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29 de septiembre de 2024, 4:00 AM
29 de septiembre de 2024, 4:00 AM

Rolando Tellería A.

En varias oportunidades habíamos enfatizado que, cuando los problemas de la política, y sus soluciones, no fluyen y no son procesados por los canales institucionales, la política se traslada a las calles.

Las calles, entonces, toman un protagonismo de primer orden, pues la política se define en las calles. En ese escenario, de acuerdo con los recursos de fuerza y violencia, se imponen salidas y soluciones.

Eso sucedió, por ejemplo, en octubre y noviembre del 2019. Fue la protesta en las calles que dejan acorralado el ex presidente Morales, quien, como en un callejón sin salida, debe dejar abruptamente el poder. Considero, dicho sea de paso, poco racionales aquellas versiones que ignoran la fuerza de las calles y sostienen que fue un “golpe de Estado”. Con las disculpas del caso, esas versiones están cargadas de una enorme estupidez y un descomunal fanatismo.

Ahora, en las circunstancias actuales, tomando en cuenta que ya no tiene otras alternativas para habilitar su candidatura, Morales y compañía, deciden esa opción, pues es lo último que les queda. Pelear e imponer la candidatura en las calles, a través de marchas, bloqueos y convulsión social.

En ese orden, planificaron y decidieron, la “marcha para salvar Bolivia”, como la “madre de las batallas”. Con mala lectura, apostaron a su éxito. Esta, debía lograr la renuncia del primer y segundo mandatario, para que el tercero, Andrónico Rodríguez, asuma la presidencia, en sucesión constitucional, habilite a Morales y convoque a elecciones. Ese fue el cálculo político de inicio. La marcha era, “ahora o nunca”. Así lo expreso, en plena marcha, el exministro de gobierno, ideólogo y estratega, Juan Ramon de la Quintana.

La marcha, en ese sentido, a medida que avanzaba, debía ir sumando más gente y más grupos de la sociedad civil, al margen de la participación de los cocaleros, de las seis federaciones del trópico, cuya presencia se advirtió en gran porcentaje. Quizás, un tanto atolondrados, los estrategas calcularon, para el final, un millón de marchistas. Estaban seguros que podían condensar a su favor el gran descontento que existe hoy contra el gobierno por la escalada inflacionaria, la escasez de combustibles y la dramática falta de dólares. El objetivo era usufructuar el gran descontento y masificar la marcha.

Sin embargo, más allá del gran descontento, la coyuntura es distinta. Eso, tan básico, no supieron leer los estrategas. La marcha, en su camino, no sumó nada. Solo pudo llegar a La Paz, con 15.000 marchistas (cifra de Morales), lejos del millón calculados. El ingreso planificado por la cúpula del “Estado mayor del pueblo”, por los cuatro puntos cardinales, con sus “grupos de choque” a la vanguardia, fue abortado, precisamente, por la débil presencia y participación. Esos 15.000 marchistas tuvieron que soportar la total y absoluta indiferencia de la urbe alteña y paceña. Nadie los apoyó. Al punto tal, que, después del abrupto final del mitin, sin grupos de choque que los protejan y abandonados por su jefe, despavoridos tuvieron que huir rápidamente.

Ahora, hay algo que llama poderosamente la atención. El ingreso de los marchistas a El Alto y La Paz, se produjo sin ninguna resistencia ni violencia, como eventualmente se preveía, en función de las amenazas de ambos bloques. Pese al tono amenazante del primer mensaje del presidente Arce, advirtiendo a Morales que “haría cumplir la Constitución”; el ingreso fue pacifico. Nadie los agredió, ni pretendió interrumpir su marcha. Los seguidores del bloque “arcista” y funcionarios que los esperaban, de pronto, se repliegan ¿Cómo se interpreta esto? Claro, hubo un cambio de estrategia. Los dejaron ingresar en paz para no caer al terreno de la violencia, escenario que ciertamente pretendía la marcha. En los escenarios de violencia, y muertes de por medio, Morales suele alcanzar la “cresta de la ola”. Sin embargo, no le dieron la oportunidad. En ese sentido, fue un doble fracaso.

Después de haber desgastado la marcha, como instrumento de presión política, pues será extremadamente difícil que organice otra, ¿qué le queda en ese escenario de su lucha trasladada a las calles?

Le queda todavía el bloqueo. Y, si se puede, en el bloqueo, la convulsión. Si bien han suspendido el “bloqueo general de caminos”, que debía iniciarse este lunes 30 de septiembre, será difícil que abandonen esa última opción que tienen. Ahora claro, si la decisión política es llevada a cabo, los bloqueos tendrían que ser contundentes, es decir, en todo el país. De lo contrario, si fracasan con los bloqueos, como fracasaron en la marcha, el ocaso estuviera cerca.

El gran desafío, en ese escenario, lo tiene Arce Catacora. Desafío, en términos de hacer cumplir la Constitución, evitar los bloqueos, evitar la convulsión y apresar a Morales, por delitos flagrantes de sedición. Por los mismos delitos, que se los acusa a Fernando Camacho y Jeanine Áñez. Está en sus manos. Una actitud pusilánime, le restaría más probabilidades aún de ser un candidato potencial.

Sin embargo, si logra derrotar a Morales, de pronto, recuperaría ese carácter potencial de candidato. Para muchos, se catapultaría como buen candidato, por haber salvado a Bolivia de Morales.

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