Monseñor René Leigue Cesari asumirá como Arzobispo Metropolitano de Santa Cruz de la Sierra este 23 de junio. Proveniente de una familia humilde, el nuevo pastor de la Iglesia abrió su corazón en una entrevista exclusiva con EL DEBER

5 de junio de 2022, 4:00 AM
5 de junio de 2022, 4:00 AM


Con la sencillez que lo caracteriza y abierto con la gente, el nuevo pastor de la Iglesia de Santa Cruz abrió su corazón para hablarle al pueblo en una entrevista con ELDEBER. “Aquí estoy” es precisamente es el lema que lo caracteriza y estará plasmado en el escudo que recibirá este 23 de junio, cuando asuma la conducción de la Iglesia cruceña.

El 22 de abril se conoció el nombramiento que le hizo el papa Francisco como arzobispo Metropolitano de Santa Cruz de la Sierra, noticia que lo tomó por sorpresa, tal como sucedió cuando lo nombraron obispo auxiliar.
Afirma que su labor será de servicio y su intención es trabajar buscando la unión entre bolivianos y la conciliación. Afirma con contundencia que la Iglesia no tiene colores políticos, pero tampoco puede hacerse de oídos sordos ante las injusticias.

¿Quién es René Leigue Cesari?
Es el primero de diez hijos (tres varones y siete mujeres) de una familia formada por Enrique Leigue Becerra y Candelaria Cesari, dedicada a la agricultura y proveniente de la Chiquitania.
Nací el 24 de marzo de 1967 en la comunidad Los Quemados, a orillas del río Grande. Recuerdo que el año 68 llegó un turbión que nos obligó a ir a otros lugares, como Montero y Hardeman, pero después de un año regresamos y nos instalamos a unas 50 hectáreas de nuestra comunidad. A ese lugar lo denominaron Nuevo Horizonte, en la provincia Warnes, porque era un nuevo inicio, una nueva vida después de la tragedia. 

¿Cómo fue su infancia?
Vivíamos en una casa de motacú, todos nos dedicábamos al trabajo en el campo. Mis padres sembraban arroz, maíz, yuca y todos debíamos colaborar.
Estudiábamos en la mañana y al mediodía el primero en llegar a la casa debía ponerse a moler arroz en tacú o a juntar leña para hacer fuego, para que cuando llegara mi mamá ya hubiera algo avanzado del almuerzo.
No había una comida favorita, se comía lo que había porque todos éramos conscientes de nuestra realidad. Rara vez podíamos servirnos sopa. Tampoco conocíamos el café ni el té en saquitos, generalmente, sacábamos hojas de palta, cogollo de mandarina, flor de colonia, paja de cedrón, eso era lo que tomábamos.
Por las noches nos dedicábamos a la tarea, con la ayuda de hasta dos mecheros nos acomodábamos para poder estudiar. A veces entre lágrimas porque el hollín de la llama llegaba hasta nuestros ojos o nariz.
Como hermano mayor tenía más responsabilidades que el resto y en caso de que alguna de mis hermanas se lastimara, yo tenía que responder por ello. 

¿Dónde y cómo se formó?
A nivel escolar, en mi comunidad estudié hasta segundo intermedio. Para terminar el bachillerato se debía ir hasta la ciudad, lo que me era imposible, por eso dejé de estudiar cuatro años.
Durante ese tiempo me dediqué a ayudar a mis padres, a buscar trabajos temporales entre los japoneses que tenían sembradíos de trigo, soya y maíz. Y aproveché para hacer mi confirmación con el sacerdote que iba hasta la comunidad, el padre Miguel Gould. Él fue el artífice de todo. 

Fueron años de huirle, de decirle que no, de rechazar su oferta de ayudarme a salir bachiller porque yo sabía que en realidad quería era encaminarme hacia la vida religiosa y lo terminó logrando.
Acepté trasladarme hasta la capital para terminar intermedio, ya para la secundaria el padre Miguel me propuso irme al seminario menor Espíritu Santo, en La Paz. Fue allá donde salí bachiller en 1989. El año siguiente ingresé al propedéutico en el seminario en Santa Cruz, lo pasé y cuando ya había cursado el primer año de filosofía recién me convencí de que estaba en el camino correcto. 

Nunca estuvo en mis planes el sacerdocio, ni cuando entré al seminario, ni cuando pasé filosofía.
Como seminarista, para las vacaciones iba a la casa del padre Miguel en Okinawa II, un día teníamos que ir a una comunidad más allá de Okinawa I. El clima era inestable, los caminos eran intransitables, pero el padre Miguel estaba convencido de ir y me llevó en su vehículo, dimos una vuelta por la cancha del pueblo tocando bocina y nos fuimos a un colegio a celebrar la misa. Hasta allí llegó la gente, entre el agua y todos los obstáculos. Fue en ese momento en el que me di cuenta de las ansias de las personas por encontrarse con Dios. Fue ese día que le dije a Dios: “si ves que esto es para mí, si ves que puedo hacer algo en esto, aquí estoy”.

