30 de mayo de 2022, 4:00 AM
30 de mayo de 2022, 4:00 AM

Diversos analistas y entendidos en economía ya advertían años atrás que determinadas medidas económicas y políticas estatistas restrictivas iban a tener consecuencias a futuro, puesto que toda causa tiene su efecto y en este caso el augurio era negativo. Todos saben que el gobierno del MAS ingresó en 2006, justo cuando se comenzaba a explotar y usufructuar décadas de inversión y exploración en hidrocarburos; sin embargo, la corrupción y su errada administración pública rifaron la época de recuperación y bonanza por venta de gas, que llegó a constituir las RIN en más de 15.000 MM en 2014. 

Seguro era fácil aprovechar, gastar y repartir la cosecha de lo que ya estaba sembrado; hoy esta se agota, las refinerías trabajan al mínimo de su capacidad, vivimos el comienzo de escasez de diésel importado, así como de productos básicos como el trigo y maíz, que ya incide en el alza de precios de la canasta familiar. Si a ello añadimos el fracaso de medidas contra el contrabando y la inacción cómplice del creciente narcotráfico, más la depredación medio ambiental y mal uso de la tierra, estamos claramente ante el inicio de una debacle económica y social.

Y es que su modelo social, productivo y comunitario no pasa del discurso y la verborragia, lo demuestran estos hechos: nunca superó el extractivismo, quedando clara la incapacidad del gobierno masista para solucionar problemas con innovadoras medidas de gobernanza en épocas de vacas flacas, y comprobándose con mediana claridad que el exitoso ministro de economía de Evo, ahora presidente, no era tal. En contrario, recordemos al expresidente Paz Estensoro, ideólogo de la nacionalización en el 52’ que luego dio un giro de 180 grados hacia políticas liberales en el 85’, resucitando a Bolivia de la hiperinflación. No hablamos de criticar los pro y contras de dichas medidas antagónicas, sino de la capacidad para tomar decisiones profundas dependiendo del contexto y más allá de ideologías, con la convicción de dar solución al problema en bien del pueblo; eso es ser estadista y el cargo no es para cualquiera.

Esta opinión pretende demostrar dos cosas: la falta de ética pública de los gobernantes y nuestra inmadurez democrática para saber elegir, ese es el origen de los males. ¿Recuerdan el mar de gas que nos afirmó el ministro de Morales en 2019?, o los recientes discursos del Presidente Arce en constante campaña diciendo que tenemos una economía envidiable; o ante la escasez de maíz, el pan con menos peso, o filas de camiones varados ante la falta de diésel, optan burdamente por culpar al enemigo empresario-productor, al proveedor, o a la funesta derecha? No hay previsión, mienten y la negación junto a la distorsión de la verdad es su modo de gobernar, reflejando su falta de ética y servicio eficiente.

Esto no acaba en la demostración de lo evidente, sino en aceptar que los primeros responsables somos nosotros; sí, el pueblo soberano que, teniendo el poder del voto, contribuimos a elegir patrones e incapaces en vez de servidores públicos, así la historia de Bolivia está plagada de prebendas y corrupción por el poder.

De lo que se trata es de cambiar el chip desde el soberano elector, quien tiene que aprender a rechazar la subestimación del voto y exigir de los candidatos méritos, ética y compromiso, cualquiera sea su ideología, recalcándoles que no serán más que servidores del pueblo con un mandato cuyo incumplimiento traerá consecuencias de cese y procesamiento, mediante un efectivo control social y mecanismos constitucionales eficaces que permitan aquello. Mientras tanto, aquellos encendidos discursos de sectores como CAINCO y otros clamando ayuda, pueden esperar respuesta en el sueño de los justos, porque este gobierno populista incapaz de resolver las contradicciones, solo actuará si le es beneficioso para mantenerse el poder.

Raúl Parada es abogado constitucionalista

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