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20 de julio de 2022, 4:00 AM
20 de julio de 2022, 4:00 AM

Rodrigo Lampasona Soruco

En la columna de opinión aparecida el día 6 de julio 2022 en el diario El Deber, en Santa Cruz-Bolivia, titulada “La mala hora de la quinua boliviana”, el economista Gary Rodríguez gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior – IBCE, se permite arremeter contra la producción de quinua orgánica boliviana con el objetivo de iniciar –suponemos– una campaña de publicidad basada en la desinformación para el lanzamiento de una “quinua tropicalizada” sobre la que no se tiene mayores antecedentes sobre su grado de modificación genética ni tampoco se conoce el paquete tecnológico que la acompaña.

Desgraciadamente el agronegocio, por boca del economista Rodríguez, irrumpe en una primera oleada comunicacional acometiendo contra uno de los productos alimenticios más queridos y emblemáticos de Bolivia, la quinua, y de paso ataca de manera torpe a los productores, ecologistas y consumidores conscientes que intentamos entender y aprender sobre los mejores métodos para cultivar y consumir alimentos sanos para nuestras familias.

El desarrollador de esta “nueva variedad de quinua”, el señor Marín Condori, ha informado a los medios que la nueva variedad tiene “altas posibilidades de rendimiento y es tolerante a las diversas enfermedades entre otras características, además de ser adaptable a las tierras orientales”.  Este nuevo producto agrícola tiene como nombre “Uagrm FINE” en reconocimiento a la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno que ha participado apoyando el proyecto desde hace años.

Una experiencia anterior realizada en Perú intentó cultivar la quinua de altura en tierras bajas, pero fue un fracaso ya que las plagas propias de esos climas y geografías diferentes, ocasionaron un enorme ataque de plagas que hicieron necesarias grandes cantidades de agroquímicos para combatirlas.  El resultado de todo esto es que en países vecinos que importan quinua desde el Perú se generó mucha desconfianza de parte de los consumidores en relación a este producto, especialmente cuando viene sin denominación de origen ni certificaciones.

Si este fuera el destino de la nueva “quinua tropicalizada” sembrada en los campos cruceños no habría manera de que sea considerada por los consumidores conscientes bolivianos como un producto seguro y saludable para la familia.

Volviendo al artículo de El Deber “La quinua boliviana en su mala hora”, con la intención de entregar con más fuerza su mensaje el economista del IBCE Rodríguez ha preferido criticar descarnadamente la producción ecológica de la quinua altiplánica boliviana y toda su cadena de valor, poniendo incluso en duda la denominación de origen de la Quinua Real, a fin de impulsar la nueva variedad tropicalizada.

La denominación de origen `Quinua Real del Altiplano Sur de Bolivia` ya es reconocida por la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y facilita el ingreso en términos arancelarios a países del Mercosur como Chile, por ejemplo.

Es así entonces como los consumidores de varios países pueden beneficiarse al consumir una quinua de calidad ecológica reconocida a nivel mundial por sus propiedades nutricionales y seguridad, al ser un cultivo que no precisa de agrotóxicos, es decir, es un producto orgánico que genera buenos ingresos a productores, exportadores, dividendos para Bolivia y ventajas para el consumidor.

Sobre el desarrollo en terreno de la “quinua tropicalizada” creada por el genetista Marín Condori aún no se sabe mucho pero claramente al IBCE le interesa promocionarla como otro `commodity`, similar a la soya transgénica, que en Bolivia ya acapara un millón de hectáreas con toda la carga tóxica que aquello implica por el uso del cancerígeno herbicida glifosato a lo que ahora se añade el no menos tóxico glufosinato de amonio, entre otros agrotóxicos.

Otro tema no menor es la propiedad de la nueva semilla de “quinua tropicalizada”: ¿a quién pertenece?, ¿qué registro tendrá?, resembrar, intercambiar?, ¿tiene patente?, ¿por cuántos años?, y si tiene patente ¿será que es muy diferente a la quinua natural que estamos acostumbrados a consumir?

Pensamos que tanto los ecologistas, consumidores, productores y organizaciones del campo debieran preocuparse de este tema y requerir a las autoridades y entidades participantes mayor información sobre la llamada “quinua tropicalizada” y solicitar al menos que se comuniquen los insumos químicos agrícolas que se utilizarán a fin de comprobar la seguridad del producto antes de llegar a la mesa de los bolivianos.

La “Mala Hora”, a la que alude el economista Rodríguez del IBCE en su desafortunado artículo, se da desde el momento en que la agroindustria ha puesto sus intereses sobre este noble alimento milenario.

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