Opinión

Las tierras del oriente y la cultura agrícola

11 de junio de 2021, 5:00 AM
11 de junio de 2021, 5:00 AM

La cultura agrícola del occidente y del oriente de Bolivia, son epistemológicamente diferentes, no solo en el aspecto histórico, sino esencialmente en el cultural. Aspecto este último, que ha posibilitado su aprovechamiento político; de modo que un análisis serio y actual nos permite observar al hombre de las tierras altas mirando su pasado para proyectar su futuro; bien se podría afirmar entonces, que en su evolución histórica estos ciudadanos avanzan caminando de espaldas, mirando hacia su atávico acontecer. Y es basado en este pasado lejano que proyectan y construyen su perspectiva de vida basados en la labranza y aprovechamiento de la tierra.

Esto significa que tienen una visión distinta del mundo en virtud a la heterogeneidad de la geografía andina en la cual evolucionaron y modelaron su manera de ser, su personalidad, su comportamiento y sus costumbres. Esta primera acepción explica cómo han venido concibiendo la distribución y el aprovechamiento de la tierra en su hábitat, práctica que pretenden reproducir en otras partes del país, hacia donde migran.

Contrariamente, el hombre del oriente ha desarrollado un modelo de producción olvidando y dejando atrás costumbres del pasado, asumiendo, de cara al futuro, que la actividad agrícola debe ser desarrollada mirando hacia adelante, ello significa olvidar la agricultura ancestral y asumir el reto del presente con adecuadas tecnologías de punta. Esa es la gran diferencia que hace al modo de encarar el trabajo agrícola en el oriente boliviano y qué duda cabe, ha sido el factor de su gran éxito.

El hombre del occidente, hasta hoy, se maneja bajo un concepto tradicional de linealidad y con tiempos planificados; arquetipo que no funciona en el oriente y no es que se pretenda negar ni desmerecer el procedimiento utilizado por ellos, de lo que se trata es de entender sus alcances y limitaciones cuando a aplicarlo en el oriente se refiere, más aún, cuando al trasladar y asentar ciudadanos traídos del occidente, se les impone políticamente que deben reproducir sus prácticas y costumbres largamente superadas y no apropiadas, para un medio completamente diferente en lo geográfico y cultural, tal cual sucede en el caso del oriente boliviano.

El debate se hace necesario porque la revalorización de los conocimientos no occidentales andinos ancestrales de la agricultura, no corresponden a un ataque al conocimiento científico actual, todo lo contrario, es un input a animarse y ubicarse dentro del problema que tienen las comunidades rurales andinas, situación lamentablemente aprovechada políticamente.

Los programas políticos presentados como solución, a falta de ideas e iniciativas para solucionar los niveles de pobreza, sobre todo en el occidente boliviano, han sido apoyados por una dirigencia campesina coptada prebendal y clienteralmente, quienes acuden al fácil expediente político de distribuir estas tierras como si constituyeran un botín; además a sabiendas que la acostumbrada parcelación de la pequeña propiedad, prohibida por la CPE y la Ley INRA, ha dado lugar al “minifundio” y al “parvifundio”.

La aplicación de esta ancestral y tradicional forma de labrar la tierra ha imposibilitado la incorporación de tecnologías adecuadas y desde luego al correspondiente manejo económico; esta práctica ha imposibilitado el mejoramiento de las condiciones de vida del productor rural traído de las tierras altas al oriente con la aplicación de sus tradiciones y costumbres, según reza y exige el programa del Gobierno, irrespetando las del lugar donde se asientan.

Pero hay algo más que preocupa al campesino del oriente, y es que la “parcelación” impulsada por los ideólogos del partido de gobierno, en el contexto de su arcaico modelo de producción, ha evidenciado en las provincias del altiplano y los valles, altos niveles de empobrecimiento de estas tierras. Lo grave es que se esté reproduciendo esta práctica en el oriente cruceño con la consabida pérdida de capacidad de producción de los suelos debido a la degradación y fuerte deterioro, con la quema y el chaqueo.

Para dar efecto a esta política agraria, concibieron la idea de desnaturalizar y descalificar el sistema productivo oriental, y así incorporar en su programa de gobierno: “la toma de los latifundios improductivos, la ocupación de tierras y territorios que se encuentran en manos de capitalistas usurpadores extranjeros, para que todos los sin tierra y los que no la tienen suficiente, tengan las tierras necesarias”.

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