Opinión

Necesidad de un pacto por la gobernabilidad

17 de mayo de 2021, 5:00 AM
17 de mayo de 2021, 5:00 AM

A los analistas políticos alineados en la oposición (unos por vocación y otros en calidad de rentistas del anterior régimen, según se dice), les queda cuatro año y medio para continuar dedicando su tiempo libre a cuestionar al Gobierno por todo y por nada. Es el derecho que en democracia tienen las minorías que por lo general no son escuchadas por las mayorías en el poder, y para hacerse escuchar, acude al recurso de salir a las calles a crear convulsión social como medida preparatoria del golpe de Estado que se produce a continuación, con o sin el éxito esperado.

En los últimos días, para citar un ejemplo, se ha renovado la polémica por el uso de agrotóxicos, y los primeros en salir a defender los intereses de los grandes agropecuarios, han sido los analistas políticos de referencia, no obstante que el agronegocio es menos importante que la vida humana a la que hay que privilegiar por encima de todas las cosas, que es lo que en el fondo se halla en discusión. Recordemos que el propio Adam Smith (1723-1790), tatarabuelo de nuestros neoliberales, fue quien desnudó el falso altruismo con el que llenan la boca los productores, con estas palabras: “Cuando el gremio se reúne –dijo- es para conspirar contra el público y elevar los precios”.

Por su parte, el presidente Arce dispone de igual cantidad de tiempo (al parecer ya perdió seis meses) para enervar con obras y menos palabras las arremetidas virulentas de los adversos, y no tiene que gobernar escuchando el tambor de la oposición, sino aplicando su propio programa tendente a la consolidación del proceso de cambio (que no termina de procesarlo o no sabe cómo hacerlo), que no es el fantasma del comunismo que imagina la oposición para intimidar al pueblo, sino simple sustitución de clases en el poder: los movimientos sociales del MAS en lugar de la clase oligárquica eterna gobernante.

Pero no hay razón para meter miedo si en nuestro país y muy particularmente en Santa Cruz que aspira a la federalización, las condiciones psicológicas no están dadas para que prospere el sistema socialista, y hemos visto que cada vez que se instalaron en el país gobiernos izquierdizantes desde Belzu, pasando por Villarroel, Víctor Paz y J.J. Torres, hasta llegar a Evo Morales, las fuerzas de la reacción desmontaron el esquema con apoyo en las bayonetas que es para lo único que son eficientes. Con más autoridad-como no podía ser de otra manera-, el escritor Bertrand Russell nos decía en 1920 tras visitar Rusia, “que sería un error tratar de inaugurar el socialismo donde los oponentes activos sean tan fuertes como los revolucionarios activos, porque en tal caso hay que esperar que resulte una guerra civil”. Y este grito se escuchó fuerte y claro durante la sublevación del movimiento denominado ‘pititas’ junto al ejército y la policía amotinados.

Pero existe una fórmula para salir del círculo vicioso sin que implique cambio de estructuras socio-económicas, sino simple cambio de mentalidad; un modo de obtener de parte de la oposición una tregua que ponga fin a su afán desestabilizador. La teoría nos dice que la política es el arte de gobernar y que la democracia es un asunto de todos. De ahí que emerja ineludible la necesidad de construir un pacto de gobernabilidad entre oposición y oficialismo, y este es un planteamiento que hemos escuchado de boca de las nuevas autoridades departamentales recientemente posesionadas, utilizando términos tales como alianza, acuerdo, consenso, coordinación, diálogo y otros análogos que significan lo mismo que pacto. Por este acuerdo, que nada tiene que ver con los pactos de compadres que en el pasado se suscribieron en nombre de la “Bolivia profunda”, se podría coordinar mejor el problema sanitario, lograr la aprobación de leyes, planes de inversión, proyectos de desarrollo, acuerdo específico de no conceder ‘’perdonazos’’ a la corrupción pública venga de quien venga, y otros que hacen a la gestión pública, tanto en el nivel nacional como en el subnacional, sin las cortapisas que hoy bloquean la gobernabilidad, cosa que es posible concretar sin que se renuncien principios ideológicos. El movimiento se demuestra andando según Diógenes (el cínico), entonces, pongámonos en camino que el tiempo apremia.



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