La ciudadela Andrés Ibáñez cumplirá 40 años este 18 de marzo con una proyección poblacional cercana al medio millón de habitantes. Fundadores e instituciones sueñan que sea un municipio

6 de marzo de 2023, 7:17 AM
6 de marzo de 2023, 7:17 AM


Desde 2011 tiene himno, y a partir de 2019, bandera. Además, la institucionalidad, pero especialmente los fundadores, trabajan en un anteproyecto de ley, amparados en el sueño de que el Plan 3.000, un día no muy lejano, por fin se convierta en municipio.

Según el censo de 2012, con sus 320 mil habitantes, en esa época la ciudadela Andrés Ibáñez ya era más poblada que la ciudad de Montero, y que el departamento pandino, y las proyecciones demográficas para la actualidad no difieren mucho. 

A pesar de las aspiraciones y de los números, por ahora los “hijos y nietos del turbión de 1983” solo son el distrito municipal (DM) número 8 de la capital cruceña. 

Esta realidad no los amilana. Creen que gestionar sus propios recursos y obras es la única manera de que el progreso acompañe la explosión poblacional. 

Esta idea se ha metido no solo en las cabezas de los fundadores del Plan 3.000, sino también en las nuevas generaciones, que ya empezaron a apostar por la institucionalización.

“Ahora, la ciudadela tiene más de 400 mil habitantes. Empezó con nueve barrios, hoy tiene 155, pero la Alcaldía nos cercenó 21, los puso en la lista del DM7”, dijo Freddy Córdova, presidente de la Asociación de Fundadores.

Aseguró que “todo mundo” (diputados, autoridades, etc.) asiente cada vez que se plantea el anteproyecto para ser municipio, pero que la verdadera aceptación se verá cuando este sea finalizado y socializado. 

“Queremos ser un municipio productivo que genere instituciones, fuentes laborales. El anteproyecto lo trabaja un equipo jurídico, de agrimensores, ingenieros, etc., es interdisciplinario”, adelantó, pero prefirió no dar una fecha exacta de finalización.

Córdova explicó que, como parte de esa búsqueda, y de cumplir con requisitos, es que crearon sus propios himno y bandera, “que se iza públicamente”, enfatizó, y agregó que incluso tienen dos cooperativas de agua.

Como ejemplo de que crecer no es suficiente argumento para progresar, Córdova lamentó que la ciudadela solo tenga un hospital de segundo nivel, Los Pocitos, “que no abastece, porque la normativa dice uno del segundo nivel por cada 60 mil habitantes. Entonces deberíamos tener cinco o seis”, argumentó. 

También reconoció que hay pendientes en seguridad ciudadana, ya que existen módulos ciudadanos vacíos, “porque del Comando dicen que les falta personal para distribuir”.

Otro reclamo tiene que ver con una facultad de la universidad en la ciudadela. Cree que el porcentaje de bachilleres que cursan y culminan los estudios superiores, es bajo.

Foto: Freddy Córdova fue distinguido por el municipio cruceño

Hijos del turbión
Freddy Córdova vivía en el barrio Ovidio Santistevan Herrera, a orillas del río Piraí, por la avenida Busch, con su esposa y su primer hijo, que en 1983 tenía un año. 

Recibió una primera advertencia de la naturaleza en enero de ese año, cuando el nivel del agua se elevó. Ante el peligro, Defensa Civil trasladó a los habitantes, desde esa zona a lo que hoy es el Plan 3.000, pero muchos regresaron al lugar inicial, cerca del río, a pesar del riesgo, debido a la precariedad de las condiciones. 

Ellos fueron arrasados por el agua y el lodo el 18 de marzo, fecha cuando se conmemora el aniversario del Plan 3.000.

“Retornaron porque no les entregaban los lotes, vivían en carpas, estaban con conjuntivitis, diarrea, etc., pero vino la riada y se los llevó con todo”, recordó Córdova, que solo quedó con la ropa del cuerpo.

Córdova recordó que hubo mucha corrupción de por medio, robo de materiales para las casas que iban a construirles, y que recién entre 1986 y 1987, los habitantes gozaron de servicios básicos más estables. 

Rómulo Vaca, conocido como ‘don Puyo’, vivía en Mineros cuando lo invitaron a ser parte de la cooperativa de agua del Plan 3.000, en la que trabajó por diez años. Llegó en 1996 y desde entonces no se movió. No es parte de la lista de fundadores, pero sí el autor del himno y la bandera del Plan 3.000. 

