La gente protege a los niños con el aire acondicionado de sus vehículos. Compran vinagre por paquetes para resistir a los gases lacrimógenos. Los grupos de choque atemorizan a los vivientes que piden una solución inmediata al conflicto

16 de noviembre de 2022, 7:28 AM
16 de noviembre de 2022, 7:28 AM


El olor a quemado, vidrios rotos en las ventanas de los domicilios, cascotes regados, calaminas quebradas y retos de petardos muestran el escenario de enfrentamiento que se registra en el Plan Tres Mil, que se da principalmente por las noches durante los días paro indefinido por censo 2023.

El temor está presente todo el día y, aunque el Obelisco permanece custodiado por un grupo reducido de policías, a pocas cuadras está la cancha fantasma, donde se asienta un grupo de choque que sale durante la noche. Son agresivos, pues ni bien se percatan que alguien intenta acercarse se levantan para intimidarlo Los vecinos aseguran que no saben quién ni cómo se financian, pero a diario les llevan la comida, incluso hasta colchones para dormir y frazadas cuando hace frío.

Los que viven por el sector de La Campana y el Obelisco aseguran que de noche no pueden salir ni acercarse a sus ventanas, pero eso no quiere decir que estarán al margen de los enfrentamientos entre los que defienden el paro indefinido y el grupo de choque que intenta romperlo.

 El vinagre se ha convertido en un producto indispensable, por lo que tras que estallan los petardos se ponen en alerta, porque saben que en pocos minutos empezarán los enfrentamientos y la gasificación de los policías. Los que más sufren son los niños, incluso los recién nacidos a quienes protegen a como dé lugar.

Carmen Rosa Favián Mollano (70) y su familia son testigos del juego cruzado que ocurre cada noche en las puertas de su casa, en la avenida La Campana, que se convierte en un campo de batalla. Muestra los vidrios rotos y mallas de protección dañadas por las piedras y los cohetazos que se lanzan desde ambos lados. 

Ajena a los conflictos, vive en zozobra porque en su vereda tiene a la campana, que es un símbolo para los pobladores y se disputa como un trofeo por ambos bandos. Su esposo la colocó en 1983 y la usaban para convocar los vecinos asentados en la zona después de la riada del Piraí.

 Desde su ventana, Carmen Rosa vio cómo la madrugada de este lunes, un grupo de jóvenes que llegó lanzando petardos, se trepó y logró retirarla para llevársela hasta el Obelisco. De forma inmediata, vecinos que llegaron de distintos barrios se movilizaron en su defensa y cuestión de minutos lograron que los efectivos policiales  recuperen la campana y la devuelvan. 

En el momento que se la llevaron no había mucha gente, pero después llegaron de todos lados y le dieron a la Policía 15 minutos para que la recuperen (la campana) y así lo hicieron”, relató esta tarijeña que, junto a esposo, son fundadores de la zona de La Campana. Ayer, los vecinos la colocaron en su lugar, luego de ser pintada con los colores de la bandera de Santa Cruz. 

“Estamos dolidos con lo que hicieron, porque la campana para nosotros es un referente. Pedimos que se la respete, porque este es un monumento histórico para los que vivimos en esta zona”, dice su hija Andrea Ortega. 

Carmen Rosa dice que quienes forman parte de los grupos de choque no son vecinos y que no miden consecuencias ni los daños que pueden hacer a las familias. Cuando lanzan gases, su yerno se ve obligado a subir a los niños más pequeños a su auto para que permanezcan con aire acondicionado hasta que pasen los enfrentamientos. Las plantas que tiene en la entrada de su casa también muestran señales de los disturbios.




Foto: Jorge Ibáñez

Los vecinos de los alrededores de la cancha fantasma aseguran que no tienen paz ni siquiera durante el día porque un grupo de choque se organiza desde este espacio público. Una vecina contó que su hijo, de tres años, llora cada vez que escucha los cohetes pausas.

Están tan atemorizados que cuando alguien asoma en sus portones optan por preguntar qué busca desde el interior desde sus viviendas. 

“Tenemos miedo porque tiran piedras, botellas y es peor cuando hay enfrentamientos. Esto parece un campo de batalla”, dice otra vecina que se vio obligada a dejar por unos días su casa por los choques.

Lizeth Mamami tiene dos hijos, de dos y cinco años, a quiénes en la noche tiene que buscar la forma de resguardarlos para que no sientan miedo. Asegura que hasta las 22:00 todos deben estar adentro para evitar cualquier agresión. Ha tenido que comprarse vinagre por paquetes, porque es un producto que usa todos los días. “Los petaros empiezan a sonar y los animalitos también se asustan y hay que atenderlos”, indica.


Miguel Mamani (13) vive cerca de La Campana. Durante el día sale a vender agua, sodas y refrescos en su carretilla. Asegura que ha crecido escuchando los petardos y viendo los enfrentamientos en cada paro, por eso ya no tiene miedo, pero le preocupa que su cachorrito no está familiarizado y la pasa muy mal durante las noches. “Le pongo su camita para que no salga, pero igual se asusta”, asegura.

La familia de Freddy Fernández (63) también está cansada de la violencia, más su nieto de dos años a quien tienen que impregnarle el rostro con vinagre para que pueda soportar la gasificación, porque rompe en llanto cuando empieza a faltarle el aire. “Todo depende del viento para que afecte más. Prácticamente los vecinos no salen”, dice Freddy.

Es orureño y cree que el censo es necesario para todas las regiones, pero considera que ya es momento de encontrar una solución para no afectar más a la población.
Vive en el Plan Tres Mil desde hace más de 30 años, pero no se acostumbra a los enfrentamientos y quiere que las autoridades pacifiquen los ánimos y busquen una solución al conflicto del censo.


Foto: Jorge Ibáñez


La tensión se expande

La madrugada de este martes, mientras se daban los enfrentamientos en el Plan Tres Mil, los puntos de bloqueo de la Villa Primero de Mayo, de la avenida Tres Pasos al Frente y de la Cumavi vivieron momentos tensos. El estruendo de los petardos despertó a los vecinos y algunos de inmediato se sumaron a los grupos que estaban en las rotondas y en las calles, porque hasta se lanzaron petardos de convocatoria ante el rumor de que estaban desbloqueando.

Esa tensión también quitó el sueño en el interior de los hogares. Una mujer de más de 70 años permanecía parada sobre el cuarto anillo, a dos cuadras de la rotonda del cuarto anillo, entre las avenidas Tres Pasos al Frente y Cumavi. A quien transitaba por el lugar preguntaba qué estaba pasando. Ella estaba nerviosa porque dos de sus hijos acudieron a reforzar el bloqueo de madrugada, pero temía que haya enfrentamiento.