación de propuestas de políticas públicas relativas a temas económicos y sociales. Su orientación y valores están presentes en una gran cantidad de normas que han sido fundamentales para el desarrollo y el crecimiento de nuestro país.

Desde su nacimiento, asumió como tarea principal la defensa de los principios y derechos que sostienen a la libre empresa, a partir de la evidencia de que, más allá de las leyes, la sociedad necesitaba dotarse de los mecanismos institucionales para hacer frente a las múltiples arremetidas, principalmente del sector político, que buscaban limitar, conculcar o impedir el ejercicio de la actividad empresarial. Precisamente, debido a esta defensa coherente y sin ambages, la CEPB sufrió, muchas veces, presiones extremas y arremetidas temerarias, de grupos radicales que pretendían socavar su legitimidad y cuestionar su representatividad.

Afortunadamente, las tempestades siempre mermaron, las ideologías sucumbieron, se superaron las crisis y la institución se mantuvo inalterable en sus principios y firme en sus convicciones.

Quizá las razones de su estabilidad y permanencia tienen que ver con la unidad y articulación lograda con los diversos sectores económicos, la fortaleza de las instituciones que la componen, y principalmente su independencia respecto a gobiernos, ideologías y partidos. Quienes dirigimos la institución, sostuvimos siempre que los empresarios tienen derecho a creer y apoyar cualquier línea política o partido, de manera individual, pero sus organizaciones representativas deben mantenerse independientes y equidistantes de cualquier interés que no sea el que establecen sus estatutos y sus principios.

Otra característica que sostiene la CEPB, es la priorización del diálogo constructivo y el consenso para alcanzar los objetivos institucionales, respetando la legalidad y legitimidad de las autoridades de gobierno, escuchando los puntos de vista de quienes piensan distinto y planteando alternativas de solución a los problemas coyunturales y estructurales, con la sencillez de la razón y la firmeza de las convicciones.

Muchas veces, esta posición que opta por el diálogo por sobre el bloqueo, ha generado críticas y reclamos de organizaciones externas e internas que, en ciertos momentos de crisis y amenazas, preferirían una entidad combativa y mediática antes que serena y propositiva. No es el camino de una institución que siempre ha demandado respeto al Estado de derecho y que entiende que la firmeza no es sinónimo de violencia ni la resistencia pasiva de debilidad.

No menos importante ha sido para la institución, la legitimidad que ha alcanzado entre todas las empresas privadas nacionales, que reconocen en la Confederación, a una entidad confiable, estable y con la autoridad suficiente para representar sus intereses y objetivos.
Por todo eso, la CEPB, no solo es un ejemplo de organización, sino un pilar fundamental para el país, especialmente si la comparamos con la fragilidad y vulnerabilidad de muchas instituciones sociales que se han rendido ante las crisis o se han doblegado ante el avasallamiento político.

Desde este espacio, es un orgullo saludar la historia, tradición y fortaleza de una entidad que pertenece a los bolivianos y que debe ser apoyada y consolidada como un actor fundamental para enfrentar los tiempos complejos y desafiantes que estamos viviendo.

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