Opinión

Ministro mago

4 de junio de 2021, 5:00 AM
4 de junio de 2021, 5:00 AM

A los problemas estructurales que enfrentamos hay que añadir que también tenemos muy mala suerte. No se puede calificar de otra manera que por circunstancias casuales se haya entregado en bandeja de plata a determinados ciudadanos la posibilidad de trascender en la historia, pero por frívolas tentaciones no lo han hecho y, por esa actitud, han perjudicado al país.

Pienso, a guisa de ejemplo, en cómo el MAS desperdició la posibilidad de liderar un cambio profundo del país para meterlo en la senda de desarrollo, al rifar su proyecto en aras al goce del poder y el culto servil a su líder. Cómo el exalcalde de Cochabamba, José María Leyes, pudo convertirse en el referente de la oposición democrática, y cayó en las tentaciones de la corrupción. Cómo la presidenta Jeanine Áñez pudo pasar a la historia como la dirigente que pacificó a la sociedad y consolidó la democracia, pero más pudieron los cantos de sirena que la convencieron de ser candidata. O cómo Arturo Murillo sucumbió ante la tentación del dinero fácil…

Pese a esos episodios que deberían quedar guardados en la memoria, ésta se desactiva en muchos de quienes llegan al ejercicio del poder. Así, Luis Arce tuvo la oportunidad de reciclar la propuesta del MAS, pacificar al país y recuperar la concepción de la política como el espacio de la negociación en función del bien común, pero ha optado, más bien, por el autoritarismo, la represión y la exclusión.

Pero, quien esta semana se ha llevado la flor de la amnesia ha sido el ministro de Justicia, cuando al presentar un informe a la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) decretó que no hubo fraude en octubre de 2019, entre otras razones porque el Ministerio Público (a su servicio) desestimó todas las denuncias que se presentaron, y punto.

Cual mago, el dignatario sacó de su sombrero de copa un relato de lo que sucedió en esos días que poco o nada tiene que ver con la realidad ante los legisladores ahí presentes, como si estos no recordaran esas jornadas, mientras la mayoría de los oficialistas (aparentemente no todos) miraba sin ver a su ministro, porque seguramente ya recibieron las instrucciones precisas de los creativos guionistas palaciegos sobre cómo actuar en esas circunstancias, y los de la oposición hacían gestos de incredulidad y espanto.

Caso raro el de este ministro. No bien posesionado sacó de su sobrero mágico la noticia de que conforme al programa presentado en la campaña, el gobierno reformaría la justicia, para lo cual conformó una comisión de especialistas, de diversas tendencias, para presentar propuestas. Pero, la comisión solo tuvo una reunión, porque de inmediato el verdadero poder del MAS dijo al mago: “¿cambiar la justicia, a cambiar a su abuela ministrito”…

A los pocos días, sacó del sombrero la propuesta de remitir a la ALP un proyecto de ley de Acceso a la Información Pública… de inmediato los gremios del sector reaccionaron entre esperanzados y temerosos. Hay acuerdo en que se requiere una norma de esta naturaleza, pero los 14 años de gobierno del MAS han enseñado que no hay proyecto que algo tenga que ver con el ejercicio del derecho a la comunicación y la información que no trate de ser aprovechado para limitar las libertades de expresión e información.

En un diálogo organizado por Erbol, Lupe Cajías y yo conversamos con este dignatario sobre la importancia de una norma de esa naturaleza, el peligro de que se aprovechen los sectores autoritarios para limitar las libertades señaladas o que suceda, como con la reforma judicial, que el MAS desautorice la iniciativa, como ocurrió.

Ahora, como pagando esos tongos no autorizados, se alinea con los guionistas del golpe de Estado, rompe todo principio jurídico y se inventa la historia…
El ministro y el gobierno en general olvidan que la pirotecnia vale en un cumpleaños infantil o en el teatro. Utilizarla como instrumento de política consigue estirar demasiado la pita… y los que tenemos algunas canas, sabemos el peligro que se corre cuando ésta se rompe y no hay mago que pueda recuperar el control.

Para más asombro, este ministro mago, es (o fue) un católico cercano al Opus Dei… pese a que la Iglesia no ve con buenos ojos la magia…



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