Opinión

Nuevos principios políticos

11 de abril de 2021, 5:00 AM
11 de abril de 2021, 5:00 AM

Es certera, contundente y categórica la afirmación de Hanna Arendt: “El antisemitismo (no simplemente el odio a los judíos), el imperialismo (no simplemente la conquista) y el totalitarismo (no simplemente la dictadura), uno tras otro, uno más brutalmente que el otro, han demostrado que la dignidad humana precisa de una nueva salvaguardia que sólo puede ser hallada en un nuevo principio político, en una nueva ley en la Tierra, cuya validez deberá alcanzar esta vez a toda la Humanidad y cuyo poder deberá estar estrictamente limitado, enraizado y controlado por entidades territoriales nuevamente definidas”. La historia del poder político deviene del lógico/absurdo del más fuerte, del lógico/absurdo de la divinización del mando, del lógico/absurdo de la herencia y, por fin, de la democracia. Casi siempre está presente el afán de perpetuación en presidentes y dictadores. Al mismo tiempo, estos sujetos cuentan, curiosamente, con apoyo popular masivo. No es ninguna novedad la atracción que ejerce el hombre/fuerte sobre conglomerados. Ha sido milenariamente cierto que son admirados: “Serán malos, pero son hábiles”. La picardía aún hace reír entre dientes.

Se ha señalado frecuentemente que los movimientos totalitarios usan y abusan de las libertades democráticas con el fin de abolirlas luego. En el último período político boliviano, ciertos intelectuales adscritos al gobierno dijeron: “No nos importa el Estado de Derecho. Somos revolucionarios”. Frente al esencial e imprescindible marco de leyes para vivir en paz, creían -y creen- en la demolición completa del mismo y la promulgación de una sola ley: la de perpetuación del líder insustituible. Adiós a la renovación del mando, adiós a la fiscalización, adiós a la alternancia de visiones, adiós a la libertad política. Corcho para las nuevas generaciones, su sensibilidad y su visión. La vida estancada cual fango verdoso. Como en Cuba, que sesenta y un años después de posesionar revolucionarios al mando de la política, los revolucionarios continúan. Las fotos actuales son del comité político, no del asilo. “Les han retirado las licencias de conducir, pero están a cargo de su país” (Quiroga Ramírez).

El “partido único” es una verdadera aberración. ¿Cómo se entiende que sea partido y, al mismo tiempo, único? El partido comunista de Rusia quiso, además, ser universal. Aquí mismo, en Bolivia, sus firmes militantes obedecían órdenes provenientes de Moscú. Una orden indicó, por ejemplo, que no ingresaran a la guerrilla del Che. La acataron, por supuesto. El año 2003, por no contar con el mínimo de votos y estar ausente en elecciones, la vieja Corte Nacional eliminó su sigla. El señor Marcos Domic Ruiz hizo uso de la palabra e historió desde 1950. Para ese tiempo, León Trotsky ya se había expresado: “El partido dictamina la línea de la razón”. Muchos militantes de la Unión Soviética se auto inculpaban cuando el partido inició procesos a sus miembros por simple sospecha. Lenin y Stalin lograron que la gente creyera esa afirmación: el partido siempre tiene la razón. Nunca se equivoca. Su verdad es sagrada. La prueba mayor ha sido la negación de los campos de concentración para disidentes, revisionistas y opositores. Muchos nazis tampoco creyeron que existían campos de exterminio. No sólo para judíos, además, sino también para alemanes contrarios al partido.

Necesitamos inaugurar otros principios políticos. Para ese urgente fin ya sabemos que debemos casar la política con la ética; debemos anteponer el bien común al sectario o individual; debemos respetar la ley y legislar con absoluta probidad; debemos desterrar el dogma para siempre; debemos valorar el programa municipal, departamental y nacional; debemos castigar penalmente al funcionario ladrón y censurarlo socialmente con drasticidad; debemos valorar al ciudadano meritorio, no al pícaro; debemos, debemos, debemos…

En otras palabras, los principios que rigen nuestras vidas deben regir la vida de los partidos y organizaciones políticas. Estos principios son los clavos que se necesitan para mantener unido el edificio social. ¿Por qué se crece zig y en política se actúa zag? El político piensa que todo es posible y se jacta de ese convencimiento. Si se tratara de esfuerzo y superación, sí. Pero todos sabemos que, hasta la actualidad, el político está pensando en otra cosa: aliarse con gil y mil, manipular hasta el calambre, prometer sin rubor, mentir mirando a los ojos, perpetuarse…

David Rousset afirmó: “Los hombres normales no saben que todo es posible”. En materia económica leí alguna vez: “La riqueza se convirtió en un inacabable proceso para hacerse más rico”. Con estos principios torpes no ha de ser posible enfrentar la vida que queda por delante.



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