Ninguno de los nueve hijos de Ever Salvatierra y de Giovanna Quispe, entre los doce años y un mes y medio de edad, tuvo hasta hoy la posibilidad de ir al colegio. No tienen documentos, y los padres tampoco han sacado cédula de identidad

8 de septiembre de 2022, 7:35 AM
8 de septiembre de 2022, 7:35 AM

Desde hace siete años viven en el barrio Bicentenario, ubicado en la ciudadela Plan 3.000.

Los Salvatierra Quispe son caseros en un terreno con tres cuartos a medio construir, y ocupan dos de ellos, uno para dormir, otro para la cocina, y un tercero está alquilado.

La casa no tiene barda, y en cuanto a los servicios básicos, apenas cuentan con el medidor de agua, de la luz se encarga el tío de Ever, que habita una casa colindante, y que les pasa electricidad, por supuesto, les cobra.

Once personas duermen en una habitación donde hay dos camas, o lo que queda de ellas, y un colchón curtido en el piso. Dos son adultos, y el resto niños, hijos entre doce años y un mes y medio.

Quizás la pobreza no es la excepción en ese barrio, pero sí el analfabetismo tan extendido en un mismo núcleo familiar, ya que ni Giovanna Quispe, la mamá, ni Ever Salvatierra, el papá, leen o escriben.

Los vecinos saben que los pequeños jamás han pisado un salón de clases, pero mueren de las ganas de aprender a leer y escribir, lo dicen todo el tiempo, dondequiera que van.

Según Ever, no ha sido posible que asistan al colegio porque solo tienen certificado de nacido vivo, excepto el niño de cuatro años, que nació en el baño, cuando el centro médico no atendió a la gestante por falta de documentos. Eso dicen.

El progenitor aseguró, junto con una vecina de testigo, que ha intentado inscribirlos, pero que no los aceptan.

El trámite se dificulta todavía más porque los padres, Ever y Giovanna, tampoco tienen papeles. Giovanna dice que nació en La Paz, y que su madre la dejó en Santa Cruz cuando era una niña, trabajando de niñera, y que jamás le tramitaron la documentación de identidad.

Para esta familia, el día se hace eterno, con Giovanna y nueve bocas quedándose todo el día en casa. No solo no pueden estudiar los niños, tampoco se benefician con bonos del Estado, ni con desayuno escolar para paliar el hambre.

Sobreviven a punta de arroz con huevo, estos últimos racionados, cinco para once bocas. No tienen heladera, sí una cocina que recién les regalaron.

Ever trabajaba como cargador y ayudante de chofer en las flotas, pero dice que hace un par de meses ya no encuentra trabajo, precisamente por falta de papeles. Se busca el pan -o el arroz- del día carpiendo, ofreciéndose a limpiar en las casas, pero dice que a lo mucho saca Bs 50.

Para Giovanna es más difícil buscarse la vida, el más chico de sus hijos tiene un mes y medio, los otros 2, 4, 5, 7 (gemelas), 9, 11 y 12 años.

Giovanna asegura que están tramitando la documentación de todos, dice que primero tiene que ir a La Paz a sacar su certificado de nacimiento, luego su esposo en Santa Cruz, para recién poder dar una identidad a sus descendientes.

Están buscando plata, mucha gente se ofreció, pero les sacaron lo poco que tenían, y hasta les perdieron parte de los pocos papeles.

Una vez con todo en orden, dicen que los niños, como sea, el próximo año entrarán a la escuela. Lamentablemente, el mayor, de doce años, ingresará a kinder con mucho retraso, ya en la adolescencia, igual que los de 11, 9 y 7 años.

Nada que celebrar

Para los Salvatierra Quispe, en el Día Internacional de la Alfabetización no hay nada que festejar. La educación no les ha tocado la puerta, ni siquiera han accedido al derecho universal de tener una identidad.

Este año, en el marco del Día de la Niña y del Niño del Estado Plurinacional de Bolivia, el ministro de Educación, Edgar Pary Chambi, remarcó que el Gobierno garantiza el derecho a la educación de la población infantil en Bolivia, y que redujo la tasa de abandono escolar, de 2,6% en 2019, a 2,1% en la actual gestión.

En Bolivia, 1.752.401 niñas y niños de los niveles Inicial y Primario pasan clases en el Sistema Educativo Plurinacional. Garantizamos el derecho a la educación y redujimos la tasa de abandono escolar, del 2,6% al 2,1%”, informó.

Datos del Ministerio de Educación aseguran que la tasa de analfabetismo es la más baja de la historia de Bolivia, indicador que ubica al país por encima de la mayoría de los vecinos de Sudamérica, y que cumple ampliamente los acuerdos internacionales. Entre el periodo 2006 y 2017 se alfabetizó a más de un millón de personas, el 74% mujeres.