Los desafíos de la oposición
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Cuatro agrupaciones políticas impulsan la unidad de la oposición de cara a las elecciones nacionales de 2025. Samuel Doria Medina, Jorge Quiroga, Carlos Mesa y Efraín Suárez (en representación de Luis Fernando Camacho) anunciaron la conformación de una alianza para sacar al Movimiento Al Socialismo del poder, además de reactivar la economía y recuperar la institucionalidad que garantice la democracia en el país.
La decisión responde a un clamor popular para que haya un candidato que cohesione a la oposición y dé batalla al oficialismo. Desde el MAS siempre desahuciaron esta posibilidad. Sin embargo, en este momento las consultas indican que hay una mayor aprobación de la oposición que del oficialismo, pero la desventaja de los contrarios al gobierno es que han estado fragmentados en muchas fuerzas y con muchos aspirantes a la Presidencia.
Pese a que una eventual unidad de la oposición genere apoyos, es también preciso que las bases de esa unidad estén claramente establecidas y escritas; que la elección del aspirante a la Presidencia se elija en base a la transparencia y no a los intereses, que los partidos se pongan al servicio de Bolivia y no de sí mismos; y que los líderes visibles se desprendan realmente de sus aspiraciones de poder con la mirada puesta en la democracia boliviana.
La ruta está clara, pero no es tan sencillo seguirla. El acuerdo estuvo a punto de hacer aguas cuando Jorge Quiroga anunció su postulación a la Presidencia con el apoyo del FRI, que antes apoyó a Carlos Mesa. Ahí parecía naufragar el trabajo que habían seguido todos en busca de la unidad. Pero lograron salvar el proyecto y lo anunciaron al día siguiente.
En ese encuentro explicaron que el candidato a la Presidencia será elegido mediante una fórmula que aún está armándose entre todos. La pregunta es si todos van a aceptar la metodología y si van a despojarse de sus ambiciones personales en pos del objetivo común. Lo destacable es que el plan de gobierno presentado por cada uno de ellos es similar y que el camino que le ofrecen a Bolivia ya está trazado.
La historia no ha dejado buenas experiencias de unidad partidaria. El último intento: Creemos y UCS hizo aguas casi de inmediato y fue la primera escisión en el Poder Legislativo. Posteriormente, todos los partidos con representación parlamentaria han terminado divididos, más por intereses sectarios que por convicciones. Sobre esas experiencias, uno de los principales escollos es repartir la torta del poder a cambio de respaldo.
Después de despojarse de sus intereses sectoriales, el otro gran desafío es comunicar bien su propuesta al país. Y el tercer desafío es llegar a todos los bolivianos, incluyendo al bloque popular que, hasta hace poco, tenía su lealtad enfocada hacia el Movimiento Al Socialismo.
El país vive un periodo de transición y el horizonte se siente incierto para la mayor parte de la población. El modelo del Estado Plurinacional hizo aguas, pero aún no se puede definir qué modelo es el que se va a instalar en el país. Mientras tanto, hay mucha desconfianza, demasiada incertidumbre del mañana y falta de fe en los precandidatos.
La responsabilidad que la oposición tiene sobre sus hombros es inmensa. Y es tiempo de desprendimiento y de pensar en el país antes que en afanes personales. Éste es un tiempo de vacas flacas y Bolivia necesita certidumbre para avanzar hacia una salida que reporte el menor daño social posible.