Opinión

La teoría del golpe

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1 de diciembre de 2020, 7:28 AM
1 de diciembre de 2020, 7:28 AM

Renzo Abruzzese - Sociólogo 

Cuando Evo Morales fugó y el régimen de catorce años se desplomó como un castillo de naipes, la inmensa mayoría de los ciudadanos tuvimos la seguridad de que habíamos logrado un resultado irreversible, y que en función de ello la restitución del estado de derecho era proporcional al poderoso movimiento ciudadano que sacudió el letargo social que Evo y el MAS impusieron por casi tres lustros. Hoy, como producto de un hechizo de magia negra presenciamos el retorno de los artilugios que el MAS se había acostumbrado a ejecutar. Volvió la persecución, la judicialización, los corruptos salieron de las cárceles y el mensaje es claro: no importa lo que hagas te defendemos. Los terroristas se benefician con libertad, el racismo renace como el ave fénix, la polarización es alimentada por todos los medios y una sombra de temor empieza a cubrir la epidermis social. Mucho más pronto de lo esperado el gobierno emite mensajes que son claramente discernibles para el ciudadano de a pie, incluso para las mismas FF.AA. y la policía: nadie está libre del poder del MAS. Ese es el mensaje.

El discurso oficial no ha cambiado un ápice. Seguimos rememorando los 14 años de bonanza, los bonos, el desarrollo, la “estabilidad” y todo parece que gira sobre el mismo eje discursivo: la Bolivia triunfal de Evo. En el imaginario colectivo empiezan los contrastes producto de cierta confusión, confusión que es el primer paso en el proyectado retorno del caudillo.

Para que todo esto termine en la figura de Evo Morales, y para que el actual mandatario pueda pasar a la historia con cierta personalidad propia más allá de Evo, se necesita una narrativa que permita aceptar que nada realmente cambió, y que, los cuatro millones de ciudadanos que salieron a las calles para sacar del gobierno a Morales, en octubre pasado, nunca fueron en realidad lo que fueron. La condición fáctica de este artilugio pasa por instalar en la conciencia ciudadana que Morales nunca fugó, que la renuncia fue un accidente, que el congreso nunca debatió y acepto la renuncia, que no fueron los dos tercios masistas los que en realidad gobernaron el periodo de transición, y que las FF.AA. no salieron a reprimir a los vándalos masistas, paramilitares y mercenarios para proteger la ciudadanía, sino, que fueron agentes de la derecha con la expresa orden de masacrar el pueblo. En pocas palabras, el intento pasa por borrar de la memoria colectiva el momento de la historia en que la ciudadanía le ganó la batalla al despotismo masista y que, todo fue producto de un golpe.

Para que el retorno del caudillo se produzca y se rodee de un halo de naturalidad y legitimidad social, se necesita no solo una gran cantidad de postverdades, sino, la certeza de que la gran mayoría del pueblo cree en la teoría del golpe.

Entre que se extreman los esfuerzos por imponer en la subjetividad social el discurso masista en torno a la salida de su jefe, negando el poder ciudadano que lo obligó a fugar, Morales prepara el terreno palmo a palmo y en un trabajo minucioso y de hormiga. Las elecciones subnacionales le otorgarán gran parte del control territorial, el Congreso suprimió los dos tercios, fracturaron las filas de CREMOS, intentarán hacerlo con las bancadas del CC. El movimiento ciudadano se ha desarticulado como efecto de la transición y los errores de Áñez, y el MAS, internamente recompone sus cuadros en un esfuerzo por darse una fachada renovada y democrática. 

Los partidos de oposición no logran articular un mínimo de poder que le permita frenar el impulso masista, ni dentro, ni fuera del Congreso. La ciudadanía percibe que todo el esfuerzo de la resistencia se diluyó en manos de las ambiciones personales, grupales y corporativas que facilitaron la victoria de Arce Catacora, y que, en poco, le devolverán la legitimidad del control municipal y gobernaciones al MAS. No se augura en consecuencia un futuro prometedor, y las señales en todas las esferas empiezan a marcar en rojo. La posibilidad de un Evo gobernando, la ineptitud de los políticos y la crisis general que experimentamos no parecen presagiar muy buenos tiempos, y algo nos grita, fueros adentro, que quizá tenemos lo que nos merecemos.

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