16 de febrero de 2022, 4:00 AM
16 de febrero de 2022, 4:00 AM


El título surge del sentimiento de impotencia en ciudadanos y sectores que reflejan la mitad del país, los cuales ven inaceptable cómo un partido populista de izquierda que representa la otra mitad, gobierna fuera de los cánones democráticos y distorsionando la Constitución, vulnerando derechos mediante la opresión y uso de la persecución judicial de opositores. Si a ello agregamos un segundo componente, cual es la disgregación total de la oposición política sin línea ideológica definida, quienes no aprenden de haber dividido el voto en las elecciones de 2020, cerramos la fórmula para seguir por décadas en un lamento sin solución, por las arbitrariedades de un proyecto autoritario disfrazado de democracia y legalidad, donde la división de poderes es una farsa formal.

Ante ello, urge la creación de otro proyecto; un gran movimiento de la otra mitad que piensa diferente, donde aquellos líderes de oposición, despojados de egoísmos y que tengan la vocación primaria de servir y transformar el país, unifiquen y concilien criterios con una visión y objetivo común, que debe ser el mismo que comparten esos sectores de campo y ciudad que rechazan la actual forma de gobernar y que serán la esencia y sustento que dé legitimidad al nuevo instrumento político, con un alto sentido de pertenencia. 

La voluntad primigenia de estos actores militantes, debe traducirse en una nueva forma de hacer política donde la ética, el servicio y la transparencia públicos, transversalice como dogma inmutable toda su estructura y programa; sin esta voluntad, ya vimos que es imposible ejecutar los principios y valores normados en la CPE. 

Logrado lo anterior, el objetivo es llegar al Gobierno democráticamente, teniendo claro el diagnóstico de los males endémicos de Bolivia pero agravados sustancialmente desde el 2006 por la incapacidad del partido gobernante para reducirlos en los últimos 16 años, tales como la corrupción y la errada administración pública que rifaron la época de bonanza por venta de gas; el fracaso de medidas contra el contrabando y la inacción cómplice del creciente narcotráfico, más la depredación medioambiental y mal uso de la tierra, que han carcomido los cimientos de nuestra forma de vida, trastornando la seguridad y paz social.

Su ideología debe trascender los antagonismos de derecha e izquierda, así como del capitalismo o socialismo, tomando las teorías sobre Tercera Vía como la adecuada para representar y proponer una alternativa fiable que encaje con la demanda y realidad del país, que si bien es contrario a las desigualdades del capitalismo, nunca va a aceptar la opresión y dominio estatista del socialismo, contra el empeño de la libertad. 

La base de su éxito debe girar en tres ejes: el cumplimiento total y material de la CPE; la reinstitucionalización y la aplicación de medidas sociales de impacto, que protejan efectivamente a los sectores necesitados y vulnerables.

El nuevo instrumento político debe ser la antítesis del contradictorio modo de gobernar masista, donde la política esta desconectada de la ética pública y se reduce a una técnica populista para mantener y controlar el poder, en base al conflicto y división con los otros, sus enemigos, y la distorsión del poder público en favor del poder político del partido, afectando así su legitimidad democrática.

La política para el nuevo partido debe entenderse como parte de la dimensión humana al estar unida a la ética y servicio públicos, donde existe el otro, pero no es enemigo y las diferencias se solucionan en espacios de confrontación ideológico y programático, por lo que su fin es la transformación constante para la construcción del orden deseado. 

Sin estas consideraciones que reflejen el alma y voluntad de donde nace un nuevo instrumento político, es imposible pasar a analizar cambios estructurales para bien común, ya que el primer problema a resolver en Bolivia son la falta de valores y la ética pública de los gobernantes.

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