15 de agosto de 2022, 4:05 AM
15 de agosto de 2022, 4:05 AM


La cofradía de los valerosos masistas que huyeron en noviembre de 2019, como el jefe de todos ellos, o se metieron bajo las polleras de una embajadora, han recuperado el habla y han vuelto a las andadas.

Todavía tiritando de miedo, uno de ellos, exoficial del Ejército, del que fue expulsado por razones vergonzosas, dice que el periodismo boliviano, aquel que no fue comprado con los dineros de la droga, quiere acabar con el MAS. Dicen ellos que el periodismo quiere aniquilar al “indio”, aludiendo al mestizo Morales que no habla el idioma aimara, pero que vende muy bien su apariencia en el exterior. Quizá pretendan que el periodismo mire para otro lado cuando se libran las guerras que Morales alienta en La Paz y Santa Cruz para imponer el predominio del narcotráfico.

La intención de crear un mercado paralelo para la coca de Yungas y así facilitar la venta de la hoja que se cultiva en zonas no autorizadas ha provocado convulsión en La Paz.

Y la idea de avanzar con hordas de masistas en Santa Cruz, para completar el corredor que conecte Chapare con regiones fronterizas con Brasil y facilitar la venta de la droga, es lo que quiere el cocalero, pero no acepta que se hable de las fieras batallas de esta guerra.

Quizá sueña con imponer en Bolivia una dictadura como la de Cuba, o la de Venezuela y Nicaragua, pero sabe que en este momento una elección con reglas claras demostraría que el MAS ha dejado de existir.

Saben que en las calles de La Paz o en las tierras de Santa Cruz los masistas no existen. En La Paz son los empleados públicos quienes deben mostrarse, si quieren mantener sus pegas. Y en Santa Cruz son las hordas de cocaleros las que están lanzadas, enfrentadas a los lugareños.

Querrían estos escapistas que en Bolivia existiera un monopolio de los medios, como ocurre en Cuba, Venezuela o Nicaragua.

Se han traído un empresario del sector de las drogas para que presione a los dueños de un prestigioso diario de Cochabamba. Pretenden hacer lo mismo que hicieron en La Paz con la compra de un matutino que han convertido en un pasquín.

Presionan al matutino mediante el SIN, mientras ‘el mafias’ hace ofertas, y el aspirante a comprador prepara su equipo que lo convertirá en otro pasquín masista. La confianza del pueblo es que cuando se hayan descartado los factores de fraude que se mantienen intactos en el sistema electoral, el MAS será solo el recuerdo de una pesadilla.

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