Opinión

La suerte en la política

23 de septiembre de 2020, 5:00 AM
23 de septiembre de 2020, 5:00 AM

El azar, o también llamada suerte en política, tiene una historia muy larga; uno de sus cultivadores y críticos al mismo tiempo fue Maquiavelo. Decía que la vida en política se trataba de combinar la suerte con la habilidad por controlar los acontecimientos. Si un político se dedicaba estrictamente a una sola de las cualidades mencionadas, entonces se corrían muchos riesgos al querer mantener el poder.

Por lo tanto, la tesis de fondo era que hay que analizar la habilidad de los gobernantes para controlar los acontecimientos y si de paso se hacen con un poco de suerte, mejor que mejor, con la advertencia de que si un político no es capaz de adaptarse a las cambiantes circunstancias del tiempo entonces corre el riesgo de ser barrido por el contexto. Aquí llegamos a la reflexión sobre algunas de las candidaturas a la Presidencia para el 18 de octubre próximo.

Primero el año pasado, Carlos Mesa tuvo la suerte de que Camacho lo incluyera en sus plegarias en los últimos cabildos antes de la elección, para volcar el voto cruceño a su favor y ganar en ese departamento; Óscar Ortiz tuvo la mala suerte entonces de que apareciera Camacho y le empezara a disputar el liderazgo político departamental a los Demócratas; a su vez Camacho tuvo la buena suerte de que la percepción sobre los partidos y sus líderes está en su peor momento, por eso la iniciativa de oposición política al MAS estaba en la calle, y qué mejor desde el Comité Cívico. Por su parte, Evo Morales tuvo la mala suerte de que el tema central para el electorado fuera lo político, mientras trataba de decirnos que era la economía y sus grandes obras, en un contexto en que no se vislumbraba la crisis económica que se enfrenta ahora. Es decir, ninguno supo tener la virtud de administrar las circunstancias, todos sucumbieron a sus circunstancias.

Hoy, Carlos Mesa busca tener la buena suerte del año pasado, para eso en Comunidad Ciudadana decidieron creer que el electorado es racional y sabe lo que quiere, dividiendo el mundo entre los listos y los demás obtusos que no lo escogen. Jeanine Áñez, entonces reemplazo de Ortiz, tuvo la suerte, en todo el sentido de la palabra, de llegar hasta donde está, pero no supo siquiera aprovecharla bien y terminó por salir de manera atropellada hace poco del juego electoral. Por su parte, el MAS tiene hoy la buena suerte de que no sea tanto la política la preocupación más extendida del electorado, sino la economía, y de paso que Evo Morales prácticamente sea desplazado del mapa electoral.

Si estuviéramos en un contexto en que los políticos no apostarían tanto a la suerte, tenderían un cable de conexión directa con las necesidades de la gente, apostarían a buscar soluciones y se harían por fin cargo de sus problemas y responsabilidades históricas. Desafortunadamente no estamos en ese escenario, la inacción y la estridencia discursiva es la que domina y se alimenta casi gratuitamente por la grieta masista o antimasista que se busca exacerbar. Sobre esto último los politólogos tenemos dos palabras aburridas: el pluralismo polarizado, es decir, muchas burbujas sociales, pero todas aisladas entre sí, sin intención de comunicarse unas con otras. Aquí el primero que explote esas burbujas y tienda puentes, habrá superado la barrera de la transición política.

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