La izquierda del MAS y la derecha del pueblo
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El MAS interpreta la actual coyuntura en los típicos términos de izquierda y derecha. Arce Catacora dijo públicamente la semana pasada que las próximas elecciones serán una contienda entre la derecha y la izquierda.
Esta manera de ver las cosas deja algunas dudas que nacen del propio desarrollo de la historia del capitalismo y de la modernidad tardía, en el sentido en que, por ejemplo, si yo estoy plena y absolutamente de acuerdo con la liberación femenina, con el matrimonio gay o con la protección de la naturaleza me hacen un hombre progresista, y en consecuencia, dado que progresismo se asociaba a izquierda, un hombre de izquierda.
Sin embargo, si soy un radical defensor de la propiedad privada, la libertad irrestricta de prensa y de pensamiento, para los actuales “progresistas de izquierda” soy irremediablemente un hombre de derecha, es decir, hoy es muy difícil encasillar los comportamientos tanto cotidianos como políticos en los estrechos márgenes doctrinales de lo que en el siglo XX se denominaba la izquierda y la derecha.
De hecho, el proletariado norteamericano es el primer defensor de las grandes corporaciones y centros de producción que les dieron un ingreso económico seguro y una estabilidad financiera duradera. En la realidad concreta del siglo XXI, los obreros están años luz de pretender suprimir a sus patrones capitalistas como sucedía desde el surgimiento del capitalismo.
Difícilmente podríamos decir que los obreros en los países capitalistas hoy en día se inscriben en los parámetros de la lucha de clases. La conciencia revolucionaria que definía la naturaleza de la izquierda ha sido sustituida por los grandes logros de la ciencia y la tecnología, y las épicas batallas hoy tienen como protagonistas centrales del desarrollo económico, social y cultural ya no harapientos obreros en guetos de pobreza, sino, ciudadanos en condominios dotados de alta tecnología.
Se estima que para el año 2030, un tercio de la producción mundial estará a cargo de robots inteligentes, de esos que no hacen pliegos petitorios ni declaran huelgas ni bloquean avenidas y que trabajan hasta 24 horas sin detenerse un minuto.
Permanecer aferrado a una concepción de la historia anclada en las derechas y las izquierdas es simplemente no haber reconocido ni una décima de la realidad que caracteriza el siglo XXI.
Hasta las expresiones derivadas de esas concepciones antagónicas se han deteriorado, es casi imposible encontrar posiciones antagónicas en la dinámica socioeconómica y política de la sociedad contemporánea. Todas las grandes diferencias han sido progresivamente cubiertas por el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Seguramente muchos podrían argüir, y con justa razón que el planeta está atestado de pobres, y es lamentablemente cierto, pero la pobreza del mundo actual no genera ideologías, genera indignados y estos detestan la política, los partidos les causan náuseas y las ideologías las asumen como un rosario de mentiras y medias verdades.
Lo que les preocupa ahora es su propia identidad, y esta no se define por intereses de clase, sino por expectativas, necesidades y frustraciones emergentes de su diario vivir y las propias características de su realidad cotidiana. Ya no hay obreros en el sentido del marxismo clásico, las organizaciones de las amas de casa tienen más poder que el sindicato de la fábrica de cervezas, la identidad de los LGTB pesa más que el ultimo manifiesto a la nación de algún político imaginativo, la identidad de los artistas ha sustituido la imagen del mundo polarizado y se burla de los políticos, etc.
Los grandes relatos de los siglos pasados, (el capitalismo, el socialismo, el liberalismo) han dejado de ser categorías que ordenan el comportamiento social de los jóvenes actuales, hoy su comportamiento social y político está ligado a formatos diferentes; el partido ha sido sustituido por la plataforma, el manifiesto por el mensaje en tiempo real. De los grandes movimientos colectivos hemos pasado a los grandes movimientos “conectivos” y las tecnologías del Poder están más ligadas a la inteligencia artificial que a la capacidad intelectual de los líderes, (lo que por cierto ha dado resultados desastrosos en la medida en que cualquier cretino puede ser hoy protagonista de la historia)
En medio de estas dramáticas transformaciones plantear que la situación del país pasa por decidir si me alineo con la derecha o con la izquierda es totalmente inocuo, por no decir absurdo. En las próximas elecciones cuanto puede interesarle a un joven de 18 años saber si sus expectativas son de derecha o de izquierda, cuando en realidad su nivel de información lo ponen por encima de cualquier castrante tipificación.
Para un joven votante lo que en realidad vale es la clara percepción de su libertad, de su independencia, de la satisfacción de sus necesidades y de la certeza de que todo lo que puede lograr depende del respeto irrestricto de sus derechos y no de unas doctrinas que hace rato dejaron de ser recetarios del destino.