Opinión

¿La salud o la vida?

17 de mayo de 2020, 3:00 AM
17 de mayo de 2020, 3:00 AM

                         

El gobierno nacional de Jeanine Áñez autorizó el uso de la Ivermectina para el tratamiento de pacientes con coronavirus, y lo calificó además como un medicamento esencial. Sin embargo, el uso bajo recetario en comprimidos de tres y seis miligramos, debe hacerse previo consentimiento informado del paciente. La Organización Mundial de la Salud (OMS), aclaró que la Ivermectina es un fármaco de uso humano que sirve para eliminar parásitos, aunque no está autorizado para el tratamiento en casos de coronavirus.

La decisión sin precedentes del gobierno boliviano puede cambiar en parte no sólo el rumbo de la pandemia sino además acelerar la llegada de la “nueva normalidad” y la recuperación gradual de la economía nacional. El gobierno parece haber tomado en cuenta las sugerencias de varios profesionales de la salud, a la cabeza del doctor Herland Vaca Díez Busch, nefrólogo y especializado en trasplante y tratamiento de insuficiencia renal, quién se mostraba convencido de que el Covid-19 podía ser tratado con medicamentos que ya habían sido usados en otras epidemias, con resultados positivos.

El doctor Vaca Díez sugería que no hay que tener miedo, ni esperar que las soluciones siempre vengan de afuera (del exterior), y que Bolivia tenía el capital humano formado como para lanzarse a combatir el coronavirus. Esta preocupación se puso de relieve cuando los números de contagiados y fallecidos se disparaban en el departamento de Santa Cruz. Los medicamentos que podrían combatir el Covid-19 serían la Ivermectina, Hidroxicloriquina, Azitromicina, entre otros, que existen en el mercado nacional, a muy bajo costo. Estos fármacos estarían autorizados además por la oficina especializada de EEUU (administración de alimentos y drogas) y se vienen usando, por ejemplo, en la República Dominicana.

Los desafíos del doctor Vaca Díez y la autorización del gobierno para el uso de este producto, llegan en el momento histórico preciso en que el Covid-19 hace de las suyas y tiene de rodillas a la humanidad, y la única vacuna disponible es el barbijo, lavado de manos con agua y jabón y el distanciamiento social. Y como se trata de un virus desconocido, había que esperar que las investigaciones y los científicos (externos) descubran cómo contrarrestamos los avances letales del Covid-19.

La autorización del uso de la Ivermectina constituye no sólo una llamada de atención a los diferentes equipos científicos nacionales e internacionales, sino también ayudará a despejar el dilema del ciudadano entre resignarse a la muerte y probar (suerte) con medicamentos de los pobres, como los ha bautizado el doctor Vaca Díez. A no hacer nada, cualquier experimento (por más audaz que parezca) siempre será bienvenido, y si ayuda a salvar la vida, se puede convertir en una bendición. Sin embargo, hay que ser conscientes de que las grandes industrias farmacéuticas pueden objetar y boicotear cualquier iniciativa local que atente contra sus intereses, que no siempre coinciden con los intereses de la población consumidora de sus medicamentos.  

La comunidad científica tiene la palabra y se espera que no se oponga a los avances (nada conservadores), que se hacen desde este otro rincón del mundo. La ciencia y los científicos son los llamados a contrarrestar el coronavirus y la industria farmacéutica su producción y comercialización. En realidad la Organización Mundial de la Salud no tiene autoridad moral para oponerse, porque tampoco tiene algo concreto que ofrecer, salvo la higiene y el distanciamiento social.

La autorización del uso de la Ivermectina y la posibilidad de ampliar a otros medicamentos que existen en el mercado nacional, puede cambiar el actual estado de cosas y comenzar a salvaguardar la vida, aunque sea con medicamentos de uso veterinario. Lo irracional era no hacer nada, mirar de brazos cruzado y seguir buscando cómo preservar la salud, pero perdiendo la vida.

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