Opinión

Pailón: museo de la soya y la industria aceitera

5 de julio de 2021, 5:00 AM
5 de julio de 2021, 5:00 AM

Si bien la soya en el departamento de Santa Cruz, no dio sus primeros pasos en lo que se conoce equivocadamente como “las tierras bajas del este”, refiriéndose a las tierras agrícolas a la banda derecha del río Grande, y sí lo hizo en el norte cruceño, que son también tierras bajas, y también lo son del este de Bolivia, y es donde se inventaron las dos campañas anuales de soya, nadie puede negar que las llanuras de la orilla derecha del Guapay se han incorporado ya hace varias décadas como nuevo bastión de la frontera agrícola cruceña, teniendo a la soya como su rubro principal.

Estas tierras, que albergan mares de soya en el verano, pueden hablar con mucha propiedad de la soya y, de hecho, en ellas se encuentra la capital de la oleaginosa, que es Pailón.

Por esta razón, y siendo Pailón la puerta de entrada a las ya mencionadas “tierras bajas del este”, considero con todo respeto que en esa ciudad se debe instalar un museo que cuente la historia y proyecte el futuro de este importante cultivo industrial, constituido como uno de los grandes motores de la economía regional y nacional.

La soya es un cultivo exótico, lo que quiere decir no nativo, aunque los que no hablan ni escriben bien, “por falta de ignorancia” llaman exótico a todo lo que en plantas y flores les parece exuberante, sin importarles o sospechar que muchas son especies nativas y, al serlo, entonces no pueden ser llamadas exóticas.

Siendo un cultivo no nativo, como sí los son la yuca, la papa o el maíz, de todas maneras, la soya ya ha ganado carta de ciudadanía en el departamento de Santa Cruz, y su movimiento económico es tal, y tal su incidencia en la propiedad de la tierra, el uso del suelo, el modelo de desarrollo cruceño y otros, que bien merece de un lugar en el que se cuente su historia.

Los museos son, pues, espacios donde se cuenta la historia, y aquí no vamos a debatir si se la cuenta de la manera que nos haga felices a todos o si “el cuento” tiene una visión parcial. De hecho, en países pobres como el nuestro, el solo hecho de que haya museos ya es una rareza, que no permite que uno se ponga a discernir si la historia que se cuenta en ellos es la oficial, la extraoficial, o la que detestan algunos y aman otros.

¿Se imaginan un lugar donde se muestren documentos de estudios sobre el tema, papeles de transacciones comerciales, fotografías, vídeos, ejemplares de máquinas usadas en siembra, cultivo y cosecha, envases o etiquetas antiguas de agroquímicos, muestras de suelo, embalajes de semillas, inoculantes, y otros insumos usados para el cultivo?

¿Se imaginan un lugar en el que se represente el área industrial que trabaja con esta materia prima, donde se expongan las diferentes técnicas de almacenamiento, molienda, extracción de aceite, producción de torta de soya y otros derivados resultantes?

¿Se imaginan de un espacio para presentaciones audiovisuales, conferencias, exposiciones anexas que muestre la realidad de las cadenas alimenticias que se nutren de la soya, sus diferentes subproductos y, por ejemplo, el potencial de la soya en combustibles, como el biodiésel, mostrando además su realidad actual en otras partes del mundo donde este biocombustible ya mueve diversos tipos de maquinaria y medios de transporte?

¿Se imaginan un lugar en el que se caracterice y muestre a los diferentes tipos de actores involucrados en el negocio de la soya, sean productores campesinos, pequeños, medianos, grandes o gigantes del agronegocio, sean cambas o collas, sean brasileños o argentinos, rusos, menonitas o hindúes?

Bueno, todo eso puede dar pie a un museo en Pailón que atraiga visitantes de todo el mundo, pues el de Pailón sería uno de los primeros de este tema a nivel global.

No olvidemos que la soya, pese a lo que de verdad o mentira puedan decir sus detractores, en el campo social y ambiental, ha sido una innegable fuente de trabajo y de dinamización de la economía, y merece su espacio.

Ojalá que el municipio de Pailón y la Gobernación de Santa Cruz vean esta oportunidad y consideren este artículo como una invitación para ponerse conjuntamente manos a la obra. De nuestra parte, esperamos ya arremangados cualquier llamado para ayudar a organizarlo

Mario Suárez Riglós es Historiador

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