.

El Deber logo
18 de octubre de 2024, 3:00 AM
18 de octubre de 2024, 3:00 AM

Hernán Terrazas E.

Unas detrás de otras las malas noticias no dejan de golpear al país. Según Bloomberg, Bolivia tiene el más alto riesgo país de América Latina, es decir que figura a la cabeza de la lista de los que muy probablemente no puedan cumplir con sus obligaciones (deudas).

En los últimos días se supo también que estamos entre los tres países con mayor inflación en Sudamérica y con seguridad también uno de los que menor crecimiento del PIB registra en la región. A eso debe añadirse que en materia de reservas internacionales posiblemente estemos entre los últimos también, lo mismo que en inversión extranjera directa.

Algo pasó en estos años que nos hemos convertido en el “patito feo” de la región que, a diferencia del protagonista del cuento, muy difícilmente se convertirá en un hermoso cisne, sencillamente porque tendrá que pasar mucho tiempo y buenas decisiones antes de que podamos sacar la nariz del agua.

Lo único bueno es que se sabe quién o quienes son los responsables. Y aunque suene medio reiterativo hablar de ello, hay que señalar las veces que sea necesario a los que, a título de revolución, llevaron al país a la quiebra y, de paso, se rifaron – no hay palabra más precisa – lo mucho que una coyuntura económica favorable dejó a Bolivia en poco más de una década.

Los cálculos indican que el monto de esta suerte de robo llega a más de 80 mil millones de dólares, una cifra extraordinaria acumulada en relativamente poco tiempo, que representa mucho más de lo que Bolivia ingresó en gran parte de su historia anterior a 2006.

El MAS tuvo la plata y la utilizó mal. No solo fundó empresas estatales destinadas a una inevitable quiebra, sino que multiplicó varias veces el tamaño de la administración pública solo para satisfacer la ambición de pegas de su militancia y creó múltiples elefantes blancos en puntos dispersos de la geografía nacional con el único afán de sacar alguna tajada económica.

Lo poco que se había conseguido en largos años desapareció en menos de dos décadas. El acercamiento con Argentina para la venta de gas data de la década de los setenta, la firma de un acuerdo de venta de gas al Brasil fue también resultado de un proceso que supuso el trabajo de varios gobiernos –no el del MAS-, lo mismo que la construcción de los ductos que llevaron el hidrocarburo al mercado de Sao Paulo – antes del MAS -, entre otras acciones que constituyeron quizá el resultado más evidente de lo que se puede obtener gracias a la continuidad de algunas políticas de Estado.

Incluso los cambios en la Ley de hidrocarburos de julio de 2004, aprobados entonces por el presidente del Congreso, Hormando Vaca Díez y que establecían, entre otras disposiciones que “la sumatoria de los ingresos establecidos del 18% por Regalías y del 32% del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH), no será en ningún caso menor al cincuenta por ciento (50%) del valor de la producción de los hidrocarburos en favor del Estado Boliviano…”, fueron los que en definitiva permitieron que Bolivia pudiera ganar más por la venta del gas.

Nada de lo anterior lo hizo el MAS. Es decir que el partido, cuyos líderes se debaten hoy entre acusaciones de corrupción, estupro y otras vergüenzas, no aportó un ápice para la construcción de la casa, pero después vivió a sus anchas y con dispendio gracias al alquiler.

Y hay nombres por supuesto. El de Evo Morales, que desperdició una oportunidad histórica para construir la unidad sin revanchas ni miedos, y transformó al país en el escenario de una pelea artificial entre cambas y collas, indios y blancos, socialistas y neoliberales, pobres y ricos, solo para prevalecer autoritariamente en medio de la división.

Morales fue secundado en todo momento y muchas veces estuvo detrás del exvicepresidente, Álvaro García Linera, quien mientras hubo plata para helicópteros, bodas de revista y otras costosas banalidades, atribuía el éxito a las virtudes supuestas de un modelo que dejaba para el Estado los excedentes que antes se llevaban las transnacionales y otros embustes parecidos.

Y en la lista de los principales responsables de la destrucción de la economía del país debe figurar también quien en su momento se creía el artífice del “milagro boliviano”, el ministro de Economía, Luis Arce Catacora, que administró la abundancia sin guardar nada para las épocas flacas y que ahora demostró no tener la capacidad y el conocimiento para gestionar una crisis que es resultado de la acumulación de los errores que se vendieron antes como grandes aciertos.

Bolivia se ha convertido en un país de malas noticias como consecuencia de las malas decisiones, de las estafas ideológicas y de las melodías con las que los flautistas del socialismo del siglo XXI llevaron a una generación al borde del despeñadero. Por supuesto que hay culpables. Tienen nombre y apellido y en algún momento deberán rendir cuentas por lo que hicieron.

Tags