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22 de mayo de 2022, 4:00 AM
22 de mayo de 2022, 4:00 AM

Cuando terminé de leer las casi 300 páginas del libro “Del auge a la descomposición de un proceso de cambio – Bolivia 2013/2021” que acaba de presentar Roger Cortez en Santa Cruz, lo primero que deseé fue que su lectura llegue a ser masiva y genere un proceso de debate colectivo urgente, para ver si así es posible cortar el círculo vicioso en el que estamos como país, repitiendo errores absurdos y consintiendo prácticas delincuenciales y hasta perversas que siguen minando lo que resta de institucionalidad y democracia. Un círculo vicioso al que Cortez llama “espiral recurrente del que Bolivia no puede salir”.

Ojo, errores y prácticas que se dan no apenas en un nivel de gobierno, de poder, aunque tampoco hay duda que la carga mayor está en la fuerza política dominante en Bolivia desde hace década y media. Cortez lo fue advirtiendo una y otra vez desde el primero de los 29 informes cuatrimestrales de análisis de coyuntura que elaboró entre abril de 2013 y diciembre de 2021, a solicitud del Programa de Alimentos para el Mundo.

Lo dicho por Cortez en cada uno de esos informes no obedeció a ninguna adivinanza, ni a un recuento descriptivo de hechos registrados en cada periodo, sino más bien el resultado de “una mirada aguda y profunda” a la que él sumó “un esfuerzo de interpretación sustantiva y en profundidad”, como bien destacan en la presentación del libro, a nombre de PAM, Adrián Oelschlegel y José Antonio Peres Arenas.

Un esfuerzo poco visto en quienes Cortez identifica como “políticos profesionales”, algunos de los cuales aun dan la sensación de haber nacido recién, de no haber vivido los hechos de esta historia tan reciente. Lo digo pensando sobre todo en cómo repiten una y otra vez errores frente al partido o fuerza política dominante, como si desconocieran su esencia y su práctica política, alimentando ese círculo vicioso ya señalado antes.

Por supuesto que la mirada aguda y profunda de Cortez no se queda solo en los políticos. Abarca a muchos otros sectores aparentemente alejados de los primeros, pero final e inevitablemente entrelazados: empresarios, cívicos, periodistas, medios de comunicación, dirigentes sindicales, oenegés (muchas de ellas “nodrizas asesoras”, como las identifica Cortez) y un largo etcétera. Todos responsables, de una u otra manera, de que la historia se repita, del estancamiento en este círculo vicioso o espiral recurrente.

Dan ganas de abundar en detalles sorprendentes descubiertos en esta lectura, pero es mejor que cada quien haga sus propios descubrimientos al leer el libro y, ojalá, pueda luego compartirlos en esos necesarios debates colectivos también propuestos al inicio de este artículo. Solo una excepción, para que vean cómo Cortez iba tomando el pulso de los hechos y anticipando escenarios que al final se cumplieron.

En el informe cuatrimestral de mayo de 2016, él ya afirmaba que el 21-F dejaría “una marca imborrable que influirá decisivamente en los acontecimientos” futuros. Algo que no evitaría, sin embargo, otro dato de la realidad que el propio Cortez había destacado antes, en su informe cuatrimestral de septiembre de 2015: “...la oposición está tan debilitada, que es altamente probable que el MAS gane una nueva elección, incluso si cambia de candidato presidencial...” ¿No fue lo que vimos en la última elección, con Luis Arce?

Como estos, hay más hallazgos importantes, además de una lista de afirmaciones que dan pie para alimentar debates y delinear rutas para la construcción de la también necesaria y urgente agenda nacional alternativa a la que mantiene el partido de gobierno. Entre otras, que una reforma judicial solo es posible a partir de la renuncia del actual TCP, responsable del “único golpe de Estado visto en Bolivia en los últimos años”, afirma Cortez, exhibiendo como prueba la sentencia 084/2017.

Es importante aclarar que esa agenda alternativa delineada por Cortez no se limita solo al ámbito judicial. El autor arriesga otras reformas, también de fondo, entre las que destaca la del actual modelo económico sostenido principalmente en el extractivismo, además de los recurrentemente señalados ámbitos de la salud y la educación.

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