24 de mayo de 2023, 4:00 AM
24 de mayo de 2023, 4:00 AM

Un operativo policial ejecutado en Europa y Latinoamérica ha puesto en evidencia que las mafias internacionales vinculadas al narcotráfico están intercambiando drogas por armas de grueso calibre como parte de sus operaciones. Fueron 132 detenciones las que realizó la Europol, la agencia europea de policía, al desmantelar una red de la mafia denominada la ‘Ndrangheta, con conexiones en varios países del Viejo Continente, Panamá y Brasil. La influencia de esta red puede llegar a otros países latinoamericanos, incluyendo Bolivia, donde ya se ha constatado el accionar de grupos criminales brasileños.

Una criminóloga sostiene que los que reciben las armas de las mafias europeas son los grupos delincuenciales PCC y Comando Vermelho, de Brasil, los cuales son antagónicos y se encuentran en constante pugna por ganar territorios. Muchos de los ajustes de cuenta que han sucedido en ciudades fronterizas de Bolivia encajan en la lógica de esa pugna territorial.

Si bien la actividad del narcotráfico siempre ha estado acompañada de violencia, la perspectiva de que estas mafias estén potenciando su arsenal es motivo de mayor preocupación por el previsible incremento de los secuestros, ajustes de cuenta y asesinatos en territorio nacional.

Con vinculación directa a las mafias internacionales o no, lo cierto es que numerosas familias bolivianas han sufrido los horrores de la violencia del narcotráfico en lo que va del año. La inusitada seguidilla de secuestros, extorsiones y asesinatos denotan la osadía característica del crimen organizado. Justamente, se teme que este tipo de hechos se pueda multiplicar si las mafias expanden su presencia y las armas proliferan entre los integrantes de las redes de narcotraficantes. Todo esto es caldo de cultivo para que también se potencien otras actividades delincuenciales, como la trata de personas y el secuestro extorsivo a cualquier ciudadano.

Por su parte, el Gobierno siempre ha negado la posibilidad de que en el país estuvieran operando los cárteles internacionales del tráfico de drogas, y destaca, más bien, la efectividad con la que se combate el narcotráfico. Es evidente que los operativos terminan con la incautación de cientos de kilogramos de droga y que se desmantelan decenas de fábricas de pasta base de cocaína, pero no menos cierto es que Bolivia sigue permitiendo que ingentes cantidades de droga sigan trasponiendo sus extensas y desguarnecidas fronteras.

Todos los países vecinos sufren de una manera u otra los efectos del tráfico de estupefacientes, y Bolivia, por su ubicación geográfica en el centro del continente, tiene mayores vulnerabilidades que el resto. Los expertos advierten que las mafias internacionales no van a cesar en su propósito de aumentar su presencia donde encuentren la menor resistencia.

El poder de las mafias obliga a que los países encaren la lucha contra el narcotráfico de manera coordinada y con la suficiente capacidad material y logística. Aquí no se trata de sacrificar soberanía sino de aunar esfuerzos con nuestros vecinos y, por qué no, con países europeos que ya tienen amplia experiencia en el combate contra el crimen organizado. 

Esta batalla no se puede ganar si no se encara al mismo tiempo el tema de la descomposición social que se está dando en el núcleo de miles de familias y de comunidades que, en su afán de subsistir o de conseguir dinero fácil, han caído en el sórdido mundo del narcotráfico. Habrá que crear los incentivos para que retomen las actividades productivas, legales y dignas. Urge hacer esto antes de que se embarquen en ese otro camino sin retorno.

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