13 de septiembre de 2020, 5:00 AM
13 de septiembre de 2020, 5:00 AM

A seis meses de la llegada del coronavirus a Bolivia, es tiempo de hacer un balance que permita tomar conciencia de la huella que ha dejado esta pandemia entre los bolivianos.

Un golpe tan duro deja ver las flaquezas no solo del sistema de salud, sino de todo el aparato público que sostiene al país, poniendo en evidencia graves deficiencias que no son de ahora, sino que se vienen arrastrando porque fueron postergadas sucesivamente durante décadas.

El primer problema es evidente en las carencias del sistema de salud. Hasta antes de la pandemia se hablaba con frecuencia de la falta de ítems y de infraestructura, pero solo lo sentían los que acudían al sistema público. 

El coronavirus dejó ver la falta de camas, de unidades de terapia intensiva, de ítems para el personal, de material de bioseguridad, de medicamentos y de mucho más,porque los hospitales nunca estuvieron en la prioridad de la clase política. Sucesivamente usaron el tema como bandera política, pero incumplieron las promesas.

La pandemia dejó ver que la realidad de los hogares no era como la pintaban en el anterior gobierno, cuando decían que todos vivían mejor, que la economía nacional estaba blindada y que millones habían dejado de ser pobres. Incluso en las cifras de desempleo se escondía que gran parte de éste (un 70%) era precario porque era informal. El confinamiento dejó ver cientos o miles de ollas vacías, que muchas veces se llenaban de agua y alguna verdura porque la carne era un privilegio. Los bonos ayudaron, pero solo fueron un paliativo en un país donde el desempleo se agiganta como efecto de la falta de liquidez de los últimos meses.

El manejo de la pandemia fue dispar. No en todas las regiones hubo una buena coordinación. Hubo inestabilidad tanto en el Ministerio de Salud como en varios Sedes departamentales. Las alcaldías hicieron ver su pobreza por la falta de recursos del TGN y la falta de movimiento en la economía. A seis meses, las carencias continúan y la falta de trabajo de equipo no siempre privilegia a la población, en tiempo electoral, la búsqueda de votos es la prioridad de la clase política nacional y subnacional.

En el balance político, el Covid-19 también deja una alta factura, porque lamentablemente hubo falta de eficiencia y también corrupción. Las buenas intenciones quedaron manchadas. Y eso no se quitará en tanto no haya proceso y castigo para los responsables. Un gran déficit ha sido la falta de pruebas para testear los contagios y el efecto de esta deficiencia se refleja en la incongruencia entre el número de fallecimientos y el número de casos oficiales de Covid-19.

A seis meses de la pandemia y a pesar de que se ha equipado al sector salud, aún persiste la gran deuda estatal con los hospitales y centros médicos. Aún no son definitivos los ítems para el personal de salud, aún se espera el equipamiento en los nosocomios y los remedios siguen faltando. En suma, los pobres, los que no tienen seguros particulares ni el dinero para pagar por atención, siguen siendo los más afectados por las graves falencias.

Han pasado seis meses y la vida ha cambiado en Bolivia. Es mucho tiempo y ha corrido mucha agua bajo el puente. La población ha soportado los problemas y seguramente no va a tolerar que, cuando pase la emergencia y llegue la vacuna, el sistema sanitario vuelva a quedar en el abandono. Que de algo sirva la pandemia.

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