Opinión

Los presupuestívoros del Segip

10 de febrero de 2021, 5:00 AM
10 de febrero de 2021, 5:00 AM

La causa para que se nos considere-dentro y fuera- “un país tranca”, hay que atribuirla, sin ningún margen de error, a la burocracia presupuestívora que es fomentada y mantenida con las gabelas que el ciudadano paga a las entidades recaudadoras, de donde resulta que con su propio dinero se hace el haraquiri. Deberíamos ser su patrón y nos trata como si fuéramos siervos de la gleba, en pleno siglo XXI.

Como soy una de las innumerables víctimas de las “filas inhumanas”, en mi caso de las que se forman diariamente en el Segip, me adhiero plenamente a la protesta iniciada por los analistas Agustín Saavedra Weise y Carlos Hugo Molina, y también la efectuada por el diario EL DEBER en sendos editoriales, en contra de las largas colas que los ciudadanos-principalmente adultos mayores-, estamos obligados a padecer a fin de regularizar o subsanar algún dato erróneo en nuestros documentos para poder cobrar nuestra renta Dignidad, la jubilación o algún otro bono.

Y pueden contar conmigo si fuera necesario llevar la protesta a las calles y salir en manifestación, porque todo tiene su límite que está fijado por la paciencia de aquellos a quienes se oprime. Así proceden los gremios en nuestra ciudad con excelentes resultados porque tienen cómo presionar. Los médicos, por ejemplo, han vuelto a doblarle el brazo al Gobierno y al Parlamento a través de un paro laboral utilizando como carne de cañón a los enfermos y eso es algo que nunca les falla; y lo mismo los transportistas que perjudican la actividad económica con los cierres de carretera. Nosotros, ¿tendríamos que inventarnos algo semejante para que se nos tome en cuenta?

El señor Agustín Saavedra Weise se lamenta con sobrada razón al no poder cobrar su renta Dignidad que se le adeuda por dos meses; por si le sirve de consuelo, yo llevo nueve meses tratando de cobrar la mía y aún sigo trajinando al Segip que es el organismo que dispuso la retención de mi renta desde que empecé en abril del pasado año a percibir mi escuálida jubilación de Bs. 435. Como el pago de ambas rentas debe fusionarse en una sola boleta, dicho trámite debo hacerlo (y lo tengo hecho) en el Segip ubicado en el segundo anillo próximo al Parque Urbano y, si usted amable lector, conoce el lugar, habrá notado que no existe un solo árbol ni techo donde refugiarse de la canícula y las ventoleras que soplan fuerte.

Las colas las he tenido que hacer de pie desde la madrugada a fin de estar entre los primeros en ingresar a dichas oficinas y una vez dentro, esperar ser llamado de acuerdo al orden de llegada, claro que esta segunda espera, aunque larga, es más placentera y compensa el sacrificio anteriormente sufrido, porque se está en un ambiente cerrado, con asiento, y aire acondicionado. Lo malo es que existe mucha concentración de gente desaseada y que no porta ninguna medida de bioseguridad contra la pandemia, que hasta dan ganas de abandonar la gestión que nos llevara a dicha oficinas por temor al contagio inminente.

La burocracia local en estas oficinas está integrada por damas que han remitido toda mi información al centralismo porque acá no resuelven nada, son simples recepcionistas, y hasta el día de hoy no se libera la orden para que las entidades bancarias que hacen este servicio por comisión, procedan al pago correspondiente. Aquí también he vuelto a meterme en las “filas inhumanas”, en vano, porque mi pago sigue suspendido, y como el cajero del banco tampoco resuelve nada, ni siquiera puede brindar información al respecto, he tenido que retornar al Segip a comenzar de nuevo; o sea que se me tiene de Herodes a Pilatos y bien sabemos cómo le fue al Nazareno cuando fue sometido a trámite parecido hace más de dos mil años. Quiere decir que la burocracia presupuestívora, la que absorbe la mayor parte del presupuesto público, es antiquísima e inmortal y ha llegado a nuestros días más robustecida que nunca, porque es parte insustituible en cualquier sistema de gobierno sea de derecha o de izquierda. En realidad, la burocracia funciona como un gobierno paralelo, autónomo e independiente, y todavía se nos viene a prometer federalismo como si fuera la panacea.

La verdad que no sé cómo terminará este embrollo y si mi paciencia lo soportará. Por el momento continúo en la lucha sabiendo de que quien la sigue la consigue, y alentado en parte al saber que no soy la única víctima. Pero también entiendo que los derechos se ejercen y no se los implora, por lo que habrá que hacer algo más efectivo que llenar cuartillas.



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