15 de julio de 2022, 4:00 AM
15 de julio de 2022, 4:00 AM


La primera vez que me pasó, la tomé como una casualidad, una eventualidad producto del azar. Sin embargo, ya la he vivido más de un par de veces y estoy convencido de que no es cuestión de suerte. Me estoy refiriendo a la experiencia de que un título, una portada, un autor, un libro, de los que no tenía ninguna referencia o conocimiento, me elijan para que me zambulla en sus páginas y encuentre en sus contenidos coincidencias con capítulos de mi vida, respuestas que venía buscando en otros sitios, descripciones parecidas a mis vivencias, soluciones a inquietudes que me perturbaban en ese momento… episodios inexplicables, asombrosos, mágicos.

El escritor, editor y traductor Alberto Manguel, en su libro
Una historia de la lectura, señala: “…en gran medida mis encuentros con los libros han sido una cuestión de suerte, como los encuentros de esos desconocidos que se cruzan y que en el decimoquinto canto del Infierno de Dante ‘se miran unos a otros cuando la luz diurna se convierte en crepúsculo y aparece en el cielo una luna nueva’, y que, de repente, descubren un atractivo irresistible en un rasgo, en una mirada, en una palabra”.

Pregunté a otros amantes de libros, busqué en el internet experiencias semejantes y el fenómeno se repite con mucha frecuencia, sin ninguna explicación científica o racional convincente. En ocasiones, ocurre en los mesones de una librería, en los estantes de una biblioteca, con el regalo de un amigo o en la pila de libros pendientes por leer que uno tiene guardados y ya los había olvidado. El libro indicado se abre camino, y en el momento justo, despliega sus páginas frente a nuestros ojos para conversar con él.

No se puede negar que existen múltiples fuentes para informarnos de algunos nombres y que, sin ser plenamente conscientes, nuestra mente ya los tiene ubicados y nos ordena elegir. Pero, incluso ahí, hay un momento mágico, una fuerza poderosa que nos impulsa a preferir ese libro y no otro, ese título que nos llama, nos provoca, del que no sabemos nada y sin explicaciones justificadas, se baja de la estantería para irse con nosotros. Y lo más incomprensible, alguno de ellos termina por acompañarnos un tiempo largo, por marcarnos de una u otra forma o por cambiarnos la vida.
Laura Riñón Sirera, en su novela Amapolas en octubre, escribió: “Los libros nos eligen a nosotros, las obras esperan su turno hasta que estamos preparados para hacerlas nuestras. Frases o párrafos que se quedan para siempre en los lectores, y personajes a los que damos vida, que habitan en nuestro interior y que convertimos en confidentes espontáneos y en compañeros incondicionales”.

Como si existiera un guión previo, aparecen misteriosamente —de la nada—, ciertos libros que nos eligen y cual horóscopos perfectos, pueden predecir o vaticinar acontecimientos de la vida de sus lectores compulsivos. Carlos Ruiz Zafón intenta una explicación racional para estas acciones, aparentemente, involuntarias: “Los libros son espejos: solo se ve en ellos lo que uno ya lleva dentro”.

Yo quiero seguir creyendo, como en un autoengaño, que hay algo de magia y encantamiento en este misterio. Algunos libros llegan a nuestras vidas en el momento indicado y hay que estar atentos para cuando ellos nos escojan y sepamos leer el mensaje que está escrito solo para nosotros. No elegimos algunos de los libros que leemos, y tampoco todos los libros que escribimos, son ellos los que nos eligen.

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