5 de enero de 2023, 4:00 AM
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No es necesario decir que la pelea entre el Gobierno central y Santa Cruz tiene móviles políticos. Esa es verdad de Perogrullo, pero se la debe tener presente para intentar explicar lo que está pasando con el gran embrollo en el que se ha metido el país con la detención de Luis Fernando Camacho.

Sí: el origen de este conflicto es que, diga lo que diga, el Gobierno alienta un modelo de Estado centralista mientras que el empresariado cruceño, que es el que controla la región, plantea una liberalidad cuyos resultados se pueden ver precisamente allá.

Esa es la explicación político-económica, pero hay algo más: un sentimiento que no ha hecho sino crecer, y es el que detona todas las acciones de violencia de las que somos testigos.

El jueves 12 de marzo de 2009 publiqué, en esta misma columna, un primer apunte de mi teoría del odio en Bolivia, uno que ha ido creciendo proporcionalmente a la violencia que caracteriza a nuestras calles.

Aquel día dije que el odio se expresaba en la ferocidad con la que se ejecutaban los bloqueos de caminos, pero todo eso se ha quedado chico frente a lo que vemos ahora: el odio que sienten ciertos sectores de las regiones andinas hacia quienes viven en Santa Cruz, y viceversa.

¿Dónde se ha incubado ese odio? En los siglos de dominación de los españoles en los que los cargos, y el acceso al poder, eran ejercido por ellos, en perjuicio de los nacidos en esta tierra. Aunque la opresión no solo se ejercía sobre ellos, los indios se sintieron disminuidos y despreciados, no solo por los europeos de los tiempos virreinales, sino también por los mestizos que se adueñaron de la situación a partir de 1825.

Ese odio eclosionó cuando Evo Morales llegó al poder. Este hombre se autoproclamaba indígena, así que toda esa masa que se sintió oprimida durante siglos se sintió representada en él, y, aunque su pobreza secular haya cambiado poco, sintió que comenzó a gobernar a través de él. Pero como la riqueza no alcanzaba para todos, a los demás, a la masa, se le dio otra cosa: venganza.

Revisemos lo que pide la gente ahora, cuando se trata de pedir castigo a supuestas afrentas a la sociedad: ya no es justicia, sino venganza. No les interesa que no haya debido proceso, que se haya violado la ley al momento de ejecutar una detención o que los derechos fundamentales garantizados en la Constitución estén siendo pisoteados… la gente pide más, más castigo, detención por más tiempo… está destilando su odio.

Y allá, en Santa Cruz, la región que le está plantando cara al Gobierno, existen, también, sus propios tipos de odio. Uno de ellos, por ejemplo, es el racismo, que más de una reina de belleza ha hecho público en el pasado reciente.
Entonces, tenemos odio que choca con odio y eso provoca violencia. Mi gran temor es que ese sentimiento innoble termine fraccionando al país como nunca antes en su historia.

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