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28 de mayo de 2023, 4:00 AM
28 de mayo de 2023, 4:00 AM

Por Jorge Luis Reyes, docente

Hace unos meses, mientras esperaba en una de las salas de la Unifranz para una reunión habitual de docentes, un colega me comentó sobre una herramienta que estaba causando furor en el mundo de las tecnologías. Casi ajeno al asunto me interesó y de inmediato instalo en mi celular el llamado ChatGPT, uno de los materiales que forman parte del mundo de la inteligencia artificial.
Grata fue mi sorpresa cuando al proponer cualquier pregunta sobre temas diversos recibía una respuesta acertada en todos los casos. Al llegar a casa después de la jornada laboral, la curiosidad del desconocido tema me hizo googlear el término en el buscador de internet, al segundo más de trescientos mil resultados saltaron a la vista, sentí por un instante que estaba quedando atrás en el insuperable mundo de las tecnologías y decidí entonces comenzar a desandar este fascinante camino.

Interesante ha sido conocer todo lo que desde un ordenador podemos descubrir con apenas teclear unas frases, sobre todo la precisión y la veracidad de los contenidos encontrados en el ya mencionado ChatGPT, en mi caso, muchos de ellos relacionados con temas médicos que había estudiado en interminables secciones con libros de más de 200 páginas. Pero como siempre ocurre cuando descubrimos algo, cuando pasamos por alguna situación nueva o desafortunada llegamos a ese período de negación en el que nuestra mente intenta rechazar el cambio, pensamos que no es posible e intentamos negar la realidad, es inevitable en todo proceso y solo necesitas de un tiempo para comenzar a reajustar tus ideas.

En este sentido, y viendo lo novedoso de la llamada Inteligencia artificial, he aquí algunas de mis dudas en aquel momento: ya mi rol de docente no tiene mucho sentido, lo tienen todo a través de esta herramienta. No pienso orientar actividades de estudio independiente si al final será una copia del chat y no sería correcto emitir una nota por un trabajo que es auténtico. No aportan nada al desarrollo del estudiante.

En los días siguientes, en los pasillos de la universidad o en conversaciones entre docentes y hasta en mis propios estudiantes escuchaba opiniones muy positivas sobre el tema, algunos colegas hasta lo habían incorporado en sus actividades habituales. Cómo podía ser posible que aceptaran esto de manera tan sencilla. Consideraba que no estaban cumpliendo su labor educativa, qué ejemplo están dando a sus alumnos.

A medida que pasaron los días, pude analizar a fondo el objetivo de estas herramientas, participando además de encuentros online con expertos, fui descubriendo las ventajas de las mismas, mi mentalidad fue cambiando, pasé entonces de la negación a la aceptación. El ser docente también es eso, adaptarse, superarse, enfrentar los nuevos retos y estar al día con lo que va sucediendo, modificar tus estilos de trabajo, cambiar tu rol, transformarse y estar a tono con las exigencias que van apareciendo. Lo hemos vivenciado hace ya unos años con el cambio del modelo por objetivos al modelo por competencias, en aquel entonces también fue difícil aceptar el proceso, en estos momentos los resultados son mucho más palpables en nuestros graduados.

Hoy, después del acertado descubrimiento, soy quien propone a mis estudiantes investigar un tema y buscar como referente bibliográfico las herramientas de la Inteligencia Artificial, ahora considero oportuno dar el primer paso, porque comprendí que ellos, al final, tienen todas las puertas abiertas en su mundo digital, el internet es ilimitado y no hacemos un buen trabajo si no aprendemos a tenerlas de nuestro lado. 

El camino es largo, aún falta mucho por procesar, por incorporar, por descubrir, por aprender. Por lo pronto, quedo atento y abierto a nuevas posibilidades, me preparo para estar actualizado y manejo con inteligencia los nuevos adelantos tecnológicos que faciliten el aprender haciendo de nuestros estudiantes.

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