Opinión

¿Por qué Evo?

18 de mayo de 2021, 5:00 AM
18 de mayo de 2021, 5:00 AM

En términos normales, la mayoría de los líderes políticos actúan en función del partido, no solo porque el partido es la base de sustento de su paso por el poder, y de alguna manera la boleta de garantía con la que cuentan, sino, porque todo lo que hagas en la administración del poder y la forma en que lleves adelante la “nave del Estado”, debe estar fuertemente apoyada en una estructura ideológica y administrativa capaz de mover tan complejo aparato, excepto, en aquellos casos en que todo el poder de la organización se resume al poder del caudillo, y en este caso, todo lo que pudiera contener el partido, movimiento, grupo o corporación, se sujetan a la decisión particular de quien gobierna en su nombre. Esto es tan extremo, que por lo general cuando desaparece o pasa a segundo plano el caudillo, pasa lo mismo con el partido.

Desde esta perspectiva cabe preguntarse por qué el MAS, que volvió al poder con todas las de la ley se ha transformado en una maquinaria exclusivamente dedicada a facilitar el retorno de Evo Morales. Difícilmente encontraríamos hoy en día una acción propiamente política desplazada por el partido de gobierno, que no apunte de forma directa o indirecta al retorno del caudillo, como si este fuera todo lo que tienen, y como si Evo fuera el único que puede hacer política y ejercer poder.

Podríamos considerar varias hipótesis. La primera sostendría que en realidad se trata de un grupo reducido de militantes “evistas” interesados en retornar a la orgía de beneficios que Evo administró catorce años, y de la que se beneficiaron con cifras exorbitantes amparados en un esquema corrupto y prebendal. La segunda podría ser que la ambición de poder de Evo Morales es superior a cualquier otra fuerza interna del MAS, y que, en consecuencia, su desmedido apetito de poder eclipsa cualquier otra ambición o proyecto partidario. Una tercera hipótesis sostendría que no existe en el Movimiento al Socialismo otro líder más capaz y lúcido y que ninguno de sus miembros cupulares estaría a la altura del caudillo.

Hay sin embargo una hipótesis mas plausible: Evo no ambiciona el poder por el poder, Evo encarna un proyecto totalitario de su propio cuño, el proyecto etnocéntrico que pretendía llevar adelante contra una realidad en que, más allá de sus prejuicios de raza, y de una estructura social boliviana diversa e inscrita en el capitalismo victorioso de occidente, culminara en un Estado indianizado, como se había propuesto el ideario ideológico que formalizó García Linera cuando estableció que el proyecto revolucionario pluricultural aspiraba a construir un Estado basado en la perspectiva indígena-originaria, a despecho de las clases medias y de la propia burguesía nativa que el auge económico había generado. Sin embargo, los 14 años fueron más una borrachera de poder que un proyecto constructivo y terminó como jamás hubieran imaginado Evo y su entorno: en su renuncia y fuga del país.

La dura lección que dejó su caída seguramente le permitió identificar sus errores, pero todo indica que las conclusiones a las que llegó pasan más por las fallidas interpretaciones de corte ortodoxo aún sobrevivientes en las fracasadas sociedades socialistas de la actualidad.

Desde esta perspectiva, el retorno de Evo es mucho más que el Gobierno del MAS. Fragmentado y enfrentando lecturas que van desde una integración étnica progresiva hasta un enfrentamiento racial definitivo, la única garantía de concluir el proyecto truncado por su derrocamiento pasa en consecuencia, por su retorno y la depuración que ya anunció públicamente.

Si la hipótesis es correcta, un eventual gobierno futuro de Evo tendría que desplegar la mayor intensidad represiva posible, no tanto marcada por la experiencia de su accidentado final, sino, porque ha comprendido que un proyecto societal de la envergadura que plantea tomaría varias décadas y mucha sangre de por medio.



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