31 de agosto de 2023, 4:00 AM
31 de agosto de 2023, 4:00 AM


Las dos naciones que padecen mayores inconvenientes de estabilidad y gobernabilidad en el Cono Sur de nuestra región, son, sin duda, Argentina y Bolivia. No es que para Chile, Uruguay y Paraguay todo sea una taza de leche, pero ya tienen trazado un camino que se lo acepta y se lo respeta democráticamente.

Si a los argentinos de hace 20 años se los comparara con Bolivia, era algo menos que insultante. Y tenían toda la razón los argentinos. ¡Cómo hacer comparación semejante! Sin embargo, ahora, son los propios argentinos, sus políticos, su prensa, la que compara a un país con el otro, y gracias a Dios, porque la otra comparación, que se desea menos, es con Venezuela, el sumun del descalabro y el desprestigio.

Yo viví en una Argentina que muy poco tiene que ver con la actual. Pero han transcurrido más de 20 años. Claro, Buenos Aires era igual de hermosa que como hoy y sus mujeres igual de guapas, ese no es el tema. Lo notable fue que a mí me tocó vivir en la Argentina dolarizada si cabe el término, cuando un peso valía un dólar, cuando con cien pesos ibas a una casa de cambio y cobrabas cien dólares. Pero, también, cuando en La Biela de la Recoleta te cobraban cinco pesos por un café que eran cinco dólares. En un evento con el presidente Menem, con la crema de los empresarios y el cuerpo diplomático, en el Llao-Llao de Bariloche, sería a fines de 1997, el mandatario lanzó un desafío ante algunas dudas que existían sobre la paridad del dólar y el peso: vayan al banco con sus pesos, ahora mismo, y se los devolverán en dólares. La ovación fue muy grande, Menem convenció y yo viví en la Argentina más cara de toda su historia, seguramente.

Bolivia transitaba por el Gobierno del general Banzer, afligida de dinero, agobiada de demandas y de cercos carreteros, el Gobierno acusado de “neo-liberal”, comiendo, prácticamente, de las facturas mensuales del gas que nos pagaba Buenos Aires, pero seguros de que asomaban tiempos mejores porque ya despuntaba la riqueza gasífera que nos haría creer millonarios, aunque, por entonces, las rentas del gas solo alcanzaban para llegar hasta fin de mes.

Partí de retorno a Bolivia en diciembre de 1999. De la Rúa asumía la Presidencia de la Nación y es ahí cuando se encuentra con que la economía rioplatense no era sino un cascarón de huevo vacío. Él no pudo hacer nada. Se sucedieron mandatarios y personajes del mayor linaje económico, pero tal había sido la administración “menemista”, tanta la acumulación de malos gobiernos anteriores, que la metástasis había invadido todo el cuerpo del país. Empezaba lentamente la inflación actual, pero el mal del peronismo se hacía dueño de la situación, y su fobia contra los grandes productores agropecuarios, contra los “ricos” en general, el síndrome de Evita, mostraba ese rostro terrible del que Argentina no puede desprenderse. A ese paso, la debacle no podía esperar demasiado.

Un lustro después se encumbraba en Bolivia Evo Morales, con el voto de los desesperados, de los hambrientos. Chávez no tardó en encaramarse sobre Evo Morales y señalarle las directrices para obtener un gobierno popular, antiimperialista, clientelista, y, además, prorroguista. Con los enormes ingresos del gas que habían sido sembrados por la llamada “democracia pactada”, Evo Morales no tuvo nada más que hacer que gastar. Seguramente que ningún presidente de Bolivia ha tenido, en toda la historia, una gestión más cómoda, con semejante cantidad de dinero para dedicarse a derrochar antes que a gobernar.

¿Y ahora qué? Luego del débil Gobierno de Macri y transcurridas las malas administraciones kirchneristas, la gente cree poco en los partidos y en los candidatos, todos conocidos. Y aparece Milei. Un economista histriónico, mesiánico, intolerante, que quiere revolucionar Argentina con medidas que no se le ocurriría realizar a ninguno de los políticos en boga. Gana Milei en las PASO y se perfila a la Presidencia. Es el favorito, pero no podrá gobernar solo. Tal vez la señora Bullrich, si no es ella misma la presidente, pueda ser su aliada y su freno. Habrá que ver.

¿Y en Bolivia? Aquí sí que no pasa nada y pasa todo. Entre Arce y Morales quieren sacarse los ojos y han logrado dividir al partido más grande que hubo en la historia de Bolivia. Es la enajenación total producto de las ambiciones de poder. Como la oposición al MAS sigue siendo tan débil, la gente se pregunta: ¿tendremos un Milei nosotros también? Ya mencionan como tal a una dama agresiva y de peinado estrafalario como Milei, una “outsider” en la política. Y ya aparecerán otros imitadores de Milei. Pero Milei no es solo una persona de peinado raro e impulsos descontrolados, sino que es un economista reconocido, que ha demostrado tener un gran sentido político, además de carisma. Sin embargo, ni siquiera eso garantiza que pueda ser el mandatario que Argentina necesita, porque, pese a la urgente necesidad de cambio, a muchos argentinos les asusta.

¿Habrá en Bolivia un Milei? No es necesario que sea exacto y nadie lo desea así seguramente. Lo que se quiere es un cambio absoluto de la “casta” masista corrupta y que asuma el mando, para el Bicentenario de la República, una cabeza ilustrada y honrada que debería aparecer cuanto antes.

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