23 de septiembre de 2022, 4:00 AM
23 de septiembre de 2022, 4:00 AM


De casualidad, escuché un podcast en inglés de la Asociación Americana de Humor Terapéutico (AATH) donde un psicólogo clínico norteamericano, Steven Sultanoff, explica que “el humor terapéutico utiliza el ingenio humorístico como una herramienta en entornos terapéuticos para aportar una nueva perspectiva al pensamiento negativo de un paciente”. Esto se logra aprovechando las respuestas positivas al humor en el tratamiento de diversas dificultades de salud mental. Se incluyen desde chistes, hasta la identificación de lo absurdo de las situaciones, parafraseo, dramatizaciones, simplificaciones, giros de significados, anécdotas jocosas, juego de palabras, uso de dobles significados, ejemplos de pensamientos ilógicos y exageraciones.

El resultado que se obtiene es una experiencia emocional positiva compartida por terapeuta y cliente, que abarcaría desde una empatía silenciosa hasta la carcajada. Estas técnicas, usadas de forma espontánea o intencional, conducen a la mejora de la autocomprensión y la conducta de los pacientes.

Hay suficientes estudios para poder afirmar que entre los beneficios del humor están: alivio del dolor, aumento de la calidad de vida en pacientes terminales, mejorías en la actividad celular de las natural killers (primera defensa inmunitaria) y mejorías en las estrategias de afrontamiento del estrés.

El humor permite crear una atmósfera más relajada que propicia la comunicación de temas peliagudos, ayuda a entender los conflictos y facilita la expresión de sentimientos de forma segura y no amenazante. A través del humor podemos aceptar la realidad y sus imperfecciones, disminuir la tensión del proceso, tratar temas dolorosos y expresar afectos que, en otras circunstancias, evitaríamos.

Salvando las diferencias y extrapolando estos conceptos y teorías del ámbito terapéutico hacia el entorno social y colectivo, creo que, en la actualidad y en la era de la comunicación digital, algo de esto explica los ocurrentes contenidos de memes, videos y textos que circulan a través de las redes sociales. El ingenio de la gente, aún en los momentos de angustia y desazón, encuentra una perspectiva socarrona de los temas para insuflarse algo de ánimo y reírse de su suerte.

El carácter transgresor e incómodo del sarcasmo, la caricatura, el ridículo, la ironía, la sátira, la parodia, el chiste o la broma en el humor popular, es un arma eficaz de crítica y censura contra el poder establecido. Pero, también, como ha sido estudiado en la terapia, puede ser un bálsamo o remedio para sobrellevar las ansiedades, disolver angustias, reducir los miedos, reflexionar sobre problemas colectivos o tener nuevas lecturas de la realidad.

Una de las secciones de una revista que leía en mi infancia, Selecciones del Reader’s Digest, se llamaba La risa, remedio infalible y sus píldoras cómicas iban más allá de lo estrictamente distractivo, permitían reflexionar, tomar conciencia y posibilitar algún cambio -en la mirada o en la acción-, después de su lectura. Ante las evidencias científicas expuestas y la necesidad de soportar tanta payasada y bufonada de esta cruda realidad en Sucupira y sus alrededores, parece que, para sobrevivir, tendremos que tomarnos el humor más en serio.

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