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29 de noviembre de 2024, 3:00 AM
29 de noviembre de 2024, 3:00 AM

Pablo Mariscal

Este año América Latina vivió importantes elecciones que alimentan el debate geopolítico en un mundo que parece partido en dos, liderados por Estados Unidos y China. Ya con la victoria de Donald Trump este año, o la de Javier Milei en 2023, parecía que las derechas latinoamericanas avanzarían, sin embargo, esto no sucedió.

El 2 de junio, México eligió a su primera presidenta mujer, la izquierdista Claudia Sheinbaum, con una aplastante victoria de casi 60% de votos para su partido, Morena, frente a su contrincante opositora Xóchitl Gálvez, que alcanzó apenas el 27% de votos, pese a presentarse como una coalición entre los partidos tradicionales PRI, PAN y PRD.

En Uruguay, el 24 de noviembre fue electo en segunda vuelta el también izquierdista Yamandú Orsi, del Frente Amplio, ganando al candidato oficialista de derecha, Álvaro Delgado, del Partido Nacional, también conocido como el Partido Blanco. Orsi ratificó su victoria, cuando en primera vuelta alcanzó el 46% de los votos, frente al 28% obtenido por Delgado.

Finalmente, en Chile se llevaron a cabo elecciones regionales el 26 y 27 de octubre, y segunda vuelta de gobernadores el 24 de noviembre, siendo el único país en el que la derecha tradicional ganó terreno logrando seis de las 16 gobernaciones. Sin embargo, no fue suficiente para desplazar a la izquierda y centro izquierda, que se hizo de ocho gobernaciones. El gran perdedor fue José Antonio Kast, el ultraderechista que perdió la segunda vuelta frente a Gabriel Boric en 2021, ya que su Partido Republicano no logró ninguna gobernación. Estas elecciones marcan la antesala para las elecciones generales que vivirá Chile el 16 de noviembre de 2025.

Es interesante ver que los electores latinoamericanos apuestan por la moderación por encima de la polarización, ya sea que eligieran hacia la izquierda, como en México y Uruguay, o el avance de la derecha en Chile, y dejando de lado los radicalismos, contrariamente a lo que pasa en Europa, donde la extrema derecha con tintes incluso fascistas avanza fuertemente.

¿Qué aprendemos los bolivianos de estos resultados? Primero, vemos al MAS que atraviesa por una guerra interna entre los radicales, comandados por Evo Morales y las federaciones de cocaleros del Trópico, y los renovadores, que buscan la reelección del presidente Luis Arce. A estas alturas, una reconciliación de cara a las elecciones de 2025 se ve imposible.

Por otro lado, la oposición, que aglutina a bandos de todo tipo del espectro político, desde una centro izquierda moderada, centro derecha y extrema derecha, nuevamente tiene la difícil tarea de unificar una sola candidatura. Otra vez escuchamos entre sus precandidatos a viejos políticos de la época del neoliberalismo, como Jorge Quiroga (ex ADN y Podemos), Samuel Doria Medina (ex MIR y Unidad Nacional), Manfred Reyes Villa (ex ADN y NFR), Carlos Mesa (ex MNR). Por otro lado, tenemos a la extrema derecha con precandidatos como Luis Fernando Camacho, gobernador de Santa Cruz y el empresario Branko Marinković. En el primer caso, recibió una dura derrota en 2020, cuando no pudo lograr ninguna diputación fuera de Santa Cruz.

En cualquier caso, parece más probable que los electores bolivianos mantengan la tendencia latinoamericana que muestra moderación, hoy golpeada por una fuerte inflación que socaba el poder adquisitivo de las familias. El reto para los políticos es aún más fuerte, en el entendido de que una vez inicie gobierno, gane quien gane, puede incluso agravar más la situación actual.

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