En un contexto de crisis el sector de la microempresa sigue apostando por el país. Sus actores se actualizan para seguir dando empleo

6 de agosto de 2021, 10:00 AM
6 de agosto de 2021, 10:00 AM

“En las guerras y la crisis nacen los nuevos ricos”, esta frase no es de ningún filósofo o pensador contemporáneo, sino de Florencio Ramírez, un humilde campesino de Oruro que echó raíces en Santa Cruz. Estas diez palabras han sido un credo de vida para Corina, su hija, una emprendedora de 50 años que se reinventó en plena pandemia. Sus mejores armas fueron las redes sociales y el entusiasmo de sus tres hijas, que se metieron de lleno al negocio familiar.

Antes de que el virus llegue a Bolivia, Corina confeccionaba calzas, que comercializaba al por mayor. Su nicho de mercado, eran las escolares. Su negocio marchaba bien, hasta que todo se paró y las cuentas por pagar se hicieron cada vez más grandes al punto de quedarse sin capital.

“Me quedé sin dinero y comencé a liquidar para no tener nada en stock”, relató la empresaria.

Pero después de sentir que su “mundo se acababa”, recordó las palabras de su padre, su credo de vida y reencaminó su rumbo.

“Tengo la suerte de tener el apoyo de mis hijas. Ellas vieron la forma de trabajar en la pandemia haciendo entregas a domicilio, iban en bicicleta o caminando. Nos dimos cuenta de que había una manera de sobrevivir”, dice.

Después comenzó a hacer más diseños de ropa deportiva y su imaginación disparó con diseños que nada tienen que envidiar a marcas como Adidas y Nike.

Sueña que su marca Prestigio Flex llegue a tener la reputación de esas firmas internacionales y vaticina: “Si ellos pudieron, yo también puedo”.

Fue en el periodo de confinamiento donde sus hijas integraron por completo al emprendimiento. Florencia, es la fotógrafa de la empresa, su lente captura todos los diseños que su madre confecciona. Jaqueline, es la administradora y lleva las cuentas, es la responsable de que todos los números cuadren.

La creativa es Jaqueline, que estudió marketing. Todas ayudan a promocionar y vender sus prendas por redes sociales en especial Facebook, Instagram, Twitter y Tik Tok.

“Ellas son muy disciplinadas”, asegura Corina. Si bien el Covid-19 sembró muerte, miedo y crisis económica, no destruyó los sueños de la emprendedora. Este periodo de crisis logró reinventarse, salió de su zona de confort y ahora sueña en grande.

Le ilusiona tener una fábrica y que la menor de sus hijas de 11 años, ‘su peque’ sea la diseñadora de su marca Prestigio Flex.

Es optimista y asegura que es nacionalista a morir: “Quiero demostrar que las marcas bolivianas son buenas”, dice.

Corina no es la única que se reinventó durante la emergencia sanitaria. Andrea Bustillo, dio un giro a la forma de vender su producto. Ella también se dedica a la confección. Su marca On Class, era muy solicitada para uniformar a cientos de colegiales. Sus diseños coloridos y modernos, hacían que los alumnos luzcan estas prendas. Pero la pandemia mermó sus ingresos, cuando el Gobierno de transición decidió clausurar las clases presenciales. Después de varios días de confinamiento, no se rindió e hizo lo que muchos creían una locura; seguir vendiendo los coloridos y coquetos diseños.

¿Cómo lo hizo? Usó la tecnología para llegar hasta sus clientes. Ya no podía ofrecer sus uniformes en los colegios, la pandemia hizo que los negocios ‘face to face’ se dejaran de lado, por eso comenzó a coordinar reuniones por Zoom y promocionar sus prendas por redes sociales.

El mensaje era simple, por más que las clases presenciales se hubieran acabado uniformaría a los estudiantes que continuaban sus estudios de forma virtual.

Contactó a los padres que años antes le encargaban prendas y uniformes para la promoción de sus hijos y los convenció de adquirir el producto.

Y sí, ellos aceptaron. Inclusos durante la cuarentena, varios de estos chicos comenzaron a lucir los diseños de On Class en sus redes sociales. Admite que las ventas no se igualaron como en la época antes de la pandemia, pero logró que los pocos negocios sobrevivan y sobre todo reinventarse.

Pese a ser una microempresaria con experiencia, durante la emergencia sanitaria, se dio cuenta que debía fortalecer sus conocimientos en redes sociales.

Ahora usa todas estas herramientas digitales; en especial Tik Tok, que es donde se encuentra su nicho de mercado.

“Los alumnos estaban en casa, pero por Tik Tok y reuniones por Zoom creamos la expectativa, de que el estudiante que esté en casa luzca su uniforme a través de sus redes sociales”, asegura.

Según datos de la Federación Departamental de la Micro y Pequeña Empresa de Santa Cruz (Fedemye) un 30% de sus más de 4.000 afiliados recurrieron a las redes sociales para ofrecer sus productos durante a la emergencia sanitaria por la pandemia.

Mientras que otro 20% de los microempresarios tuvo que migrar de actividad; algunos cambiaron los talleres de metalmecánico y de textiles por la venta de comida rápida o verduras.

Nuevo escenario

La reinvención no ha sido fácil asegura, Félix Huaycho, presidente de Fedemype. Él mismo tuvo que diversificarse para mantener en pie su microempresa. Antes de los días de encierro, el emprendedor se dedicaba a la confección de jeans. Pero al cerrarse los mercados y todos los centros comerciales, se vio imposibilitado de seguir adelante: no había a quién vender.

Pero la misma emergencia sanitaria le abrió un mercado. Al ver la escasez de barbijos comenzó a fabricarlos y ofrecerlos a través de las redes sociales. Para eso contó con el apoyo de sus hijos, que durante la pandemia se capacitaron y ahora son los ‘community manager’ de la pequeña empresa.

“Ahora usamos las redes sociales porque antes no se tomaba en cuenta. Ahora es una necesidad, Esto ha sido un cambio profundo”, afirma el microempresario.

No solo fabricó barbijos sino trajes de bioseguridad. Esto le permitió tener algo de ingresos.






Con la flexibilización de las restricciones volvió a la producción de jeans, pero ahora también confecciona poleras y diferentes tipos de prendas. Se diversificó. Admite que los microempresarios se enfrentan a un nuevo escenario que resulta adverso.

Muchas microempresas no han sobrevivido a una de las peores crisis económica que enfrentó el país. Según datos de la Confederación Nacional de la Micro y Pequeña Empresa (Conamype) señalan que al menos 150.000 unidades de negocios cerraron sus puertas.

Pero las que continúan en esto siguen apostando por el país.

“Yo amo mi país. Trabajé años en Argentina y Brasil, aprendí allá y volví porque creo que los bolivianos somos buenos produciendo”, afirma Huaycho.





Y es que su historia es un caso único. Muchos bolivianos migran a los grandes talleres de la capital bonaerense y se quedan allá. La mayoría no vuelve, pero él siguió el camino opuesto pese a que muchos le decían lo complicado que resulta emprender en Bolivia.

Siempre fui la oveja negra en todo”, dice, pero en el buen sentido. Siempre soñó con tener un negocio propio, por eso migró lejos de su natal La Paz. Tras años en la universidad de la vida retornó al país.

En Bolivia hasta un 80% del empleo es generado por la microempresa un sector golpeado, no solo por la pandemia sino otros factores como el contrabando, pero esa es otra historia.

Pese a las crisis muchos emprendedores, sin saberlo, siguen las sabias palabras de don Florencio, siguen remando contra la corriente y apostando por Bolivia.