“Primero escribí una poesía, luego el himno y diseñé la bandera, también redacté un libro con la historia de la ciudadela, de 342 páginas, aprobado por el Seduca. Todo esto lo hice soñando con ser municipio, y porque es parte de los requisitos. Me quedé porque me encariñé, incluso estuve en el Comité Cívico hasta hace unos cuatro años”, compartió.

El caso de Diego Condori, actual vicepresidente cívico del Plan 3.000, es uno de los típicos ejemplos de migración y fusión cultural que caracterizan a la ciudadela.

Explicó que, en esa zona, el tema cívico apunta a la defensa del ciudadano, ya que “de hecho, y en la teoría, el Comité Cívico es una institución apolítica”.

Según Condori, su labor se concentra en la defensa de recursos y en pedir que se lleven mejoras y proyectos hasta el Plan 3.000

Foto: La bandera del Plan 3.000, diseñada por Rómulo Vaca. Lleva la efigie de Andrés Ibáñez

El reto de ser joven en la ciudadela
Rubén Becerra tiene 30 años, estudió Sociología, se gana la vida haciendo consultorías, pero también se declara defensor de los derechos humanos, y también miembro de la Resistencia El Mechero. 

Cataloga como desafiante al hecho de ser joven y habitar en áreas periurbanas, donde las condiciones sociales y económicas son difíciles.
Según Becerra, en el Plan 3.000, cerca del 50% de la gente vive de la informalidad, y puso como ejemplo a su familia, que lo hizo estudiar gracias a los ingresos de una pequeña panadería.

“Es complejo ser joven en el Plan 3.000 porque vivimos en la marginalidad, informalidad, poco o nada de apoyo concreto hay de parte de las autoridades, más allá de los discursos demagógicos”, dijo.

Sin embargo, en esa marginalidad, Becerra ha visto oportunidad. “Esta exclusión nos ha brindado cierta libertad para pensar y hablar. No tenemos nada que perder porque no tenemos apoyo estatal, y toda esa situación de exclusión nos da la libertad de organizarnos para superar las dificultades”, afirmó.

Como joven, está seguro de que es imprescindible cambiar la cara del Plan 3.000 por la estigmatización que se tiene en cuanto a la delincuencia, pero cuestionó que muchos se enfoquen en visibilizar eso, y que poco o nada de debate hay sobre las causas. 

“Es obvio, si vivimos en la informalidad ante la ausencia del Estado, la gente se las tiene que buscar como sea, a veces con actos que no deberían”, aseveró.

Como parte de la resistencia, lamentó que muchos jóvenes se sientan perseguidos, en vez de que les den obras y proyectos. “Quieren recuperar el Plan 3.000 usando el temor. En otros tiempos hubiera sido más factible conquistarnos con obras”, dijo con respecto su resistencia, que se gestó con el paro de los 21 días de 2019.

De siete hermanos en la familia de Becerra, solo dos han culminado una carrera profesional. Es un convencido de que la informalidad reproduce informalidad si no hay apoyo estatal, y sin la inversión de las empresas. Tuvo compañeros de colegio que hoy venden refresco en los mercados, o pollo en kiosco, y considera que no son casos excepcionales en el Plan 3.000.

Becerra es otro firme creyente de que ser municipio les ayudaría a resolver sus problemas y necesidades. Por ahora hace su parte, dice que con la resistencia organizan actividades culturales, y tratan de incidir políticamente, con las juntas vecinales por ejemplo. 

En el aniversario 40 del Plan 3.000, los jóvenes serán parte de la agenda festiva con un festival de hiphop, el primer festival de música planetaria de freestyle, con el objetivo de posicionar la cultura urbana en la ciudadela.

“Queremos también usarlo como ejemplo para que se reproduzca en distintos lugares, como una forma de apropiación de los espacios públicos”, dijo, como una forma de erradicar la idea de que el Plan 3.000 es una zona roja.
La familia de Rubén Becerra no está en la lista de fundadores, llegó a la ciudadela en 1985, pero Rubén sueña con cambiar esta realidad.

Contexto
Según el censo 2001, la ciudadela contaba con 148.702 habitantes, en 2012 con 320 mil, y las autoridades del lugar creen que hoy supera los 406 mil.

La ciudadela nació en 1983 del traslado de 3.000 familias a ese punto, de ahí nació su nombre.

Después, en 1985, empezaron a llegar migrantes de todo el país, cuando ocurrió la relocalización del sector minero, ya que las minas empezaron a cerrarse, y los mineros de entonces pasaron a ser comerciantes. También llegaron personas de pueblos indígenas, como los guaraníes y ayoreos.

Este 18 de marzo, celebrarán 40 años de haber renacido del luto y el dolor que les dejó el río Piraí en 1983, cuando arrasó con sus casas, y también con sus seres queridos.Foto: Jorge Ibáñez