Opinión

Política, poder y popularidad en Santa Cruz

30 de diciembre de 2020, 5:00 AM
30 de diciembre de 2020, 5:00 AM

Santa Cruz es un espacio político en constante disputa. Las elecciones departamentales y municipales programadas para el 7 de marzo del 2021 son la motivación perfecta para que el proceso de la lucha por el poder local y departamental, en medio de la pandemia, empiece a tomar su ritmo e intensidad. Por un lado, con el acomodo y reacomodo de las fuerzas políticas regionales, y, por el otro, con las corrientes y contracorrientes internas del MAS. En este contexto, la popularidad de sus respectivos candidatos –Gobernación y Alcaldía capitalina- será un factor determinante para conseguir el voto del ciudadano cruceño y no cruceño que habita en el departamento.

El poder significa la capacidad de hacer y terminar las cosas, y política de decidir qué cosas deben hacerse y direccionar la trayectoria de una entidad pública. En otras palabras, el poder es un medio para la consecución de fines, sean idealistas o egoístas, o también para disfrutar del sentimiento de prestigio que otorga, y la política es proveer bienes públicos por parte de los líderes. Por otro lado, la fama, el aplauso y el prestigio son los componentes de la popularidad.

Ahora bien, todo candidato que aspira al ejercicio del gobierno, debe demostrar que es capaz de empezar y terminar algo, decidir sobre la mayor provisión de bienes públicos, y no necesariamente buscar los aplausos y el reconocimiento.

El caso nuestro (Santa Cruz). La pandemia trastocó todo, pero los candidatos parece que no lo saben. Sus estrategias discursivas, por ahora, solo apuntan a fortalecer su popularidad y buscar el disfrute del sentimiento de prestigio que otorga el poder, mientras que la idea de que la política es la provisión de bienes públicos queda en segundo lugar.

En otras palabras, en Santa Cruz entre el poder y la popularidad existe un maridaje, pero la política está divorciada del poder. Las alianzas políticas (formales e informales) son tácticas, no estratégicas. Como diría Zygmunt Bauman, son alianzas arcoíris: se juntan solo para protegerse del aguacero y luego desaparecen. Ningún candidato/a propone una proyección política estratégica que tenga como horizonte la próxima década (2021-2030) donde la participación política ciudadana sea efectiva y el bien general sea el sentido común. Su pragmatismo táctico para ejercer el poder se circunscribe a posicionar un nombre, tener una militancia comprometida -llevar banderas y ponerse barbijos para la foto-, decir que aman más que nadie a Santa Cruz, y que representan el cambio.

Más allá de las apariencias y el circo político, Santa Cruz necesita autoridades departamentales y municipales que hagan coincidir la política con el poder y que la búsqueda permanente de popularidad no sea prioridad durante toda la gestión. La gobernación tiene un alto poder simbólico a nivel nacional: es una referencia de la lucha autonómica en la historia política contemporánea boliviana (siglo XXI), y la Alcaldía un alto poder económico. Son recursos de poder institucional con todo el potencial para transformar políticamente al departamento más rico de Bolivia -por ejemplo, tener clara su trayectoria hacia el quinto centenario- y ordenar y gobernar su ciudad capital -entre otras cosas, tenerla más limpia-, sin embargo, sus candidatos simplemente aspiran a ejercer el poder para ser populares, administrar los recursos económicos y favorecer a ciertos grupos de interés, pero sin finalidades objetivas por el bien común.



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