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30 de julio de 2024, 4:00 AM
30 de julio de 2024, 4:00 AM

La falta de legitimidad y reconocimiento es el sello con el que Nicolás Maduro ha sido proclamado ganador de las elecciones nacionales de Venezuela. Dos tercios de los países que se pronunciaron sobre estos comicios están entre los que no reconocen este resultado o, al menos, piden que se verifique y transparente el cómputo oficial. En síntesis, el sucesor de Hugo Chávez pretende entrar por la ventana y lo hace a la mala, con un rosario de irregularidades y bravuconadas que, por cierto, ya no son suficientes porque en las calles la gente está gritando “fraude electoral” y pidiendo que el actual presidente se vaya por irrespetar la voluntad popular.
No puede ser más oscuro este proceso para el poder socialista en Venezuela, porque hicieron todo mal. Creyeron que podían burlarse del pueblo y el poder del voto y le metieron nomás, como hace cinco años se hizo en Bolivia. Ya se sabe cómo le fue a Evo Morales, cuando la movilización pacífica de los ciudadanos en el país cuestionó el fraude y después exigió la salida del caudillo masista, que creía – igual que Maduro – que era amo y señor de la silla presidencial y que estaba por encima del bien y del mal.
Sin datos precisos que sustenten el supuesto triunfo de Maduro con el 51 por ciento, su Gobierno se ocupa ahora de hablar de golpe de estado, de perseguir a la opositora María Corina Machado (que ha sido el motor de esta revolución ciudadana) y, finalmente, de romper relaciones con países que no lo reconocen como presidente electo.
El chavismo está siguiendo un patrón, como lo siguieron Evo Morales y el MAS en 2019. Hay que recordar que, a medida que el órgano electoral recibía la información, hubo un apagón informático y que cuando se restableció (un día después) el cómputo era otro y se pretendía consolidar una reelección presidencial. Así está pasando en Venezuela: hubo un apagón electrónico y, al volver, se dijo que la tendencia “irreversible” favorecía al candidato Maduro. Habrá que darles la noticia de que esos argumentos ya solo los creen Maduro y sus seguidores, porque la ciudadanía está en las calles demandando que se respete su voto.
El régimen de Maduro cometió varias irregularidades en el proceso. Veamos algunas de ellas. Impidió que los venezolanos que viven fuera de este país (casi 8 millones de personas) puedan inscribirse y votar; también bloqueó el retorno de estas personas. Prohibió el ingreso de misiones de observadores, entre ellos, expresidentes de varios países a quienes no se les dejó despegar de Panamá. Hasta ese momento, un día antes de los comicios, ya las cosas olían muy mal y permitían anticipar lo peor.
La jornada fue cívica, pacífica y feliz. Los venezolanos acudieron masivamente a las urnas. Sin embargo, cuando las mesas empezaron a cerrarse, comenzó la pesadilla. Expulsaban a los testigos de la oposición, los colectivos paramilitares del chavismo salieron a las calles a amedrentar y, finalmente, impidieron que los representantes del principal partido de la oposición ingresen al Consejo Nacional Electoral.
El conteo al 80% no fue demostrado, fue simplemente anunciado por un vocero del órgano electoral. Decía que el resultado era “irreversible” y daba unas cifras que hasta ahora no tienen sustento. Un día después, no se ha hecho una auditoría y las actas electorales siguen sin aparecer.
Hay razones de sobra para dudar del resultado y para sumarse a las voces que exigen respeto por el pueblo venezolano, por su voto y su voluntad soberana.

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