La gente no solo busca artesanías para su hogar, sino también para atraer la buena suerte para lograr una casa propia, un auto nuevo o encontrar pareja

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18 de octubre de 2022, 4:00 AM
18 de octubre de 2022, 4:00 AM


Gabriela Pareja/Lucas Nazrala


Tener una casa propia, comprar el primer automóvil, conseguir el título profesional y hasta encontrar a la pareja ideal, son parte de los grandes sueños de las personas que llegan a buscar las miniaturas en las alasitas en el Cambódromo. 

El movimiento en el lugar toma fuerza desde las 16:00, cuando los puestos empiezan a levantar sus lonas y los expositores comienzan a acomodar sus productos con mucho esmero, en medio de familias, colegiales y parejas que empiezan a recorrer esta feria.

Mientras se esconden los rayos del sol, las alasitas comienzan a brillar con luces de colores por las ruedas de la fortuna que están instaladas en distintos puntos.

Desde el séptimo hasta el octavo anillo del Cambódromo está instalada la feria, que tiene un origen pre-hispánico en el occidente del país. En Santa Cruz tienen cinco décadas recibiendo a visitantes y artesanos de todo el país. La muestra finaliza hoy.

Esta feria abrió sus puertas el jueves 15 de septiembre, en medio del acto de celebración por sus bodas de oro. Se respiraba alegría que se mezclaba con el olor a sahumerio tan característico de distintos puestos, donde venden las típicas casitas en miniatura para la suerte.

 También se encuentran diferentes animales, como los sapos dorados que, según creencias, son de buen augurio para los hogares donde se los lleva con fe.


         Foto: Fuad Landívar


Esta vez la feria reunió a más de 1.700 artesanos de La Paz, El Alto, Oruro, Cochabamba y Santa Cruz. El matrimonio Chambi llegó desde la ciudad alteña para ofrecer casitas, autos, pasaportes y billetes, entre otras miniaturas.
“Hace más de 30 años hacemos artesanías, que también las vendemos todo el año en nuestra casa de El Alto”, cuenta Jorge.

Con brazos abiertos nos reciben los cambas, eso nos impulsa a volver cada año”, complementa junto a Francisca, su compañera de cuatro décadas. 

Comenta que su historia de amor se inició en la feria 16 de Julio en El Alto, cuando Jorge tenía 18 años y Francisca había cumplido 15. “Vi a Francisca vendiendo tejidos con su mamá; yo le digo que fue amor a primera vista”, recuerda Jorge. 

“Y desde ahí todos los domingos Jorge preguntaba por alguna chompa de las que hacía mi madre, pero nunca compraba nada el sinvergüenza”, comenta entre risas Francisca.


          Foto: Fuad Landívar


Se casaron cuando ella cumplió 18 años en una ceremonia muy familiar. Francisca heredó el talento de su madre lo que le permite comercializar sus propias creaciones, mientras que Jorge aprendió el oficio de su abuelo. 

Jorge dice que durante diez años trabajó como obrero, pero se lesionó la espalda y ya no pudo alzar peso. “Mi abuelo hacía artesanías, es algo que llevo en la sangre. Me enseñó de muy chico, pero recién luego de muchos años retomé la práctica de sus enseñanzas”, resalta.