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16 de octubre de 2024, 3:00 AM
16 de octubre de 2024, 3:00 AM

En un ciclo que parece interminable, los pacientes que madrugan en busca de atención médica se ven una vez más enfrentados a la amarga realidad de hospitales cerrados por paros. La historia se repite, y en esta ocasión, el eco de las demandas de los trabajadores de la salud resuena en los corredores de los nosocomios de Santa Cruz. Las puertas cerradas y los avisos de huelga se han convertido en una constante que afecta a los más vulnerables: los pacientes que, con esperanzas depositadas en una consulta, se encuentran con la desazón de ver sus citas reprogramadas indefinidamente.​

En lo que va del año, más de un mes y medio de paros han perturbado la atención en el sistema de salud pública. Este miércoles, los trabajadores cumplen su segundo día de un paro de 48 horas, al que se sumarán nuevas movilizaciones el jueves y viernes, dejando sin atención a miles de personas. Las razones son claras: la exigencia del pago de sueldos atrasados y la protesta contra los descuentos en los bonos de antigüedad. Sin embargo, en esta lucha, los pacientes se convierten en las verdaderas víctimas, sufriendo las consecuencias de conflictos que no han provocado.

Cada testimonio resuena con frustración. La decepción de los pacientes es palpable al encontrar un cartel que le informa del paro, una situación que no es nueva. Otro paciente, que madrugó para obtener una ficha para el cardiólogo, comparte su desilusión al verse obligado a reprogramar su cita una vez más. El ciclo de espera y reprogramación se ha convertido en una rutina desgastante para quienes dependen del sistema de salud.

El panorama se complica aún más cuando observamos la cadencia de paros que han marcado el año. Desde huelgas en contra de la jubilación forzosa hasta demandas por mejores condiciones laborales, el sector salud se encuentra en un estado de agitación permanente. Cada movilización trae consigo un costo humano, un sufrimiento que se suma a la lista de quienes necesitan atención médica urgente. La interrupción de servicios afecta no solo a los hospitales públicos, sino también a la seguridad social y otros niveles de atención, evidenciando la fragilidad del sistema ante la falta de diálogo y solución a los problemas planteados por los trabajadores de la salud.

Las autoridades, por su parte, han sido señaladas como responsables de esta crisis. La falta de atención a las demandas de los trabajadores ha llevado a la repetición de este ciclo de paros, donde cada protesta se convierte en una respuesta a la inacción gubernamental. Los trabajadores de salud han exigido lo que parece un derecho básico: salarios justos y condiciones adecuadas para atender a la población.

Mientras tanto, la Defensoría del Pueblo intenta mediar en un conflicto que debería resolverse con voluntad política y compromisos claros. Sin embargo, la realidad es que los pacientes, quienes solo buscan atención y alivio, se ven atrapados en un juego de poder que ignora sus necesidades. La historia se repite, y con cada ciclo de paros, se reitera la urgencia de un cambio en la gestión del sistema de salud, donde la atención al paciente no sea un daño colateral en la lucha por derechos laborales. La salud es un derecho, y no debería ser un campo de batalla.

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