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Los hemisferios del virus

21 de agosto de 2020, 3:00 AM
21 de agosto de 2020, 3:00 AM

Hace muchos años, desde que vivimos en un departamento, en mi familia decidimos adoptar lo que los japoneses llaman “genkan”: un área, con asientos y espacios adecuados, para quitarse y dejar los zapatos antes de entrar al resto de nuestras habitaciones. Sería largo explicar los motivos, pero básicamente tienen que ver con mantener la limpieza, evitar el ingreso de inmundicia de la calle, por respeto a quienes viven en el piso inferior y que no tienen porqué soportar el traqueteo y la contaminación acústica, y por el simple placer de andar relajados, descalzos con chinelas o pantuflas. Hacemos excepciones con las visitas, o les ofrecemos calzados cómodos, que están ahí para ese propósito.

La pandemia ha obligado a que todos adoptemos una suerte de “genkan” al ingreso de nuestros hogares: donde se dejan los zapatos, las compras y todo el material que podría estar contaminado y debería ser desinfectado. Esta nueva costumbre, junto al lavado de manos, es ya un protocolo de ingreso a los domicilios, y debería serlo también en las oficinas, para evitar el contagio y transportar el virus en nuestras manos, ropas o enseres.

Un estudio del Departamento de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clinic de Barcelona ya habla de que “las sociedades occidentales van a orientalizarse un poco”. El doctor Eduard Vieta, jefe del departamento, en una entrevista con CNN, decía: “la cultura japonesa, acostumbrada a convivir en espacios con una gran densidad de personas, tiene incorporado esto de la distancia física (y quizás también, lo de la distancia social)”. En Oriente se tocan menos, no se dan la mano, tienen códigos no verbales para el saludo y la despedida (reverencia). “La proximidad física y otros aspectos culturales podrán verse impactados y hasta modificados por la pandemia”, dice esta investigación que intenta descifrar cómo estará la salud mental del planeta, en función de lo que estamos viviendo.

Una de las razones por las que Italia y España, entre otros aspectos más estructurales, fueron los principales focos infecciosos de Europa —además de ser receptores de turistas de Oriente—, fue porque son países donde la gente se toca, se besa y se habla muy cerca uno del otro, todos estos factores que favorecen el contagio. Se prevé que la pandemia afectará nuestras costumbres, hábitos, prácticas sociales y comportamientos. Incluso, nuestra manera de entender las relaciones con los demás y el manejo de la proximidad, tan diferentes en los dos hemisferios.

En Oriente, en general, se tiende a favorecer a la comunidad frente al individuo y a valorar lo colectivo por encima de lo particular. Esto podría haber ayudado a China, Corea del Sur y Japón a responder más eficazmente a la pandemia que en los países occidentales, donde el triunfo de las libertades individuales y del individuo podría estar sobrevalorado. En Occidente, las estrictas medidas de distanciamiento social se han percibido, a veces, como una restricción de los derechos y libertades.

En las próximas décadas, los distintos sistemas y cosmovisiones se enfrentarán a un desafío para gestionar —en circunstancias extremas y drásticas— el delicado equilibrio entre salud y economía. Los rasgos culturales podrían ser fundamentales para la obtención de logros. Es probable que las sociedades individualistas avancen hacia comportamientos colectivos más societales; mientras que los países más colectivistas se beneficien de una mayor libertad personal y favorezcan la participación del individuo en la adopción de políticas públicas.

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