Filosofía de las calles. El 17 de agosto fue el Día Mundial del Peatón. Desde hace tiempo se habla de vivir la rutina de transitar las calles de a pie de otra forma, una donde no resulte incómodo o estresante recorrerlas, sino que sea amigable y en armonía con su paisaje urbano

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22 de agosto de 2021, 4:00 AM
22 de agosto de 2021, 4:00 AM

Por: Adhemar Manjón

Perdidos en la prisa que depara la cotidianeidad, vemos las calles y sus aceras como obstáculos que debemos evitar. El ruido de los autos y la gente que viene y va convierten nuestro caminar en un vía crucis de estrés y ansiedad. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año, en todo el mundo, más de 270.000 peatones pierden la vida en la vía pública; también se señala que, a escala mundial, los peatones representan el 22% del total de defunciones por accidentes de tránsito, y en algunos países la proporción alcanza un 66%. El pasado 17 de agosto se conmemoró el Día Mundial del Peatón (esto como homenaje a Bridget Driscoll, quien en 1897 muere atropellada por un automóvil), y esta fecha es una buena excusa para hablar de la calle como otro territorio posible a la hora de recorrerla en nuestras rutinas diarias.

Un artículo de ONU Hábitat, titulado Convertir la ciudad en un espacio para caminar, basado en el libro Ciudades para la gente, de Jan Gehl, dice que “las calles deben invitar a caminar. Una ciudad caminable es una ciudad vital, sostenible, sana y segura. Sin embargo, aunque alentar a las personas a caminar es todo un reto, la buena planificación urbana es determinante para influir en los patrones de uso y comportamiento en la ciudad”. El artículo señala que es saludable practicar la “vida entre edificios”, que incluye un gran número de actividades que se pueden realizar en las calles tales como caminatas, paseos, conversaciones y encuentros, ejercicios, bailes, intercambios comerciales o espectáculos callejeros. “Caminar es mucho más que solo circular. Es una experiencia que permite vivir la ciudad en toda su diversidad”, se señala. También queda claro que son las instituciones correspondientes, como los municipios, los que tienen una enorme responsabilidad a la hora de proporcionarles a los ‘caminantes’ urbanos mejores opciones de vida, un nuevo respiro: “Ensanchar las veredas, plantar árboles nuevos para proveer de sombra el camino, organizar exposiciones de arte en la calle y contar con iluminación nocturna son algunos aspectos esenciales que incentivan a los habitantes a caminar y a permanecer en la ciudad. Las mejoras urbanas aumentan el flujo peatonal y las actividades de permanencia, tanto en horario diurno como nocturno, multiplican el nivel de actividad”.

Experiencias

En varios países se han tomado en serio lo de retomar las calles y avenidas caminando de una manera más sana, más amena, dándole una mirada más inclusiva, incluso más feminista, como en Chile, donde la ONG La Reconquista Peatonal funciona desde 2007, y es llevada adelante por Karen Seaman y Nicole Pumarino con el objetivo de relevar la caminata urbana como el medio esencial de habitar y construir la ciudad. Para esta organización “la velocidad de las personas al caminar determina una relación particular con el espacio, el tiempo y con personas desconocidas”.

Una de las actividades que tiene La Reconquista Peatonal es la entrega de pequeños cuadernos a los peatones, para que mientras caminen registren sus sentimientos, ideas y sensaciones de lo que ven mientras avanzan por los distintos espacios urbanos. Estos diarios móviles son una herramienta que mezcla elementos de cuestionario y diario de vida, permitiendo reescribir sobre el papel una y otra vez, de forma personal e irrepetible, tal como es la acción del caminar. Cada diario se entrega presencialmente y acompaña a los caminantes hasta ser devuelto a La Reconquista Peatonal, para pasar a un período de difusión y análisis según los objetivos específicos de cada versión.

“A pesar de lo simple que parece, caminar es un acto complejo. Por un lado, es un modo de desplazamiento, pero por otro es también una forma de habitar y de apropiarnos de la ciudad. Caminar implica detenerse, sentarse, conversar, mirar, relacionarse de distintas formas con otras personas y espacios; genera reflexiones y memoria, elucubra ideas e incluso resuelve problemas. Estas múltiples dimensiones que aparecen y se combinan cuando caminamos, las ponen de manifiesto las más de quinientas personas que hasta ahora han cargado en su mente o en su bolsillo un cuaderno de registro de experiencias de caminata de La Reconquista Peatonal. Mujeres, niñas y niños, personas mayores, hombres, han registrado todo tipo de rutas, desde las cotidianas que repiten y saben de memoria, hasta las que exploran por primera vez.

Caminatas de día, nocturnas, a la escuela, al trabajo, deportivas, sin destino, con muchos propósitos o con ninguno. Caminatas que conforman una red de calles invisibles que es imposible regular en manuales y guías porque requieren de estrategias únicas y situadas. Los relatos de quienes conquistan lo cotidiano a pie, construyen una visión colectiva y aportan nuevas perspectivas sobre el caminar”, esto escribían Seaman y Pumarino el año pasado. A la fecha suman más de mil las personas que han participado dejando sus ideas en los diarios.

