13 de febrero de 2022, 4:00 AM
13 de febrero de 2022, 4:00 AM


Quienes hemos tenido la suerte de contar con una educación escolar cristiana, sin desmerecer en lo absoluto la educación libre pública o privada, conocemos la importancia de una formación estricta en los conocimientos basada en la moral y los valores humanos, lo cual no es garantía de su ejercicio. No obstante, más allá de la religión que profesamos, la ética y los valores son de carácter universal y hacen a la conducta idónea de las personas, al respeto a los derechos y libertades, así como el apego a una convivencia pacífica en base al orden instituido en cada comunidad o nación. 

Por supuesto que la educación primigenia, que forma el carácter y la conciencia está en la familia y esta no requiere de textos, ni pizarras, ni notebooks, se transmite con la enseñanza del ejemplo y el amor con el que se imparte cada lección. La familia no solo es el núcleo de la sociedad, sino la primera escuela, el primer maestro, el primer aprendizaje. La educación familiar es algo que se debe sostener y promover, pues esta responsabilidad solo es posible asumir en la medida que tengamos la conciencia de entregar a la sociedad un buen ciudadano.

Entrando a la educación formal, según información estadística del Ministerio de Educación en la gestión 2021 en Bolivia teníamos 2,9 millones de estudiantes en edad escolar, de los cuales el 47.5% están en Secundaria, el 40,6% en Primaria y el restante 12% está en edad Preescolar. El 77% de la población estudiantil se educa en las escuelas públicas, el 13% en los colegios de Convenio pertenecientes a la Iglesia Católica casi en su totalidad y el restante 10% están en entidades educativas privadas. 

Para estos alumnos Bolivia cuenta con cerca de 169.000 maestros, lo que equivale a un promedio de 17 alumnos por cada profesor, con lo cual se debería tener una educación de primer nivel, lo que no se constata en la calificación del aprendizaje y menos en la evaluación del PSA (Prueba de Suficiencia Académica) para el ingreso a las universidades públicas, donde el porcentaje de aprobación es menor al 10% en promedio durante los últimos años. En resumen el sistema educativo escolar no responde a la necesidad de desarrollo que tiene el país y menos a las expectativas de formación que tienen los propios estudiantes que ven frustradas sus aspiraciones de una mejor educación superior.

Respecto a la educación superior en Bolivia se divide en tres sistemas, el que aglutina a todas las Universidades Públicas, las Universidades Privadas y los Institutos de Formación Técnica.

 La población universitaria es de aproximadamente 600 mil estudiantes de los cuales el 80% se acoge al sistema universitario público y gratuito y el 20% se forma en las universidades e institutos técnicos privados. Según datos del INE solo 3 de cada 10 estudiantes que terminan el bachillerato escolar pueden acceder a la educación superior, lo que demuestra que el problema no es el costo de la educación superior, sino, el déficit de aprendizaje en la educación primaria.

El presupuesto asignado a la educación en 2022 es de cerca de 25.000 millones de bolivianos y constituye el 11% del total del Presupuesto General del Estado. Del total presupuestado, las universidades públicas tienen asignado 6.100 millones de Bolivianos lo que equivale a un estimado de 12.700 bolivianos anuales por cada estudiante en universidad pública, un costo mayor al de varias universidades privadas. Según estadísticas del INE el sistema universitario nacional produce unos 25.000 nuevos profesionales por año lo que significa que menos del 5% de los estudiantes universitarios se gradúa cada año, lo que representa una baja relación de productividad del sistema de educación superior.

La cuestión es si la educación en Bolivia responde a las necesidades de desarrollo de los estudiantes y de la economía boliviana. Las respuestas se pueden observar en los indicadores de productividad y el valor agregado de los sectores con mayor potencial productivo, en el caso de la producción agrícola nuestros niveles de rendimiento y expansión de cultivos tradicionales siguen siendo considerablemente más bajos que los de nuestros vecinos competidores, en parte por la ausencia de biotecnología. El potencial de cultivos y desarrollo pecuario en el altiplano boliviano no solo se ve limitado por la ausencia de programas de desarrollo, sino por la carencia de recursos humanos especializados.

 Nuestro nivel de industrialización es mínimo, pues seguimos siendo una economía primaria y en los servicios no hemos desarrollado valor ni diferenciación.

Debemos reformar la educación sin ideologizarla orientando la enseñanza primaria y la formación superior a las ciencias tecnológicas, la programación, la robótica, biogenética, la salud, medio ambiente, energías alternativas, la producción forestal sostenible, estas son las ciencias del futuro y que podrían convertir a Bolivia en un país cuyo desarrollo no dependa únicamente de la extracción de gas y la explotación de minerales. El país requiere una mejor educación para su desarrollo.