19 de octubre de 2022, 4:00 AM
19 de octubre de 2022, 4:00 AM


La respetada periodista cruceña Maggy Talavera viene realizando, durante este mes de octubre, una serie de entrevistas a actores políticos que, desde sus respectivas posiciones y percepciones, están aportando elementos para evaluar los 40 años de vigencia de la democracia en nuestro país. El contexto de crispación política en el que este octubre nos encuentra nuevamente, hace especialmente importante este ejercicio, orientado a tomarle el pulso a la democracia y, además, pone de relieve el esfuerzo que realiza, en condiciones cada vez más adversas, el periodismo independiente.

El mes de octubre, que a nivel mundial sigue asociado a la Revolución Rusa de octubre de 1917, también en Bolivia parece destinado a acoger acontecimientos que, si bien no “conmovieron al mundo”, marcaron hitos de nuestra historia. A mediados del siglo pasado, dos hechos: la nacionalización de las minas, uno de los tres estandartes de la Revolución Nacional de 1952, que se firmó el 2 de octubre de ese mismo año, y la captura y posterior asesinato de Ernesto Guevara, el 8 de octubre de 1967, tuvieron largo impacto y resonancia en Bolivia y a nivel internacional. Ya en el nuevo siglo, octubre de 2003 marcó el final del ciclo neoliberal que se inició en 1985.

En un octubre más reciente y en días previos a las elecciones nacionales de 2019, mareas humanas, cuyo número fue estimado en 1 millón de personas, llegaron hasta el monumento icónico de la capital cruceña para asistir al cabildo del 4 de ese mes. Luego del Gobierno transitorio y con retraso atribuible a la pandemia del covid y a otros “virus”, el 18 de octubre de 2020 se realizó una nueva elección nacional que pudo haber marcado un hito de esperanza después de los dolorosos hechos que la precedieron. Finalmente, este año, en el límite entre septiembre y octubre, se realizó otro cabildo, aún más concurrido que el de 2019 y que, como signo distintivo, tuvo la veeduría del Tribunal Electoral Departamental. La cantidad de personas que asistieron, estimada en alrededor de 1,5 millones de ciudadanos de diversas edades, origen y condición social, sorprendió incluso a los más optimistas.

Si bien los cabildos constituyen una tradición que, según la historiadora Paula Peña, se remonta a la época colonial de Santa Cruz, en este siglo tales manifestaciones han adquirido un carácter masivo que, sin duda, refleja la necesidad y voluntad de la ciudadanía que habita este departamento, de expresar sus reivindicaciones y su frustración, frente a la sordera de los gobernantes de turno. Sin embargo, no se puede dejar de percibir que esta forma de expresión ciudadana, se presta a un cierto grado de manipulación de sus resultados y lleva a adoptar decisiones por aclamación, en base a preguntas predeterminadas por las instancias convocantes. En cabildos anteriores, las preguntas promovieron más bien ideas fuerza u horizontes, como la autonomía, el federalismo, la defensa de los bosques o el respeto al voto, que decisiones como las adoptadas el pasado 29 de septiembre, tan específicas, que se han convertido en una camisa de fuerza que está dificultando una salida políticamente aceptable para las partes y, sobre todo, constructiva para el país.

Que los ciudadanos tengamos que salir a manifestarnos masivamente sobre aspectos tan obvios y rutinarios como la realización de un censo y nos sintamos conscientemente obligados a apoyar decisiones cuyas consecuencias económicas, sociales o incluso humanas, tienen el potencial de afectar negativamente a todos, pero especialmente a los más vulnerables y que, en el plano político, pueden además estar alimentando aspiraciones particulares que a muchos nos son ajenas, exhibe penosamente la debilidad de nuestra democracia, a 40 años de aquel Octubre de 1982, así como la miopía irresponsable y la incapacidad técnica y política de los que hoy se sienten dueños absolutos de este país, “tan solo en su agonía”.

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