Opinión

Las generaciones jóvenes y los planes de gobierno (IV)

16 de octubre de 2020, 5:00 AM
16 de octubre de 2020, 5:00 AM

“Corazón Verde Digital”, es otro de los slogans electorales que vale la pena recuperarlo, puesto que efectivamente la ubicación de Bolivia en el centro geográfico de Sudamérica define su vocación de “país de contactos” que debiera concretarse con el ansiado corredor interoceánico como la respuesta del país a los desafíos que plantean los actuales procesos de globalización, regionalización y transnacionalización de la economía mundial y el impacto en el desarrollo humano sostenible.

Sin embargo, hablar de corredor interoceánico no debiera llevarnos a pensar solo en la interconexión vial y ferroviaria, por el contrario el desafío es avanzar en un enfoque integral que incluya la conectividad vía fibra óptica, el desarrollo de software en la perspectiva de convertirnos en el centro digital a nivel subregional, pero también internacionalizando la fortaleza de Bolivia al ser el quinto país del mundo con mayor biodiversidad con 66 de los 112 ecosistemas existentes en todo el mundo, con más de 60 áreas protegidas y 22 parques nacionales, los que suman cerca de 200.000 km² ocupando alrededor de una quinta parte del territorio nacional, abarcando desde las altitudes del Altiplano con el Parque Nacional Sajama, hasta el Parque Nacional Otuquis en los tropicales llanos del Pantanal.

Solo el Parque Nacional Amboró, ubicado en Santa Cruz, posee más de 800 especies de aves, mientras que el Parque Nacional Madidi, al norte de La Paz, alberga el 11% de las especies de flora y fauna del mundo y además el 48 por ciento de la superficie total de Bolivia está cubierta de bosques con especies maderables, pero especies arbóreas valiosas, como mara, roble, cedro y morado, son escasas y están en vías de extinción; junto a ello en los últimos años se viene alertando que 20 áreas protegidas de las 22 que existen, están en riesgo por la exploración petrolífera, gasífera, minera e hidroeléctrica poniendo en evidencia que la lógica extractivista impulsa proyectos denominados de “crecimiento a ultranza”, es decir, que se realizan sin importar el costo, los retos ni las opiniones, pese a estar establecida la obligatoriedad de las “consultas previas” a las comunidades y la población en general.

A la vorágine de encontrar y explotar recursos no renovables como minerales, petróleo y gas se suman los constantes avasallamientos, quemas y chaqueos de los parques y áreas protegidas como los que vienen ocurriendo de manera recurrente, sustentado en el argumento de que el enfoque de desarrollo sostenible es “un invento de los gringos”.

Efectivamente hay dos visiones distintas sobre ecología y medioambiente. Una visión que cae de arriba para abajo, que viene del norte desarrollado e industrializado y que, curiosamente, nos aprecia más como paisajes que como países, como espacios naturales más que como naciones. Esta visión de la conservación ecológica está fundada en el quietismo y en la subordinación del hombre a la naturaleza.

Sin embargo, para nosotros la preservación del medioambiente está ligada a las necesidades de la revolución productiva, cuya base debiera ser apostar por la energía limpia: gas, electricidad, biocombustibles, energía eólica, geotérmica, solar y baterías de litio, junto a la promoción del ecoturismo, como parte de una estrategia agresiva de diversificación, entendida como un proceso por medio del cual la economía es capaz de acumular una mayor cantidad de conocimiento traducida en una multiplicidad de encadenamientos productivos, con especial atención en aquellos económicamente sustentables y generadores de empleo de calidad.

En efecto, un proceso de diversificación económica sin acumulación de conocimiento no contribuye a superar los bajos niveles de productividad de largo plazo y tampoco la alta proporción de empleos precarios e informales, y menos la acelerada degradación ambiental, puesto que la diversificación económica no es un fin en sí mismo, sino un medio, y ello solo es posible si invertimos en ciencia y tecnología y fortalecemos las capacidades de las generaciones jóvenes para mejorar las condiciones de vida de forma sostenible junto a la preservación ambiental.

Con base en estos elementos, se hace urgente centrar el debate nacional con quienes aspiran a la Presidencia y Vicepresidencia de Bolivia, en la diversificación económica, la inversión en las generaciones jóvenes y el desarrollo del conocimiento como uno de los ejes centrales de la política pública para alcanzar empleos dignos, justicia social y sostenibilidad ambiental.



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