¿Cuál es su trayectoria en la Iglesia?
En 1999 me ordené como sacerdote, pasé a la Pampa de la Isla a la Santísima Trinidad, estuve ahí un año de vicario y la primera experiencia como párroco la hice en Cristo Misionero, en el Plan 3.000 por un año y medio. Justo en ese entonces lo nombraron a cardenal a Julio Terrazas y se abrió la posibilidad de ir a Roma. 

El párroco de San Juan Bautista de Rossi, una parroquia en Roma, le pregunta en qué podemos apoyarle cardenal (Julio Terrazas) y él piensa en mi formación sacerdotal. Fue así que me envió a estudiar a Roma, estuve entre 2003 y 2004, y volví a Bolivia el 2005. Allá estudié la Teología Moral.
A mi retorno trabajé en la parroquia San José Obrero hasta 2011 y luego, en 2012, trabajé en la parroquia Virgen de Fátima, donde me llegó el nombramiento de obispo. En 2013 fue mi ordenación episcopal y desde entonces continúo trabajando hasta hoy, cuando me vuelven a sorprender con este compromiso de ser el Arzobispo de Santa Cruz. 

Lo consideran un indígena, ¿usted se identifica como tal?
No puedo negar mis raíces. Soy descendiente de una familia chiquitana.
¿Cómo fue su relación con el extinto cardenal Julio Terrazas?
Lo conocí cuando estaba en el seminario, pero nuestra relación era de pastor y de amigo. Con él recibí todos los ministerios, desde el lectorado, el acolitado, el diaconado, el sacerdocio y el episcopado.
Nunca busqué ser obispo, por eso cuando me nombraron fue una sorpresa muy grande. 

Hay quienes lo ven como el sucesor del cardenal...
Yo pienso que cada uno es único, lo tengo a él (cardenal) como un referente y todos sabemos su trayectoria. Lo mismo que el arzobispo Sergio Gualberti, tengo dos modelos, pero cada uno tiene su manera de ser y de hacer las cosas.
Yo voy a hacer lo que pueda, teniendo en cuenta la enseñanza de estos dos pastores. 

¿Cómo asume este nuevo compromiso como arzobispo?
Ahora debo ser la cabeza y con ello se viene toda la responsabilidad. Yo responderé de lo que se haga aquí, pero no como alguien que toma decisiones solo, sin preguntar a nadie, sino como un trabajo en conjunto más ahora que hablamos de la sinodalidad.
Porque sínodo es caminar juntos, trabajar unidos y por eso la decisión que tomemos será en conjunto. 

¿Cuáles serán sus primeras tareas como arzobispo?
Por hora continuar con lo que hay, pues estamos a medio año. Tenemos un plan parroquial, no puedo cortar lo que ya está planificado.
Por ahora voy a ser uno más de la comunidad eclesial de la Arquidiócesis de Santa Cruz y voy acompañar el camino trazado. Al año veremos de encaminar nuevas tareas. 

Haciendo un análisis sobre la coyuntura social y política, ¿cuáles son sus preocupaciones?
Como Iglesia lo primero que debemos de preocuparnos es de la parte pastoral, pero eso no significa que estamos fuera de lo social. Yo soy católico, obispo y ahora arzobispo, pero también soy un ciudadano y, como tal, tendré la palabra para decir algo sobre la sociedad misma. 

Cuando hablamos de Iglesia no solo vamos a hablar de cosas celestiales, sin pensar que estamos en esta realidad. Entonces hay que decir algo. Si hay una injusticia no nos podemos hacernos los ciegos, algo tenemos que decir. Dios es justo, nos quiere a todos, no quiere que nadie sufra y, si es así, algo hay que decir, pero eso no significa que se vaya en contra de alguien. Es la palabra de Dios que nos impulsa. 

La Iglesia es profeta y debe ser la que anuncia la buena noticia y denuncia lo que está mal. No se quiere el mal de nadie, sino el bien de todos, se trabaja por el bien común.
En este caso, en lo que es lo eclesial no hay colores políticos. Todos son bienvenidos y la palabra de Dios viene para todos. 

Hay un distanciamiento entre el Gobierno y la Iglesia, ¿el nuevo pastor tratará de revertir esto?
A la Iglesia no le corresponde meterse en política. Hay políticos para esa tarea. Nos corresponde hacer notar, desde la iglesia con la palabra de Dios para que se iluminen y evalúen las decisiones. 

Si nuestras autoridades lo tomaran así, como algo para reflexionar y actuar, no hubiera problema. La iglesia nunca se va a meter porque no le corresponde.
El mensaje nos dice: ama y serás amado, perdona y serás perdonado, no hagas a nadie lo que no quieres que te hagan. Algo nos dice el Señor a través de estas palabras.

 
¿Qué mensaje tiene para los jóvenes?
Que piensen en su vocación, en algo que les gusta. A la hora de formar una familia también deben analizarlo, porque es una vocación, incluso ahí se está fallando. Ya no hay un compromiso serio y es triste ver los casos de feminicidio, forman núcleos por obligación o por pasar el tiempo. Es hora de escuchar el corazón y la conciencia.