La megafauna cuaternaria de Santa Cruz y La Guardia
Hace años, el conductor de un tractor que limpiaba el sendero donde pasaba el poliducto a Cochabamba, se topó con unos huesos diferentes, novedosos para él, a los que se conocía de algún basural de la zona.
Corría el año 2001 y me hallaba recién operado, lo que imposibilitaba mi presencia personal en el sitio, pero felizmente colegas del museo Noel Kempff Mercado de la UAGRM, profesionales como Huáscar Azurduy, Antonio Rojas y Andrés Arauz, prontamente se apersonaron, fueron directamente al camino que de La Guardia va a la antena, y al ver el hallazgo, a medida que iban saliendo los huesos, notaron que se trataba de un animal prehistórico, de la llamada megafauna cuaternaria que pululó nuestros campos entre los 20.000 y 6.000 años atrás.
La denominada megafauna, compuesta por animales que pesaban alrededor de una tonelada y vivían en biozonas muy parecidas a las actuales, eran bestias que en gran variedad y cantidad ramoneaban la amplia vegetación, o cazaban a sus ocasionales presas del vecindario faunístico.
Los huesos encontrados estaban sobre una arcilla semi-consolidada, donde se encontró la singular sepultura de un animal de cuatro o más metros de altura ‒el omoplato mide 70 cm. Por supuesto la municipalidad de La Guardia estaba al tanto de la exhumación e inclusive pudimos hacer una réplica pequeña del Megaterio, que así se llama el descomunal mamífero, pariente del perezoso actual, además de hacer un pequeño muestrario de los huesos allí encontrados en la Casa de la Cultura de La Guardia.
Estábamos alertados de que en nuestras pampas o estribaciones del subandino, se habrían encontrado varios sitios con huesos de estos inigualables animales, tan grandes como los reptiles dinosaurios de millones de años, más antiguos, y que sus huesos están cerca de allí, en los ríos Elvira, Blanco, Mataracú, Macuñucú, en la serranía del Amboró.
Los que hoy relatamos son mamíferos, no dinosaurios, y aparecieron en El Torno, La Bélgica, Cotoca, Charagua , más al sur, en Cuevo o Ñuapua, en el Chaco chuquisaqueño, y su variedad es muy grande pues incluye felinos (tigre diente de sable), toxodontes, proboscideos (parientes de los elefantes), macrauchenia, equínidos, gliptodontes (pariente del actual tatú), roedores, camélidos (llamas antiguas), etc., fauna que desapareció totalmente dejando sus fósiles en cantidades apreciables como las de Tarija o las del altiplano paceño, o el mismo Ñuapua.
Como estudioso del tema, creo que la cantidad y majestuosidad de los hallazgos de La Guardia, y su importancia científica, hacen imprescindible que los habitantes de Santa Cruz conozcan aún más como fueron esos animales, cómo vivieron, de qué se alimentaban, en un museo donde haya actividad investigativa pero a su vez podamos hacer un parque temático, con réplicas o estatuas de animales a escala natural para que sean impactantes como los son los dinosaurios de CalOrcko en Sucre, que junto a sus huellas están perpetuados para el solaz de los visitantes.
La Guardia, así llamada por la soldadesca que había en la colonia y que servía de alarma ante cualquier intromisión sospechosa de bandidos o de Chiriguanos belicosos, ha ejercido la función también de guardar por milenios estos fósiles, y es meritoria de una iniciativa que permita reunir los animales más representativos en un parque temático que sería un atractivo muy grande para todos los habitantes cercanos y lejanos de esa ciudad, que hoy merece tener una atractivo sensacional que a la vez que protege este gran patrimonio, apoye económicamente a las familias de guardieños que verían incrementado el turismo a la zona.
Sueño, no puedo evitarlo, y me imagino ya las imponentes estatuas de los megaterios, gliptodontes, taxodontes, o los “elefantes”, visitados por niños que contemplen asombrados semejantes animales que, si no hubiera sido por cambios climáticos previos y la disruptiva llegada del hombre, hoy los tendríamos caminando entre nosotros.
Mario Suárez Riglos es Historiador