La Reconquista Peatonal inició en julio una serie de podcasts donde traslada todas esas experiencias de forma más directa, con invitados que hablan acerca de sus recorridos, como niñas que recuerdan el tiempo que les toma ir a sus amigas desde el colegio hasta su casa, y cada experiencia va acompañada de análisis. En el capítulo titulado Niñas ciudadanas se menciona que “la infancia ha abandonado la vida urbana, se ha ido replegando hacia el espacio privado y doméstico o hacia los sitios controlados de la educación institucionalizada”, se agrega que “recordamos un pasado diferente: pichangas en la calle avisándonos de autos que se aproximan, excursiones en bicicleta hacia una plaza cercana, expediciones a comprar pan al negocio de la esquina, bajo la promesa de que podremos comprarnos un chicle con el vuelto.

Estas postales con cada vez más frecuencia, describen una forma de vivir en la ciudad que niños y niñas de hoy ya no experimentan”. Pero más allá de la nostalgia de esos años, lo que se quiere es ver cómo aprovechar este presente y ver qué pasará en el futuro, dice el podcast.

El peatón dueño de la calle

“No podemos olvidar que más de la mitad de la población mundial vive en urbes (el ranking lo lidera EEUU con un 81% de su población viviendo en ciudades, seguido de Latinoamérica con un 80% y un 73% en Europa) y se estima que en 2050 dos terceras partes de la población mundial viva en ciudades. Por tanto, la base de una adecuada planificación urbana ha de estar centrada en el peatón. Éste ha de ser la prioridad en el diseño urbano”, menciona la consultora española Pons, experta en seguridad vial. “Los peatones debemos hacer las ciudades. 

Debemos exigir que se recupere un espacio público fundamental para las personas, para la infancia. Las ciudades han de ser de los niños y de las niñas, porque si lo conseguimos, lograremos una ciudad inclusiva, para todas las personas”, agrega. Para esta consultora española “las ciudades deben ser una extensión de las personas, no una barrera. Han de ser amables, no agresivas. Inclusivas, no exclusivas. Verdes, no grises. Nuestras, no de los coches. Eliminemos obstáculos, demos seguridad a los peatones, recuperemos el espacio que siempre ha sido nuestro. Convivamos de verdad sin excluir”.

En Bolivia son casi inexistentes las propuestas o estudios que planifican mejores opciones para los peatones. El único proyecto importante que busca proteger a la gente de los peligros de las calles son las famosas Cebras de Tránsito, que surgieron en la ciudad de La Paz hace una década, y cuya función es hacer respetar los pasos de cebra peatonales a los diferentes vehículos cuando el semáforo está en rojo. Pero nada más; es decir, no va más allá de ser un apoyo a la labor de la policía de Tránsito. 

Después, distintas ciudades hacen actividades como cerrar el centro histórico de la ciudad un día al año al tráfico automotor para que los ciudadanos hagan diferentes actividades recreativas. Y en Santa Cruz de la Sierra, el hecho de caminar a cualquier hora por cualquier parte de la ciudad ya implica cierto cansancio, con todas las aceras construidas de forma tan desigual. Esa experiencia precisamente la captó la periodista Rocío Lloret en su crónica Caminar por las calles de Santa Cruz de la Sierra, una “carrera de obstáculos”, donde hacía un seguimiento al ciudadano invidente Richard Mateos y a su perra guía Mali. “En las aceras, la falta de uniformidad ha provocado que varias veces el amo tantee el suelo con los pies antes de dar un paso. 

Es que algunas son muy altas, para evitar que los aguaceros inunden las viviendas, y otras más bajas para que los autos puedan parquearse, aunque esté prohibido. Están las de cemento, muy deterioradas, y otras de cerámica, muy resbalosas. Si hay suerte, en algunas de ellas es posible disfrutar del espacio y caminar acompañado, pero en otras, las de las casonas antiguas, se debe pasar de a uno, cuando no hay que cruzar al frente, porque directamente no hay acera”.

Lloret escribe “desde la municipalidad se habla de planes de reordenamiento de mercados, ampliación de vías y otras medidas para aliviar el tráfico vehicular, pero no se menciona mejorar las veredas (aceras), por ejemplo, para que el ciudadano que prefiere caminar no se exponga a peligros a cada instante, porque con frecuencia debe bajar a la calzada. ‘Santa Cruz de la Sierra es una ciudad llana, que con el clima que tiene (entre 27 y 32 grados centígrados gran parte del año), no está pensada para caminar como pasatiempo. Acá no pasa, la gente sale porque tiene algo que hacer, no encuentro gente que salga a pasear, y eso es inhumano. En general el contexto es agresivo’.

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