Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) sistematizó los datos de Santa Cruz y Beni, que acaparan 93% del área afectada en los primeros siete meses del año. El monitoreo satelital registró 749 mil hectáreas ‘tocadas’ por el fuego

16 de agosto de 2021, 9:12 AM
16 de agosto de 2021, 9:12 AM

Este reporte es “antes de la época crítica”, aclaró Armando Rodríguez, especialista en teledetección, en la Dirección de Proyectos de Conservación de Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), enfatizando en que abarca el periodo comprendido entre enero y julio de 2021.

FAN dio a conocer su más reciente informe sobre los incendios forestales en el país. Las conclusiones: 749 mil hectáreas quemadas hasta el 31 de julio de este año en Beni y Santa Cruz, acaparando ambos departamentos el 93% del total nacional. Hasta esa fecha, Beni registró aproximadamente 600 mil hectáreas, el 75%, y Santa Cruz 137 mil hectáreas, es decir el 18%.

La cantidad de territorio afectado se acercaría al millón de hectáreas, considerando que, hasta los primeros diez días de agosto, la Gobernación de Santa Cruz ya hablaba de aproximadamente 200 mil hectáreas.

El monitoreo de la Fundación para la Conservación del Bosque Seco Chiquitano (FCBC) hasta el 12 de agosto, estableció que la superficie quemada alcanzaba 226.609 hectáreas, la mayor parte en San Matías, con más de 186 mil hectáreas; seguida por Tucabaca (Roboré), con más de 17.500 hectáreas; luego por Otuquis, con casi 12 mil; Laguna Concepción, con más de 7.600; y comunidad Candelaria, con más de tres mil hectáreas.

El dato desconcertante es Beni, que casi no apareció en el panorama noticioso, pero que tiene cifras por encima de Santa Cruz. Según Rodríguez, esto se debe a que la ocurrencia de las quemas en Beni se distribuyó a lo largo de los meses del año, a diferencia de Santa Cruz, donde se reportaron incendios en grandes áreas, pero en un menor rango de tiempo, con una continuidad de entre siete y diez días.

La mayor superficie quemada en el país se concentró en los meses de junio y julio, mostrando un incremento de 62%, en comparación con 2020, y de 48% con respecto a 2019, para el mismo periodo de análisis.

Del total nacional de este año en áreas quemadas, hasta julio, el 89% correspondía a superficies quemadas en áreas no boscosas (pasturas, arbusto y herbazales), 8% en áreas de uso agropecuario, y 3% en áreas boscosas.

El experto de FAN explicó que hay un incremento bastante notorio -en estos años- de quemas en áreas agropecuarias. Cree que tiene que ver con las restricciones de las autorizaciones para las quemas, lo que ocasiona que el trabajo con el fuego se adelante.

“Nuestras gráficas muestran que los meses anteriores (de 2021), a diferencia de los años 2019 y 2020, son superiores, tratando de apurarse y no llegar al último mes de permiso de quemas”, explicó Rodríguez.

La información de FAN apuntó a que las áreas quemadas en el país en bosque (sin contar aún San Matías y Tucabaca) sumaron más de 24 mil hectáreas hasta el 31 de julio de 2021, concentrando la mayor superficie afectada en los meses de junio y julio. En comparación a los años anteriores, la superficie total quemada en bosque en 2021 mostró un incremento de 72% con respecto a 2020, y un incremento de 32% con respecto a 2019.

Según la FCBC, entre los años 2019 y 2020 se quemaron en Santa Cruz 5,9 millones de hectáreas, afectando a 3,5 millones de ha (59%) de bosques; dos millones de ha (34%) de áreas no boscosas (sabanas, vegetación herbácea arbustiva y chaparrales); y casi 400 mil ha (6%) de áreas agropecuarias o deforestadas (antrópico).
Entre 2019 y 2020, la recurrencia de estos incendios en el año 2020 fue de 366.654 ha (17%) que se volvieron a quemar.

Sobre las áreas que se queman de forma recurrente, Rodríguez explicó que el fuego siempre pasa por Otuquis, aunque en diferentes magnitudes desde el año 2000. En segundo lugar de recurrencia ubicó a San Matías, por el tipo de vegetación, pantanal y cerrado. El tercer lugar lo dio a las sabanas de Beni, cerca de Trinidad, al sur, que se queman todos los años.

Rodríguez explicó que, si bien la memoria colectiva recuerda más el incendio de 2019, fue de mayor magnitud el de 2010 en cuanto a extensión, con la diferencia de que hubo menos impacto mediático y de redes sociales.

Relación entre años

Sobre las declaraciones de Omar Quiroga, director nacional de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT), de que este año se registraron menos incendios con relación al año pasado, FAN confirmó que, al menos en Santa Cruz, en el periodo de enero a julio, en 2019 se anotaron 107 mil hectáreas quemadas; 72 mil hectáreas en 2020; y 137 mil hectáreas en 2021.

Sin embargo, Alcides Vadillo, director regional Santa Cruz de la Fundación Tierra, cuestionó que, bajo esa línea, no solo parece una competencia, sino que se están normalizando los incendios forestales, un tema que levanta ronchas.

“Es como si fuera normal que haya incendios todos los años y que, si hubo menos incendios este 2021, entonces hay ganancia. Por Dios, no es normal, no son parte de las actividades naturales, son consecuencias de lo que hacemos. No podemos caer en ese tipo de barbaridades”, dijo.

El titular regional de Fundación Tierra aceptó que, si bien sirve como elemento de referencia, justamente en los primeros días de agosto el fuego se disparó.

Chiquitania, la víctima

María Teresa Vargas, directora de la Fundación Natura, tocó el tema de los incendios desde la perspectiva de cómo afecta la disponibilidad del agua, siendo la Chiquitania una zona que es azotada por la sequía en los últimos años.

Hay tres efectos directos del fuego. En la infraestructura de agua, que se destruye; en el bosque, que pierde la función catalizadora de efecto esponja; y, por último, se contaminan las fuentes de agua y hay presencia de cenizas en el agua, con un nivel ácido que hace casi intomable el líquido vital para los seres humanos y los animales. Son los efectos que hemos medido”, informó.

La organización Apoyo Para el Campesino-Indígena del Oriente Boliviano (Apcob) realizó un informe sobre la vulnerabilidad del bosque y el sistema de vida de las comunidades chiquitanas ante el fuego.

La investigación dejó en evidencia que la zona ya desde antes sufre los efectos del cambio climático, como la prolongada y cada vez más frecuente sequía, y que, con la arremetida de los incendios, sobre todo de la magnitud de los sucedidos en 2019, se ve afectada la cobertura boscosa que ofrece un sinfín de bondades, por su relación ecosistémica.

El aprovisionamiento de agua, de madera, de alimentos, de plantas medicinales, la regulación de la temperatura, de los suelos, de las plagas y de las enfermedades, todos estos factores se supeditan a la salud del bosque. Comunidades como Lomerío y Monte Verde son altamente dependientes de los servicios que se generan en los ecosistemas. Un ejemplo, las plantaciones de copaibo de Monte Verde.