Opinión

Moonshots para la economía boliviana

6 de septiembre de 2020, 5:00 AM
6 de septiembre de 2020, 5:00 AM

En las jornadas ciudadanas del año pasado hubo una participación masiva y cualitativa de los jóvenes. Ellos fueron la vanguardia de la lucha contra el fraude perpetrado por Evo Morales y la recuperación de la democracia. Las nuevas generaciones mostraron muchas cualidades, pero sobre todo valentía, resiliencia y disrupción. 

Perdieron el miedo a 14 años de autoritarismo. Crecieron en fortaleza y perseverancia frente al terror y la arremetida del poder. Y, sobre todo, mostraron una actitud disruptiva frente a la tradicional forma de hacer política. Produjeron un cambio determinante. Pavimentaron la entrada al futuro y nos desafiaron a realizar una transformación radical también en la economía, la sociedad y la relación con la naturaleza.

Al completarse casi un año, la revolución ciudadana ha sido deslactosada y tragada por el sistema político tradicional y sus diferentes tipos de operadores. Ahora, corre el riesgo de transformarse en una anécdota de la historia. 

La descaracterización del movimiento de octubre y noviembre del año pasado tiene varios ángulos. Por un lado, está la incapacidad de los liderazgos democráticos, de hacer un frente común, para derrotar políticamente al populismo chabacano que nos gobernó. Por otro, está la enorme dificultad de entender que estamos frente a un cambio de era, a un terremoto en términos económicos, sociales y ambientales, que se agravó y aceleró con la pandemia. Urge revertir esta situación. Por lo que, recuperando el espíritu del año pasado, se requiere propuestas de políticas públicas también valientes, resilientes y disruptivas. 

Los desafíos son mayúsculos. Reactivar la economía de la peor recesión del último siglo y, al mismo tiempo, cambiar el patrón de desarrollo, que por 195 años estuvo vinculado a la explotación de los recursos naturales. Cabe recordar que este patrón ya fue administrado, tanto por modelos neoliberales como estatales, con resultados económicos y sociales muy pobres. 

Los desafíos señalados implican un cambio de era. Son misiones para una nueva generación. Por lo tanto, promover la prosperidad inclusiva, el crecimiento económico verde y la transformación digital requiere pensar en grande y fuera de la caja.

A inicios de los años 60, el presidente Kennedy, de EEUU, propuso un cambio de era en términos tecnológicos y económicos. Planteó una misión diferente y retadora. En un discurso en la Universidad de Rice dijo: “Elegimos ir a la Luna en esta década, y también afrontar los otros desafíos, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, porque esta meta servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y aptitudes.” 

Mariana Mazzucato, profesora de la Universidad de Sussex, utiliza el ejemplo de la misión de viaje a la luna (moonshot) para ilustrar dos cosas. Primero que nuestras sociedades, para enfrentar las complejas crisis económicas, sociales y ambientales, deben proponerse misiones trascendentales y desafiantes. Cambios profundos y no pequeños ajustes. Y segundo, que estos desafíos requieren una reinvención de las políticas públicas que sean como el moonshot, propuesto por Kennedy. A grandes desafíos, osadas y creativas soluciones orientadas por una misión concreta.

En las palabras de Mazzucato, las políticas públicas guiadas por misiones ambiciosas, Moonshots (llegar a la luna), crean un panorama de políticas a largo plazo, pero tiene la virtud, al mismo tiempo, de establecer tareas precisas que movilizan a varios actores, de abajo hacia arriba y en diferentes sectores.

Según Mazzucato, en el programa espacial Apolo, “el gobierno de EUA, entre 1960 y 1972, gastó $us 26 mil millones. Impulsó más de 300 proyectos diferentes, que contribuyeron, no solo en aeronáutica sino en áreas como nutrición, textiles, química, electrónica y medicina, dando como resultado 1.800 productos derivados, desde alimentos liofilizados hasta trajes de enfriamiento, neumáticos de resorte y control de vuelo, sistemas utilizados en aviones comerciales.”

Las políticas públicas orientadas por misiones son diferentes de la aproximación sectorial o de colocarse desafíos amplios. En el primer caso nos circunscribimos a trabajar en un sector transporte, salud o energía. En el segundo, los desafíos son más amplios y difusos como reducir la desigualdad, o detener el cambio climático.  Para Mazzucato, las misiones implican abordar problemas muy específicos, como fue el caso de llegar a la luna o como podría ser la reducción de las emisiones de carbono en un porcentaje determinado durante un período específico. Y a partir de una misión muy concreta se articulan decenas de actores y sectores. Por ejemplo: Bajar las emisiones de carbono en un 40%  es una tarea de los sectores energético, transporte, agroindustria, educación, nutrición y muchos otros. Así las políticas orientadas por una misión (moonshot) deben centrarse en crear una transformación de todo el sistema y en muchos sectores diferentes y con la participación de muchos actores públicos y privados. Deben ser políticas interdisciplinarias y transversales con objetivos medibles y una fecha límite de cumplimiento.

Así mismo, en la opinión de Mazzucato, las políticas públicas orientadas por misiones concretas deben ser valientes/disruptivas/audaces e inspirar a los ciudadanos. 

¿Con esta metodología en mente, cómo encaramos un nuevo patrón de desarrollo productivo, inclusivo, digital y medioambientalmente responsable? ¿Cuáles son los moonshots que requiere la economía y sociedad boliviana? Pues estas preguntas tienen que comenzar a ser respondidas, por los jóvenes, que el año pasado, en la acción política, se colocaron la misión concreta (un moonshot), que parecía imposible, de sacar al gobernante fraudulento, que estaba en la luna de Paita, en tres meses. El próximo domingo su escribidor presentará algunas misiones pioneras para la economía boliviana. El debate está abierto.

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