Opinión

Nación sin Estado

14 de febrero de 2021, 5:00 AM
14 de febrero de 2021, 5:00 AM

El 14 de febrero de 2001 salió a la luz pública un esfuerzo subterráneo de décadas de formación, el Memorándum de Nación Camba. Nada fue casual ni improvisado. Un 14 de febrero de 1825 Santa Cruz declaraba su independencia del imperio español de ultramar manifestando la vocación de autodeterminación de su pueblo. Pasaron casi dos siglos de permanente resistencia a una nueva dominación por parte de un estado inventado por las oligarquías coloniales altoperuanas pero logramos tener un despertar nacional: somos una nación. Los años posteriores sucedió lo que siempre sucede, se intentó desprestigiar nuestra realidad, denigrarla y extinguirla, desde la burla, el descrédito y la ocupación político-militar.

Pero al final las ideas terminan demostrando que son una realidad. Hoy nadie puede negar que lo Camba es una fuerza movilizadora social capaz de hacer lo que se nos ponga como horizonte. Estas dos últimas décadas coincidió también la insurgencia de otros pueblos que renegaron del dominio colonial interno del centralismo de la oligarquía minera andina.

Como afirmaba Isaac Sandoval, “el problema nacional-estatal no podría plantearse como el de una nación sin Estado, sino al contrario, el de un Estado sin nación: un Estado vaciado desde la exterioridad que por su naturaleza de clase y su praxis político-ideológica no es, o no quiere ser nacional”. Los inventores del estado-nación y de la construcción de la bolivianidad se encontraron ante el colapso de su tesis. El reclamo de los pueblos andinos era coincidente con la necesidad de autodeterminación de los pueblos orientales. Un país multinacional era inminente. Nadie esperaba que esta decadente oligarquía andina aceptase una refundación del país sobre bases raciales y consiga recanalizar el momento histórico hacia un nuevo colonialismo. Por ello convenció a las naciones originarias que el territorio de los Cambas era suyo por derecho y su espacio vital de expansión. Los dominados serían sus aliados en el sometimiento y exterminio cultural de otros pueblos. A partir de entonces la conquista y destrucción del alma de los cruceños se puso en marcha. Pero esto no es nada nuevo en nuestra historia, que está llena de intentos de ocupación, colonización y exterminación. Hemos resistido sus más duros embates, en condiciones desiguales y siempre hemos salido adelante.

Hoy que nuestro despertar nacional ha vuelto, empezamos a entender que la autonomía es un camino hacia la construcción de nuestro Estado propio. Los vientos federales vuelven a soplar en nuestras cabezas, una unión de naciones y regiones dotadas de sus propios estados en la búsqueda de mejores días para sus pueblos, pero basada en un pacto de respeto mutuo y colaboración, lejos de los intentos de imposición o dominación. Hoy nuestra nación sabe para qué quiere su autodeterminación y busca su lugar en el concierto de naciones del continente. Hoy su condición de sociedad de frontera, el punto más lejano del continente, se revierte y se constituye en la visión de nuestros antepasados, el principal punto de encuentro de los pueblos libres del sur. Hoy nuestra nación se reconoce como una construcción ética y no étnica, hoy proponemos una integración a la patria continental. Hoy sabemos que la construcción de nuestro Estado debe ser para integrarnos con otros pueblos oprimidos desde las obsoletas estructuras virreinales y buscar una unión más perfecta en una gran comunidad continental. Hoy sabemos que el futuro es nuestro.



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