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Las lecciones de Vincent

11 de julio de 2020, 3:00 AM
11 de julio de 2020, 3:00 AM

“A través de la ventana abarrotada, puedo ver un campo de trigo encima del cual, por la mañana, puedo ver salir el sol en todo su esplendor”.

Estaba confinado en un sanatorio mental. Padecía una larga y dolorosa enfermedad. Recibía baños de agua helada como tratamiento, en tinajas cubiertas con metal para reafirmar el encierro. Estaba solo. Sabía que su futuro concluiría pronto. Al mismo tiempo, Vincent Van Gogh se dio modos para ver la luz, las estrellas, el sol, “su esplendor”. Imaginar, soñar y retratar esa ilusión en una serie de magníficas obras, entre ellas La Noche Estrellada. Quizás la mejor representación de este momento.

El 29 de este mes, se conmemoran 130 años de su muerte, ejecutada por sus propias manos. Pero antes de disparar el gatillo contra su pecho, se aseguró de dejar al mundo un invaluable legado de arte y sabiduría. Esta última quizás menos conocida. Por lo mismo, hoy considero importante recordar las lecciones de Vincent Van Gogh. Más aún, en el complejo contexto que rodea al mundo hoy.

Inicialmente, cabe aclarar una de las consignas más importantes que los curadores de su museo en Amsterdam (Holanda) plantean con insistencia: su condición mental no fue la razón de su genialidad; su genialidad fue poder pintar lo que pintó, a pesar de la misma.

He aquí una primera lección que ofreció el pintor holandés al mundo: el intento por superar su propia adversidad a través de su gran virtud artística. Cierto, finalmente su condición lo venció. Pero cuán valioso es el legado que ha dejado en su intento de superación.

También, cabe desmitificar la idea de que el representativo trazo de Van Gogh, grueso y profundo, era un reflejo explícito de su condición. En realidad, era parte de una técnica que él había construido y que había perfeccionado, gracias a su interés por el arte japonés. El cuadro “Almendro en flor” es una conmovedora representación de este proceso de aprendizaje.

Con un destacado talento, aún cuando no era plenamente reconocido por el propio artista, él cultivaba la voluntad para mejorar, aprender y expandir su saber, al tiempo que planteaba su sello personal. Este es otro legado importante que dejó Vincent. A propósito de lo cual dijo: “Siempre estoy haciendo lo que aún no puedo hacer para aprender cómo hacerlo”.

Asimismo, su curiosidad no solo tuvo un destino artístico, sino social. Aunque al pintor poco se lo recuerda como inquieto por el devenir de los sectores más desfavorecidos, varios de sus biógrafos reconocen en él esta sensibilidad. Un ejemplo de ello es otra famosa obra, aunque no tantas veces reimpresa como las otras: “Los comedores de patatas”.


En este cuadro, como en algunos otros de la serie sobre campesinos en Holanda, Van Gogh presenta las condiciones del contexto rural de fines del siglo XIX. Presenta a los campesinos con el rostro cansado y sufrido, probablemente por las condiciones de trabajo. Incluso, los sitúa en escenarios poco iluminados, dando a entender la dureza de la situación campesina.

Con todo su propio sufrimiento, Van Gogh era capaz de reconocer el de los otros y de plasmarlo en sus obras para la posteridad. Sin poner una bandera política, presentaba su mirada crítica por su gran sensibilidad.

Precisamente, con base en esta última virtud suya, Van Gogh desarrolla un legado fundamental: su amor por la naturaleza, por su trabajo, por la luz y por la propia vida. Ejemplo de esto último, es el cuadro de “Almendro en flor”, pensado para su sobrino recién nacido.

Por la misma razón, indicaría en alguna de sus reflexiones: “No sé nada con certeza, pero ver las estrellas me hace soñar”. “La Noche Estrellada”, “Terraza de café por la noche” y “Noche estrellada sobre el Ródano” reflejan su amor por la luz, al destacarla en contraste con la oscuridad.

Superar, descubrir, trascender, cuestionar y amar. Este es gran parte del legado que dejó Vincent. Ojalá lo podamos aplicar.

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