Opinión

Museo Suárez Arana, en Puerto Suárez

26 de julio de 2021, 5:00 AM
26 de julio de 2021, 5:00 AM

En esta tarea que he emprendido voluntariamente de proponer museos y centros de interpretación a lo largo y ancho del departamento de Santa Cruz, no se puede ni se debe obviar uno dedicado a los Suárez Arana, que proponemos instalar en Puerto Suárez, provincia Germán Busch, como pasamos a fundamentar a continuación.

A mediados del siglo XIX, cuando hacia 300 años que se había fundado Santa Cruz a orillas del Sutó, siendo todavía poco conocidos nuestros montes al este del río Grande, y habiendo una serie de legendarios pueblos, muy distantes de todo, como Santiago de Chiquitos, Santo Corazón, San José, los viajeros que viajaban hacia el este de Santa Cruz de la Sierra iban por San Javier o tenían que cruzar el monte grande, desde Pailón, debiendo hacerlo con la mente bien despierta, atentos a los animales feroces que acechaban constantemente, y a los Zamucos, que no perdían el rastro a los ocasionales viajeros.

En dichas circunstancias, el cruceño Miguel Suárez Arana, nacido el año 1834, educado en Sucre, era un convencido que se debería buscar una salida hacia el Atlántico, y en ese propósito funda un puerto sobre el río Grande cercano, denominándolo San Miguel de Higuerones, de efímera vida.

Continuando con sus objetivos, posteriormente consigue una concesión para fundar un puerto en la laguna Cáceres, cosa que hace el 10 de noviembre de 1875, dando lugar así a lo que vendría a ser Puerto Suárez, denominado así en su honor, desde donde era factible seguir la navegación por el canal Tamengo, comunicándose con el río Paraguay, en territorio brasileño, pues para ese entonces Bolivia ya había sido mutilado por el ignominioso tratado de límites de 1867, en la presidencia de Mariano Melgarejo.

Miguel Suárez Arana ya había conocido esos parajes chiquitanos con su abuelo, Pedro Pablo Arana y Olarro, vizcaíno de nacimiento, y el plan nacional, presentado por él al gobierno, se iniciaba con el fortalecimiento de la hidrovía Paraguay-Paraná, que comprendía el puerto sobre la laguna Cáceres, unía a varios pueblos con una red de caminos, proponía la fundación de pueblos y colonias de agricultores, así como la dotación de una flotilla de barcos, todo por cuenta de la “Empresa Nacional de Bolivia en el Oriente”, empresa privada dirigida por Suárez Arana.

Los esfuerzos financieros y bienes conseguidos por Suárez Arana, procurados en Río de Janeiro y en Buenos Aires, se vieron usurpados tras el derrocamiento de Frías, que le había otorgado el derecho de fundar el puerto sobre la laguna Cáceres, y la ascensión al poder de Daza, quien no le jugó limpio y entregó algunos de sus bienes a un español de nombre Francisco Javier Bravo, iniciándose una serie de injusticias propias del caudillaje boliviano contra Suárez Arana, hasta que le quitaron todas sus concesiones en 1880.

Habiendo recuperado sus derechos el año 1881, después de una brillante defensa en la ciudad de La Paz, Suárez Arana sigue empecinado en su proyecto de hacer navegable la ruta fluvial, y llega a Puerto Suárez desde Buenos Aires con cinco barcos y 120 tripulantes para unirse a su hijo Cristian en el lugar donde se construirá Puerto Pacheco, fundado por Miguel el 18 de julio de 1885.

Con el auge de Puerto Suárez propiciado por el empeño de su fundador, donde se comercializaba con la goma y otras mercaderías, varios gobiernos europeos abrieron allí sus consulados, y el puerto tuvo también su importancia en el conflicto del Chaco.

La obra de su creación fue continuada por su hijo, Cristian Suárez Arana, segundo hijo de su matrimonio con Cristina Aguirre. Como su padre, Cristian es un gran luchador por el afianzamiento de Bolivia en los territorios orientales, un gran conocedor de la geografía regional, y plasma sus conocimientos en varias obras publicadas en boletines de la Sociedad Geográfica e Histórica de Santa Cruz, como los “Folletos Bolivianos de Hoy”, y como coautor del Memorándum de 1904, siendo primer presidente de la Sociedad Geográfica e Histórica de Santa Cruz.

La obra de padre e hijo, Miguel y Cristian, pues, no debe ser olvidada y la memoria de estos dos grandes bolivianos debe ser recuperada en un museo que, reiteramos, debe instalarse en Puerto Suárez. La magnitud del esfuerzo de estos señores, en un país tradicionalmente acostumbrado desde el centralismo a poner palos en las ruedas del desarrollo de otras regiones, debe ser conocida.

No es por nada que Hernando Sanabria Fernández recogió expresiones de Miguel Suárez Arana quien, en su desesperación de no poder ver terminada su obra, dice: “Después de haber hecho mapas, planos, estudios geográficos que significan los más grandes sacrificios, la lucha ha sido desigual durante diez años contra los imposibilistas que dicen que “el plan es grandioso, pero es un sueño, una utopía”. Si es un sueño mi plan, déjeseme ir a soñar allá con los vientos frescos del Gran Chaco. A nadie perjudico soñando, si es utopía, déjeseme luchar contra los imposibles. Es mi gusto, mi pasión. Lo que el vulgo llama imposible es para mí la gloria.”

Esperemos que esos tales imposibilistas y los gobernantes centroandinos no impidan hoy que la Gobernación de Santa Cruz y el Municipio de Puerto Suárez visibilicen un museo que le haga justicia a la memoria de tan preclaros compatriotas.

Mario Suárez Riglos es historiador


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