Opinión

Las masas al Capitolio

12 de enero de 2021, 5:00 AM
12 de enero de 2021, 5:00 AM

En los últimos años se han publicado una buena cantidad de artículos y análisis centrados en las similitudes que expresan los regímenes populistas. Sin duda, la síntesis mejor elaborada es la de Enrique Krauze, historiador y ensayista mexicano que identificó 10 características que comparten todos los populismos, tanto los de derecha como los de izquierda. 

Finchesltein encuentra que esta notoria particularidad se debe a que, desde un punto de vista ideológico e histórico, el populismo no es más que el “fascismo en clave democrática”. Por su parte los expertos en el fascismo coinciden en considerar que ese espantoso fenómeno político de la modernidad, comparte un conjunto de características y atributos que, sin perder su naturaleza, se adaptan a cada sociedad en función de su cultura, historia etc. En síntesis, me interesa resaltar estos aportes de las ciencias sociales porque considero que el asalto al Capitolio es una expresión del populismo latinoamericano en su versión estadounidense, y que Trump es un populista que podría adscribirse al estilo y estrategias de los caudillos populistas latinoamericanos de la última década.

¿Qué tienen en común los populistas tanto de izquierda como de derecha? Su primera característica común es una inconmensurable adicción al poder capaz de doblegar todos los principios democráticos con el único fin de permanecer la mayor cantidad de tiempo ejerciéndolo. Lo vimos en todos los regímenes latinoamericanos y ahora lo vemos en los Estados Unidos con Trump. Para este fin los populistas se apropian de la verdad y este sentimiento los anima a expresar cualquier insensatez sin el menor inconveniente. Los argumentos de Trump en torno a un fraude que nunca se pudo probar son un buen ejemplo. Mentirle a la ciudadanía es un componente central en el ejercicio del poder populista independientemente de cualquier otra condición o atributo. Derivado de esto, el rosario de absurdos que estos caudillos suelen decir tiene un efecto devastador en el nivel del debate, análisis y argumentación política. Empobrecen la política porque la vulgarizan y la desvirtúan.

Este escenario tiene como objetivo final dividir a la sociedad y enfrentarla. Siempre habrá un “otro” que encarna los peores sentimientos antinacionales, un enemigo del pueblo, un agente externo o una fuerza que debe combatirse dado que pretende destruir el proyecto populista. Trump repetía hasta el cansancio que había dos tipos de ciudadanos; los que amaban su país y los que complotaban contra él. El resultado fue una sociedad dividida y enardecida con un nivel creciente de agresividad e intolerancia que el populismo oficial fomenta a través de la movilización de grandes sectores afines a sus ideales.

El asalto al Capitolio sintetiza de forma holográfica el espíritu del populismo del siglo XXI. Este episodio que podría parecer moneda de uso común en nuestros países adquiere una relevancia especial en los Estados Unidos en la medida en que nos muestra la capacidad que el populismo posee para debilitar o destruir los sistemas democráticos. No solo se trata de una turba enfurecida, se trata de un momento de la democracia estadounidense que, hasta la llegada de Trump, hacía gala de su institucionalidad y fortaleza. El paso de Trump por la Casa Blanca es la mejor muestra del desprecio populista por la democracia liberal, que es, en última instancia, el signo de la modernidad victoriosa y progresista, Si la clase política de EEUU no comprende la trascendencia de este atropello populista, podría estar cometiendo el peor error de apreciación de su historia moderna.



Tags